Se acabó la cuenta atrás. Rafa Benítez ya no es entrenador del Real Madrid. La soga al cuello con la que convive desde los albores de su andadura ha acabado por ejercer una presión insoportable. El entrenador, que se presentó con lágrimas de emoción en los ojos, se marcha al purgatorio a sabiendas de que nadie se acercará a dejar un ramo de flores a su lápida, serigrafiada con dos fechas que delatan brevedad e infortunio: 8 de junio, 2015; 4 de enero 2016.

Desde que pisó suelo australiano para dirigir sus primeros entrenamientos, el técnico comenzó a cavar con celeridad un hoyo profundo que, seis meses más tarde, sería improvisada tumba. Empeñado en despertar empatía en Bale, osó descuidar el ego de Ronaldo: "No sé si es el mejor del mundo", afirmó con desatino ante los medios. En medio, le pilló el sarao de la renovación de Sergio Ramos, con quien nunca terminó de hacer buenas migas. Dos rostros con ascendente en la plantilla como el portugués y el capitán reflejaban el sentir de un colectivo que nunca dejó de suspirar por un ex al que, sin saber por qué, le tiraron por la borda cuando procedía afianzar un timonel tras años vacilando entre corrientes.

Carlo Ancelotti le dio amor y gloria a una tripulación necesitada de cariño, vapuleada por el puño de hierro de un Mourinho que de tanto predicar meritocracia se acabó estampando contra una realidad irrefutable; se abrió la crisma porque ganó poco. "La mano blanda" del entrenador de la Décima, como delatando que había malcriado a la prole, fue reemplazado por la rígida metodología de Benítez, un empleado de laboratorio que no se casaba con nadie. Tanta pócima y tanto orden sobran cuando abundan los peloteros, actores que rechazan guiones complejos para abrazar un diccionario inteligible solo para los que entienden el idioma del balón: James, Isco, Modric, Kroos, Benzema...

"¡Pero somos el equipo que más tira a puerta!", insistía Benítez con entusiasmo al ser cuestionado por el juego deficitario de sus muchachos

El Madrid quería enamorarse otra vez. Síntoma de ello era el entusiasmo que despertaron un par de buenos partidos en pretemporada, ante Inter de Milán y Tottenham Hospur. Rafa, sin embargo, tuvo la dudosa habilidad de dormir al personal en la segunda cita, como un usuario de e-Darling que acude a la conquista pertrechado con un catálogo de aspiradoras. Comenzó la Liga con un bostezo, el empate sin goles en El Molinón; continuó pisando en falso, quedando el 5-0 contra el Betis y el 0-6 en feudo perico en un aborto una vez consumado el pinchazo contra el Málaga el día en que Messi enfilaba el hospital con la rodilla torcida; se alimentaron las dudas en el Bernabéu, donde el Granada agitó el árbol y a punto estuvo de tirar la manzana. Luego, con los jornaleros en liza, el conjunto blanco recobró el resuello con el 1-3 en Vigo en la misma semana en que se firmaron tablas con aroma a fragancia de altos vuelos en París, con el sello de la compostura que promulga Benítez. Claro, que solo los Casemiro, Lucas y Kovacic le compran el mantra, y la provisionalidad se transformó en condena.

Una vez abandonaron Bale, Benzema y James la enfermería, el Madrid perdió el orden, incapaz el entrenador de acoplar la materia prima de que disponía. "¡Pero somos el equipo que más tira a puerta!", insistía con entusiasmo al ser cuestionado por el juego deficitario de sus muchachos. El 3-2 en Sevilla no hizo sino de telonero del golpe de gracia, en forma de revolcón histórico y baño antológico. Sin espíritu, desfigurado por un equipo hecho y derecho como el Barcelona, triunfador en Concha Espina aun sin su estrella, Leo Messi, que ingresó con el 0-3 para contribuir a la última cornada. 

Ayudado por un calendario la mar de benévolo, Benítez, "la solución" en palabras de Florentino Pérez, atravesó fechas y se plantó en disposición de quedarse a un solo partido del Barcelona, atontado contra Valencia y Deportivo; el Villarreal, no obstante, avasalló a un conjunto sin coartada alguna, capaz de perder antes de empezar, como en Carranza, cuando el bochorno se hizo alineación. Recién regresado de la Navidad, nuestro protagonista tuvo a bien inmolarse en un absurdo de rueda de prensa:"Hay una campaña contra Florentino, contra el Madrid y contra mí".

Aún con las uvas en el gaznate, Mestalla le brindó un año próspero antes de que vomitara los sesos con un cabezazo de Alcácer en el día, qué curioso, en que el Real Madrid más se asemejó a un equipo de Benítez. Cosas del fútbol. Pero, desgraciadamente para él, el Bernabéu no iba a mover el dedo del gatillo.

Florentino Pérez, a 4 de enero, decide dar "un nuevo impulso". Y sin coger carrerilla.