Cerca de las 22:30 de la noche del 10 de marzo de 2015 se vivió un estallido de nerviosismo. Durante 90 minutos, el respetable blanco había guardado un silencio casi sepulcral, atónito ante lo que veía en el campo. En la primera mitad despidió a los suyos con una sonora pitada, pero mientras pasaban los minutos las intenciones de abroncar a los suyos se posponían. El miedo a una noche histórica, pero por lo ridículo, sobrevolaba Chamartín.

Un susto de muerte

El Real Madrid había vencido 0-2 en Alemania en un partido soso pero sobrio, dentro de una dinámica de no demasiado buenas actuaciones que habían sembrado de dudas al cuadro que dirigía Carlo Ancelotti. El 4-0 del Calderón aún escocía, y con la Copa perdida y la Liga en serio riesgo de perderse, como así sucedió casi 10 días después con la caída en el Camp Nou, el madridismo se volvía a encomendar - como había sido habitual - a la Champions.

El 10 de marzo a punto estuvo de vivirse una noche negra en la historia del Real Madrid, que venía de ganar 0-2 al Schalke pero perdió 3-4 en el Bernabéu

El Schalke, rival también en la pasada campaña, repetía visita al Bernabéu, más tomado como comparsa de un paseo que como digno oponente. Fuchs, en el minuto 20 de la primera parte, se encargó de ponerle suspense, pero rápidamente Cristiano se lo quitaba igualando la contienda y obligando a los germanos a hacerle dos tantos más a los madridistas, empresa considerada imposible por los allí presentes.

Iker Casillas había errado en el primer tanto, y repetiría fortuna en el segundo, justo antes del descanso. Huntelaar recogió un balón manso dejado en los pies del tulipán por el portero de Móstoles para devolverle el liderato en el marcador a los de Gelsenkirchen. Pero Ronaldo de nuevo, el mejor con diferencia de los merengues en la primera mitad, ponía otra vez el empate en el marcador antes del descanso.

Se rebelaban los alemanes, y la grada se lo reprochaba al equipo. Más que por el marcador en sí, por la alarmante falta de tensión e implicación que mostraron los futbolistas sobre el campo. Pase tras pase, los destinos del mismo eran errados, y no enlazaban una acción consistente.

Con el pitido del segundo tiempo llegó un aire nuevo, y Benzema puso el 3-2 rápidamente. Las cosas parecían enderezarse, pero los germanos no estuvieron nada de acuerdo al respecto. Respondió rápidamente el joven Sané con otro gol, el 3-3, y a falta de cinco minutos para el final de nuevo Huntelaar hacía el 3-4, con todavía tiempo por jugarse. Sin reproches desde la grada, porque sabían que a falta de cinco minutos de concluir el encuento un gol del Schalke les dejaba fuera. Impertérrito, el Bernabéu observaba atónito cómo los alemanes disponían de una última ocasión, pero Höwedes pecó de falta de sapiencia a la hora de recibir, y erró una clara oportunidad de hacer historia.

Bronca para no repetir

El colegiado pitó el final, y el Bernabéu estalló. Muchos años hacían que no se escuchaba un estruendo similar. Pitos por el agobio. Silbidos por los nervios. Bronca generalizada. Los dedos señalaron especialmente a unos, y salvaron a muy pocos. La inercia del Madrid marcaba una cuesta abajo que terminaría materializándose poco después, pero que vestía de una pinta muy turbia el año madridista.

El Bernabéu, que había estado en silencio con ciertos síntomas de nerviosismo, estalló a silbar a los suyos al término del partido

En esta temporada, la realidad no es excesivamente diferente. Un buen principio que se terminó torciendo para echar a perder dos de las tres competiciones en juego. Empezado el mes de marzo, al actual Madrid solo le resta la Champions, competición que tiene enderezada al menos hasta los cuartos siempre y cuándo no repitan tentando a la suerte.

La Roma fue el rival que designó la fortuna, y en el Olímpico los madridistas se impusieron por un notable 0-2 que le da una buena ventaja al cuadro de Zidane para la vuelta. Con la lección aprendida, o eso intentará el galo, los merengues saltarán al verde con la intención de despejar fantasmas. No es la mejor temporada del Madrid, y un golpe de efecto accediendo a la siguiente ronda de la Champions sin vacilar sería un extraordinario punto de inflexión.

El gran problema del equipo es la falta de tensión con la que afrontan diversos tramos de los encuentros. El segundo tiempo ante el Celta de Vigo, que culminó con victoria y un parcial de 6-1 en los 45 minutos es el ejemplo a seguir, y la base que el propio Zidane quiere tomar para construir. Mimbres tiene, y experiencia, como la del año pasado, también.