El Real Madrid y la Champions League, la Champions League y el Real Madrid. Hay cosas que se entienden mejor juntas.

La historia interminable

La diferencia entre los buenos equipos y los grandes equipos reside en su capacidad para ganar cuando realmente la victoria es lo más importante. El componente que aporta la actitud, la voluntad. Y por eso el Real Madrid es el mejor. La noche del sábado toda Europa fue testigo de una de las demostraciones más salvajes que se han dado nunca en un terreno de juego sobre cómo encarar una final. El Madrid se convirtió en un sinónimo de la palabra ‘ganar’ comandada por Zinedine Zidane, que bien podría ser la definición gráfica de ‘carisma’.

Tras la odiosa parafernalia de celebración de todos los años, arrancó la final y la Juventus de Turín se hizo con el mando del partido. La presión en la salida de juego madridista unida a que el césped no estaba en sus mejores condiciones se tradujo en superioridad italiana que, si bien no era apabullante, sirvió para que los aficionados blancos más confiados notasen cómo el nerviosismo se apoderaba de su cuerpo. Allegri logró neutralizar el juego interior del Real Madrid y cortar las galopadas de Marcelo y Carvajal, que habían sido tan importantes en estos últimos meses. Sin ello, Modric y Kroos combinaban a duras penas con los jugadores más avanzados de forma que no lograban anteponer una clara superioridad atacante. El trabajo defensivo juventino resultó ser tremendamente eficaz, aunque ofensivamente toda producción quedó resumida en un par de disparos desde fuera del área de Miralem Pjanic.

Pasado el primer cuarto de hora el Real Madrid superó su período de aclimatación y por primera vez en el partido logró encontrar a Carvajal sólo, que centró para que don ‘Gol’ rematase. Y qué iba a hacer don ‘Gol’, más que aprovechar la oportunidad que le habían brindado. 1-0, minuto 20.

El encuentro se puso de cara para los de Zidane, que a los veinte minutos ya habían logrado lo que nadie consiguió en los doce partidos anteriores de Champions League: marcarle un gol a la Juve que no sea a balón parado. Lejos de fantasías y falsas ilusiones, los títulos no son tan fáciles, y menos contra un rival como este; siete minutos más tarde Mario Mandzukic, ese croata pesado que no dejó de incordiar los intereses madridistas en todo el partido, ejecutó una chilena que quebró todas las sonrisas blancas. El partido volvía a comenzar, pero con la diferencia de que ahora solo la parte bianconera de la grada deliraba de emoción. Así se llegó al descanso, con 1-1 y las espadas por todo lo alto. Lo que sucedió a continuación... te sorprenderá.

El mágico descanso

Los minutos que pasaron entre que acabó la primera parte y dio comienzo la segunda mitad entrarán en la historia por su influencia en el desarrollo de la final. No se sabe qué dijo Zidane en el vestuario, si motivó a los jugadores (más si cabe), si explicó la fórmula de doblegar la defensa turinesa o simplemente los tranquilizó de cara a lo que les esperaba. La realidad es que el Madrid de la primera parte y de la segunda tan sólo se asemejan en que vestían la misma camiseta. En cuanto la pelota se puso en juego, el Real Madrid se convirtió en el dueño y señor del partido. El vendaval vikingo se volvió imposible de controlar por la defensa italiana, que no podía hacer nada más que despejar balones, tomar aliento y prepararse para una nueva embestida morada. Desde la portería, Gianluigi Buffon veía acercarse irrefrenablemente a los madridistas una y otra vez con peligro, y en cada ocasión en la que se acentuaba el dominio proporcionalmente se alejaba él de su primera Champions League. Traspasada la hora de juego, el gol no se hizo esperar más. El autor no fue el esperado, pero sí el merecido. Tras una serie de errores el balón cayó en los pies de Carlos Henrique Casemiro, y como si formase parte del destino, el golpeo del brasileño se alió con las piernas de Khedira para que el cuero se colase en la portería. Celebraba Casemiro, volvía a ganar el Madrid.

Tres minutos más tarde se desató de nuevo la locura con el segundo tanto de don 'Gol' a pase de pajaLuka. Si hay algo peor en una final que ponerse por debajo en el marcador es ir por debajo en el marcador por dos goles y que tu rival sea el Real Madrid. Todavía más si el Real Madrid que te va ganando es este Real Madrid. 1-3, la Duodécima estaba más cerca. Rozábamos la segunda Champions consecutiva, la tercera en cuatro años. 

Llegaron los instantes finales y fue Marco Asensio el que volvió a ejecutar a la defensa juventina. Los de Allegri encajaron más goles en 90 minutos contra el Real Madrid que en más de mil minutos contra Sevilla, Lyon, Dinamo de Zagreb, Porto, Barça y Mónaco. La imperturbable defensa italiana se vio desbordada por el poderío ofensivo del Real Madrid, que constató (para los que todavía no se lo creían) que este equipo está destinado a hacer historia.

Final del partido. Llegó. Éramos campeones (otra vez). El Real Madrid CF volvía a levantar la Champions League. Todo el esfuerzo de la temporada se vio consumado en el último pitido de Felix Brych y se hizo tangible con el jolgorio posterior. Un año después, el título más prestigioso del mundo del fútbol a nivel de clubes volvía a ser aupado por Sergio Ramos. Qué suerte el cielo de Cardiff, que pudo presenciar tal imagen. Qué suerte el camero, que levantaba su segunda Champions en su tercer año como primer capitán del equipo. Qué suerte nosotros, que somos del Real Madrid.

Ahora, a celebrar, pero sin olvidar el objetivo. Como dijo Florentino Pérez, "no será la última": en unos meses volveremos a la carga para luchar por ganar la Champions League en Kiev 2018, para ser campeones (otra vez).

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Sobre el autor
Gorka Grande Carral
Estudiante de periodismo, focalizado a la rama deportiva. Intentando ver el deporte desde una perspectiva personal.