Madrid estaba preparado. Vuelta de semifinales de Champions League. Derbi. Última noche europea del Vicente Calderón. Todos y cada uno de los madrileños sabían lo que estaba en juego; mucho más que un partido de fútbol. Una forma de entender el deporte. Una manera de encarar la vida.

Los nervios se implantaron en las orillas del Manzanares al caer la noche. Los jugadores salían al terreno de juego siendo más que nunca los representantes de su afición, que no falló al encuentro: 55.000 gargantas recibieron a sus ídolos motivados para tal batalla. Quién no habría deseado ser uno de los 11 elegidos por el entrenador para disputar este partido, vestirse de corto para afrontar uno de los partidos con más sentimiento del mundo. Estaba todo listo: arranca el último de los derbis en el Vicente Calderón.

Cero personalidad ante la euforia colchonera

Comenzó el partido y se desató la locura. Un Atlético endiablado olvidó la lógica y se lanzó a por la portería visitante, haciendo de los primeros minutos una auténtica pesadilla para el Madrid. El primer susto, en el minuto 5: Koke a punto estuvo de colar un remate en el área pequeña, pero se encontró con Keylor. El primer gol, en el minuto 12: Saúl bate al tico con un soberbio testarazo en el primer palo. Poco después Griezzman ejecuta un penalti cometido por Varane de forma horrorosa e ilegal, pero entra. 2-0 y todo el partido por delante. Delira el Calderón, porque se sentían infinitamente superiores a un Real Madrid sin ideas, apático, y nervioso. La situación invitaba, más que al optimismo, a la locura. Todo era increíble para los atléticos hasta que se acabó el evidente arreón inicial. A partir de ese momento el equipo de Zidane se hizo dueño y señor del partido.

El Atleti fue, durante veinte minutos, la viva imagen de todos los corazones colchoneros

A medida que la energía colchonera se diluía, el Madrid entraba al encuentro. Los blancos (esta vez negros) aterrizaron en el estadio veinte minutos tarde y manejaron el ritmo de juego desde ese momento. Kroos, Modric e Isco llevaron la batuta sobre el triste y descuidado césped del Calderón. La realidad es que las condiciones del terreno de juego eran más parecidas a las de un campo de primera regional que a lo que se espera en un partido de tan alto nivel. Aún así, la mágica medular madridista dirigió el encuentro sin mayor dificultad que la que la intensidad local provocaba. Comandado por Gabi, una vez que comprobó que no era capaz de hacer frente a esa nueva versión del Madrid, el Atleti se empeñó en intentar igualar la situación a través de patadas y encontronazos, muchos de ellos más propios de una banda callejera que de un equipo de fútbol. La intención local de amedrentar a sus rivales no surgió efecto ante un Madrid que ya conoce las artimañas utilizadas en el Manzanares, por lo que el guión siguió su curso: el Real Madrid creaba y el Atlético destruía. Hasta que en el minuto 42 Benzema decidió alterarlo.

Magia francesa en un metro cuadrado

Corría el minuto 42 cuando Karim Benzema recibió un balón totalmente alejado de la meta de Oblak. El francés se enfrentaba a Godín, Giménez y Savić en una baldosa al lado de la línea de fondo. De lo que parecía una jugada destinada a acabar en nada, Benzema sacó el billete para Cardiff. Tres de los defensores de uno de los equipos más sólidos del mundo quedaron en evidencia ante el buen hacer del 9 madridista. La tranquilidad de "monsieur Karim" burló a la intensidad colchonera y sirvió para que, si bien no en el primer remate de Kroos, fuera Isco el que a través del rechace estrenase el casillero visitante en el luminoso. Se lo merecía el francés, que calló las bocas de todos los aficionados atléticos y quizás también alguna merengue.

El Madrid dominó una segunda parte más tranquila

El paso por el túnel de vestuarios pareció amueblar las cabezas tanto de unos como de otros. Los locales, aunque mantuvieron su línea agresiva, no reflejaban la violencia de la primera mitad. El Madrid por su parte encaró el inicio de la segunda parte más concentrado de lo que lo hizo en la primera. Los minutos pasaban sin mayor importancia: Keylor no tuvo que intervenir de forma relevante hasta ya pasados los tres cuartos de partido, momento en el que vió intensificado su trabajo. Carrasco y Gameiro en la misma jugada, Griezzman o Gabi pusieron en apuros al guardameta blanco, pero ninguno de ellos logró batirlo. El Real Madrid dispuso de alguna oportunidad a través de Kroos, Cristiano y Benzema, pero tampoco consiguieron alterar el marcador. El ritmo del partido bajó notablemente por culpa del resultado, que ya no dejaba vislumbrar ninguna esperanza de remontada aunque Correa no debió de comprender la situación correctamente, pues siguió dando patadas a destiempo hasta que Cakir señaló el final. 

La lluvia arreciaba, despidiendo al Atleti y al Calderón de la Copa de Campeones. A pesar de la coyuntura los aficionados atléticos no pararon de animar ni con el partido terminado, fieles a unos jugadores que se habían dejado la piel por ellos. Dicen los mismos que abandonaban el estadio orgullosos, normal, y contentos, lo cual no es tan corriente. Obviamente, y tras la clasificación a la final de la Champions por tercera vez en las últimas cuatro temporadas, los madridistas también estaban encantados. Así que por suerte, todos acabaron felices aunque vendan lo que vendan, sólo uno de ellos ganó. Y por cuarta ocasión consecutiva en esta competición.

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Sobre el autor
Gorka Grande Carral
Estudiante de periodismo, focalizado a la rama deportiva. Intentando ver el deporte desde una perspectiva personal.