En el fútbol actual son muy pocas las situaciones que se dan por azar, en un deporte tan minuciosamente planificado y metódicamente estudiado son tremendamente excepcionales los instantes en los que la improvisación y el talento del futbolista se imponen a la táctica. Indudablemente si un equipo salta al césped con un plan que pasa irrenunciablemente por asediar la portería rival, existen muchas más probabilidades de que el talento se imponga a la táctica.

Un equipo con estilo Zidane

Imagen: VAVEL
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De esta forma, con la estructura física, técnica y mental de la plantilla del Real Madrid, sumada a la tradición histórica de la que es su competición, resulta mucho más comprensible el excepcional rendimiento del club blanco en Europa, al menos hasta la fecha. El Madrid vuela hacia Cardiff por las alas, impulsado por un motor de última generación dotado de potencia, precisión y elegancia, y se sustenta sobre una base de personalidad histórica espartana que le enseñó a ir siempre hacia adelante, a no retroceder, a morir en el área de batalla del rival, como decálogo irrenunciable y camino hacia la gloria. Pero resulta que este Real Madrid tiene además el estilo y la personalidad del Zinedine Zidane jugador, que es mucho decir. Baila al fútbol como los ángeles y a veces da la sensación de que solo compite contra sí mismo, contra sus propios fantasmas de la desconcentración.

La inversión en el buen pie

Foto: Dani Mullor / VAVEL
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Por tanto esta temporada para el Real Madrid será lo que sus futbolistas quieran que sea, puesto que por plantel difícilmente se encontrará mejor fondo de armario, del que goza el equipo dirigido y gestionado tanto física como psíquicamente de forma muy inteligente por el entrenador francés. Al César lo que es del César y, salvo algunas desconexiones que han privado al conjunto blanco de disputar la final de la Copa del Rey y tener ya cerrada la Liga, la administración de esfuerzos por parte de Zidane para con sus futbolistas es absolutamente merecedora de elogio. En esencia el éxito del Real Madrid se basa fundamentalmente en su más que acertada inversión en el buen pie, en la exquisitez, también en la eficiencia y la preservación de la identidad histórica del equipo. De hecho jugar mal al fútbol con Marcelo, Isco, Kroos y Modric parece misión imposible, no ser profundo con Carvajal, Lucas Vázquez, Asensio o Bale (en sus escasas apariciones) es tarea ciertamente complicada, no ser sólido y espartano con Ramos y Casemiro, es algo realmente difícil de creer. Y no tener pegada con la inteligencia y elegancia de Benzema, más la viveza, potencia y capacidad rematadora de Morata, sería como ir a la guerra con piedras, teniendo todo un arsenal de última generación disponible. Todo ello sin nombrar a una serie de futbolistas que serían titulares en equipos de la máxima élite del fútbol mundial.

CR7, la bomba V2 de Werner von Zidane

Foto: Dani Mullor / VAVEL
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El caso es que en fútbol ya se han contemplado situaciones deportivas tan pésimamente  gestionadas, que aun con el tremendo potencial que posee el conjunto blanco, no se han conseguido los objetivos. Por esta razón, porque Zinedine Zidane, con sus aciertos y errores ha sabido transmitir con naturalidad y mano izquierda a su equipo el concepto de diversión y competitividad con el que deleitaba al mundo como jugador, porque en su cabeza siempre está la portería rival, además del pie de Kroos y la omnipresente cabeza Ramos, el equipo tiene pie y medio en la final de Cardiff. El fútbol es imprevisible y el rival también juega, Zidane es consciente de ello y conocedor de que aun todo puede suceder. Sabe que no hay nada ganado, pero como mago que fue de la improvisación solo deja cabos sueltos para aquellos que cree que le pueden cambiar el rumbo del partido, tal y como ha demostrado con Isco Alarcón o Asensio. Pero fundamentalmente con la gestión en la mutación como jugador, comprensión y dominio del ego, de un futbolista de época como Cristiano Ronaldo.

Llegados a este punto solo se puede decir que Zidane se vistió de Wernher von Braun para conseguir que el paso del tiempo, que no logró restar un ápice de la ambición y el enorme ego del sensacional jugador portugués, pero que en cambio lo transformó en otro tipo de futbolista, no mermara su devastadora capacidad destructiva. De hecho Ronaldo se siente feliz con su nuevo rol, arropado por un gran fútbol, siendo el gran secreto de su entrenador, el arma mortíferamente cargada con las energías suficientes como para explotar al máximo sus inigualables condiciones en el momento decisivo de la temporada. Unas cualidades a las que el paso del tiempo bajó revoluciones en la carrera, pero en la que quedaron intactas su potencia de salto, el remate de cabeza y su pegada, pero a las que Zizou mostró el camino para olfatear la sangre, el gol, y reencontrarse con aquella habilidad mostrada en sus inicios como jugador del Sporting de Lisboa.

Foto: http://www.sandglasspatrol.com
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Hoy Ronaldo es una evolución de la V1 que fue, pero sigue siendo un arma de destrucción masiva, pura leyenda en activo. La bomba V2 del Real Madrid es CR7, aquella que no conoce límites ni fronteras y firma 400 goles con la citada camiseta. Un imparable cohete propulsado por la ambición al que si un milagro colchonero no consigue detener, sueña despierto con la Luna de Cardiff, en la que solo si el rival lo intercepta o un eclipse se interpone, ya comienza a reflejarse el brillo plateado de la duodécima.