Debut con gol

Gareth Bale llegaba en Septiembre de 2013 al Real Madrid en una situación complicada: un nuevo proyecto, tras la salida de José Mourinho y la llegada de Carlo Ancelotti, todavía por definir y el equipo no se adaptaba, no jugaba bien ni convencía al aficionado. Por si fuera poco el galés arrastraba una lesión que le impidió debutar ya ante el Getafe, con lo que su debut se tuvo que posponer hasta el partido contra el Villarreal en El Madrigal. Se daban todos los condicionantes para poder hacer un primer partido no excesivamente brillante. Quizá por eso y por el carácter del extremo galés acabó ocurriendo todo lo contrario. El partido pintaba feo y el Villarreal no dejaba espacio para el respiro, lo que se acabó reflejando en el luminoso del hoy conocido como Estadio de La Cerámica. Pero surgió entonces un resquicio para la esperanza cuando, tras un centro medido de Dani Carvajal, apareció como de la nada el galés para sorprender a la defensa, adelantarse y marcar con un toque leve a escasos centímetros de la portería el que era su primer gol con el equipo blanco.

Algo más que eficacia

Evidentemente un gol en el debut iba a acaparar las cámaras pero el primer partido de Bale con el Madrid estuvo lejos de consistir en una aparición fugaz (el gol) y nada más. Si hubo alguna nota positiva del partido esa fue Bale. Jugó por banda y como jugador de banda que era y es encaró, desbordó, generó amplitud para el equipo, atrajo defensas, generó espacios, superó a su marca y, por si fuera poco, marcó el gol que permitió a un Real Madrid gris sacar algo positivo de un campo muy complicado.

Bale empezaba a mostrar sus armas y lo que podía ofrecer a un equipo que necesitaba resultados y juego. Y Bale le daba ambas cosas.

El cambio de rol

Si hay algo que ha caracterizado (además de sus atributos físicos, evidentes) la carrera de Bale como futbolista es el cambio de rol. Empezó siendo lateral en el Tottenham, posición en la que se dio a conocer como un gran velocista de gran potencia física y buen remate. Pero poco a poco fue adelantando su posición hasta que su capacidad para el desborde, potencia y gol acabaron situándole de extremo zurdo, es decir, a banda natural. Pero Bale, como los artistas es inquieto por naturaleza y acabó haciendo suyo todo el frente de ataque del equipo de Londres, se movía por donde quería, de manera errática y Harry Redknapp (entrenador entonces del equipo) le situó en una posición más centrada, para que participara más del juego dada su exquisita técnica y los problemas que generaba al rival cuando entraba en contacto con la pelota. Pero fue cambiar el Tottenham por el Real Madrid y su posición volvió a mutar pues en el 4-3-3 planteado por Ancelotti no cabía un "10" sino volantes (posición a todas luces lejana a las que podía desarrollar el galés). Había que ubicarlo en la delantera, en la que le acompañaban Benzema (delantero centro) y Cristiano Ronaldo, que se desempeñaba por la izquierda. Y como donde hay patrón no manda marinero, Bale tuvo que empezar a jugar por la derecha. Otro cambio de posición y otro proceso de adaptación que hace aún más meritoria la aportación que ya desde el principio hizo el extremo de Cardiff al equipo blanco.

Una conexión que da sus frutos

Hay algo concreto del gol del debut y en general de la mayoría de las acciones protagonizadas por el galés que se acabaría traduciendo en una gran fortaleza del equipo blanco y que a día de hoy sigue dando importantes réditos al equipo de Zidane: la conexión Carvajal-Bale.

Puede parecer trivial pero el centro del gol del debut fue de Carvajal, que ya es importante como concepto: el lateral que llega, la pone al interior del área y el extremo que le ha dejado el hueco al lateral aprovecha el hueco por dentro. Lo verdaderamente relevante es que esta conexión se mantuvo durante todo el partido cuando el galés hacía la diagonal hacia dentro (zurdo jugando en la derecha) y el lateral español aprovechaba el hueco por fuera que le dejaba Bale. Era (y es, porque sigue siendo una de las jugadas típicas del conjunto de Chamartín) una fortaleza que por aquel entonces ya empezaba a forjarse en el terreno de juego.

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