La historia se repite en el Santiago Bernabéu. El 22 de agosto de 2007 Ramón Calderón incorporó a las filas del Real Madrid a un veloz holandés que en su camiseta portaba el nombre de Robben. El aficionado desconocía que diez años más tarde, acabaría pasando las mismas penurias bajo la figura de un galés tan rápido como Arjen. El paralelismo que lastra al madridismo a la queja continuada llegó hace una década con el suceso más inevitable en el fútbol: las lesiones. Bale y Robben, con una gran proyección, no logran saltar la valla de la continuidad.

No es único el caso el de ambos jugadores. El Real Madrid en las últimas décadas ha destacado por su tendencia a fichar jugadores lesionados. Aquí surgen los nombres de futbolistas que deslumbraron hasta llegar a vestir la camiseta blanca. Woodgate, Sahin y Kaká (fichado por sesenta y cinco millones de euros) acabaron en el pozo de las decepciones. También aparece el nombre de Robert Prosinecki, la joya yugoslava que apenas disfrutó más de treinta partidos en tres años.

La comparación entre Bale y Robben es inevitable por las aptitudes de ambos. El desborde y la rapidez unen su estilo de juego. Y también su historia. Arjen Robben era el indicado para guiar a un equipo que empezaba a desaparecer en Europa. Sin embargo, cuando las exhibiciones llegaban ahí estaban las roturas para devolver al holandés a la cruda realidad. El actual jugador del Bayern de Múnich se perdió casi la mitad de los partidos en dos temporadas: un dato difícil de superar y que agota todas las esperanzas puestas en un futbolista. Diez años más tarde, la decepción ha retornado.

Gareth Bale suma con la lesión de esta última semana más de trece parones por molestias en tan solo cuatro años. El galés, llamado a ser uno de los mejores del mundo en su llegada desde Reino Unido, nunca ha mostrado estabilidad durante su etapa en el Real Madrid. Traducido a números, solo la temporada 2014-2015 se tomó un respiro perdiéndose tres encuentros únicamente. En el resto de campañas se hallan datos preocupantes como los veintiocho partidos en los que no estuvo disponible la temporada pasada.

El buen juego es el peor damnificado

Los casos más recientes dejan constancia de que las lesiones cortan el buen estado de forma de Bale. El mejor ejemplo llegó hace poco menos de doce meses. El galés fue uno de los mejores jugadores del Real Madrid en el inicio de la campaña con siete goles y cuatro asistencias en dos meses de competición. El fútbol, su suerte o la mala preparación física le dejaron sin competición hasta febrero del siguiente año. 

Zidane siguió confiando en el galés y se atrevió a apostar por él en El Clásico de abril. Así, las lesiones tampoco respetaron al galés que no duró más de treinta minutos sobre el césped. Las molestias casi le dejan sin disputar la final de Champions en la tierra que le vio nacer. No consiguió la titularidad ante la Juventus pero al menos, pudo disputar el tramo final de la victoria.