Rubén Baraja ha sido destituido como entrenador del Rayo por los pobres resultados del equipo. El ya ex técnico rayista heredó un equipo de José Ramón Sandoval al que no ha mejorado en nada. La última muestra de ello ha sido el partido ante el Mirandés. Un equipo sin alma que vio como un rival directo por la permanencia le remontaba el marcador y se llevaba los tres puntos de Vallecas.

Lo cierto es que Baraja se mantuvo firme y valiente en sus decisiones hasta las últimas consecuencias, negativas para él y para el equipo en este caso. La opción de apartar del equipo a los pesos pesados del vestuario, debido a su supuesta conducta negativa y, sobre todo, a su bajo rendimiento, volvió a producirse una vez más.

Ante el Mirandés, el Rayo salió con Gazzaniga en portería, una línea de cuatro formada por Galán en el lateral derecho, Álex Moreno en el izquierdo y Amaya y Dorado como centrales; Fran Beltrán y Jordi Gómez en el doble pivote, una línea de tres formada por Quini, Embarba y Diego Aguirre y arriba Manucho.

Pese a que el estilo dejaba mucho que desear, ya que parece un fútbol hecho para contener y no para enamorar, Ernesto Galán (precisamente ex jugador del Mirandés) adelantaría a los vallecanos al cazar un balón suelo en la frontal del área tras una falta cerca de la portería de Sergio Pérez en el minuto 50. Urko Vera empataría de cabeza doce minutos más tarde tras una jugada rocambolesca mal defendida por la franja.

El Rayo se quedaría con diez hombres tras una dudosa falta de Diego Aguirre que suponía la segunda amonestación. Cuando el Rayo parecía haber sobrevivido al chaparrón, Sangalli remató solo para hundir al Rayo, desmoralizar a la afición y cerrar la etapa Baraja. Hasta el momento del gol, Baraja solo había hecho un cambio, y metió rápidamente a Javi Guerra sobre el césped. Pero ya era tarde. Demasiado tarde.