No necesitaba el Real Madrid saber que iba a ganar en Coruña para obtener la motivación de cara a la temporada que hoy comienza. Zidane es consciente de que tiene al alcance de su mano el gatillo que da comienzo a una gloriosa e histórica etapa. Una pésima pretemporada, contrarrestada dulcemente con dos victorias en dos supercampeonatos han bastado al Real Madrid para presentarse en Riazor como el mejor equipo del mundo. 

El Dépor, basándose en su eslogan, presentó su nuevo proyecto a su pilar: la afición. Los gallegos, haciendo ejercicio de su humildad, han tratado de complacer a las gargantas que les apoyan con un incesante ímpetu desde que Pepe Mel llegara para obrar la milagrosa salvación.

Pepe Mel, acordándose del maldito fútbol moderno, vio como Fede Valverde no pudo ni pisar el verde por temas contractuales. Lo acompañó en el palco Emre Colak, cuyas capacidades físicas eran insuficientes para afrontar tal encuentro. En frente salió Zidane sin el aclamado Asensio, que todavía debe reposar la viveza derrochada contra el Barcelona, y con Bale y Benzema como encargados de marcar la diferencia arriba. 

El equipo gallego no se dejó intimidar por la atrevida salida del Real Madrid. Zidane ordenó impacientar al Depor con posesiones largas y un dominio desesperante. Sin embargo, Andone esperó y con su desequilibrio puso en un apuro a la defensa y a Keylor Navas. Los dos disparos iniciales activaron a un Real Madrid que fue consciente de que el Depor podía fulminarlos en el verde. Hasta que llegó el error.

Modric lanzó un inocente disparo y la defensa gallega ayudó a todo lo demás. El rechace de Rubén cayó en las botas de Benzema y Bale, cuyo equipo fetiche estaba hoy en frente, marcó su quinto gol en cuatro partidos ante el Depor. La impasividad defensiva del Depor contrastaba con las incesantes galopadas que trataban en todo momento de romper el muro blanco. Así, Casemiro aprovechó el desconcierto gallego para hacer otra vez de las suyas.

Ya lo hizo ante el Manchester United y lo repitió en Riazor. Colarse en espacios menudos comienza a ser la especialidad del centrocampista brasileño; esta vez, Casemiro remató un balón que de manera inexplicable se paseó por toda la defensa local. Nadie pudo contactar con el balón excepto él, que se limitó a empujarlo. Zidane se vistió de Guardiola en ese segundo tanto y el toque de sus hombres se convirtió en la mayor secuencia de pases en doce años. 

La buena fe gallega exigió al Real esforzarse y exhibirse. La reanudación dejó un intercambio de papeles que poco le importó al equipo que vestía de blanco. Su fuente de recursos cada vez es más inagotable. El Real Madrid lució el buen juego de toque y lo combinaba con gusto con contragolpes típicos de equipos que rechazan el esférico en todo momento. La belleza nacida de esta diversidad contrastó con el gesto feo de la noche: Sergio Ramos agredió con el juego parado al Schar, ganándose la pitada generalizada de Riazor. 

Kroos quiso rememorar viejos tiempos y Bale asistió al alemán para terminar de matar al Deportivo a falta de treinta minutos. El galés jugó por la izquierda, como en sus mejores días en los Spurs y dio el pase atrás que tanto aprecia Toni Kroos. Poco pudo hacer Rubén al zapatazo del centrocampista. 

Los últimos minutos estuvieron empapados de polémica, choques y por un penalti de Carvajal a Gama. Andone falló una multitud de ocasiones durante el tiempo de juego y la presión le pudo también desde los once metros. Keylor se hizo grande y detuvo el lanzamiento, confirmando su excelso estado de forma.  Ramos completó su mala actuación con una expulsión con el tiempo ya cumplido: un codazo sobre Borja Valle deja a Zidane con una baja en la zaga defensiva. 

El Madrid ganó de forma clara y contundente. El sistema de dos puntas  hace que el Real Madrid no eche de menos al sancionado Cristiano y el centro del campo, artífice del equilibrio, se postula como el eje más brillante. Quedan treinta y siete jornadas para disfrutar del abanico de Zidane y que el fútbol se deleite.