Los fichajes sacuden el entusiasmo de la hinchada durante la pre-temporada: Un pase horizontal de Callejón, un centro de Coentrao, un cruce de Varane o un envío en profundidad de Sahin en un entreno se aplauden como si de una acción trascendental en un partido a cara o cruz se tratara.

Enamoran también en el arranque del curso los que se lo ganaron en la última evaluación: Cristiano, Casillas, Alonso, Özil, Ramos...

E integran un tercer grupo los que generan cierta indiferencia por lucir el cartel de 'descartado', porque su trabajo no obtiene el reconociomiento que en ocasiones merece o porque su rendimiento quedó a años luz de lo esperado cuando se les fichó. Este último subgrupo lo integra Ricardo Izecson dos Santos Leite, Kaka.

Eternamente prometido por el expresidente Ramón Calderón y deseado por el madridismo, que lo vio levantar los más preciados trofeos colectivos e individuales, Florentino Pérez lo contrató nada más pisar el despacho de la presidencia en su segunda etapa en el Bernabeu. Pagó 65 ME para adquirir un nuevo Balón de Oro, un jugador de una clase indiscutibe, y para demostrar que él sí cumplía sus compromisos.

La felicidad de la afición quedó demostrada el día de su presentación: 50 mil madridistas acudieron en junio de 2009 a la presentación de Kaka. Dos años después, aquella ilusión desapareció entre lesiones y decepciones individuales y colectivas.

Con todo el verano para descansar y recuperarse definitivamente, Kaka brilló en el estreno de la pretemporada, aunque los 'nuevos' opacaron su actuación. La clase, el talento y la capacidad para liderar un proyecto ganador no se discuten. Sus credenciales son sobradamente conocidas. Sólo falta que plasme todo su potencial sobre el campo para dejar de ser un jugador decepcionante para la hinchada y se convierta en un activo fundamental para el Madrid. Tres temporadas son demasiadas para fracasar en Chamartín. ¿Será esta por fin la temporada en la que explote? Si no lo es, habrá agotado definitivamente su crédito.