Señoras y señores, ha llegado la hora, el tiempo ya no se hará más de rogar, en el horizonte se vislumbra, ya se puede ver la orilla de una larga espera, en breve comenzará la conquista de nuevas tierras, de nuevos desafíos, nuevos retos, nuevas calles y callejones; un nuevo clima se respira en la Liga Santander, ha llegado la hora del cambio y de un nuevo look. Sí, efectivamente las palabras que mejor resumen lo que está a punto de acontecer son "nuevo" y "cambio", un nuevo derbi en un cambio de estadio: el Wanda Metropolitano.

Los rivales son viejos conocidos, se saben de memoria cada arruga y cada cicatriz que tiene su oponente, cúal es el punto débil y cuáles son los puntos fuertes (muchos en ambos casos), estamos hablando de dos vecinos que se conocen de toda la vida, que viven pegados casa con casa, pero que cada día empiezan el día intentando medir más que el otro y presumiendo de sus colores como si fuesen los mejores del mundo; son dos vecinos muy presumidos, alguno con más experiencia en ciertos casos que el contrario, pero ambos tienen mil batallas que contarse el uno al otro sin obviar las que han luchado entre sí, que no son pocas ni poco importantes precisamente.

Pero no son enemigos, no, ser rivales significa luchar por un mismo objetivo y darse competencia, algo que lleva sucediendo toda la vida, pero dentro de la competición saben y recuerdan que a fin de cuentas siguen viviendo el uno al lado del otro y reconocen que el uno no sería lo mismo sin el otro y viceversa, aunque no quite que en el terreno de juego se dejen la vida y la sangre.

Son tiempos convulsos los que ambos están viviendo, el vecino de la bata blanca de andar por casa se encuentra un poco resfriado, un poco cojo cuando anda y además tiene alguna que otra bombilla fundida en el pasillo, pero se siente con confianza de lograr sus objetivos, y lo más importante es que está tranquilo, su situación en la competición doméstica no es la esperada a inicios de temporada pero sabe perfectamente que no está todo perdido, sobre todo teniendo que enfrentarse al vecino en menos de lo que canta un gallo. Al otro lado del muro, son los colores rojiblancos los que colorean su hogar, y no necesita nada más, lo ha dejado bien claro, pero aún así sigue teniendo sus problemas, ya que tampoco se encuentra mucho mejor que el vecino en la competición común, y en sus viajes por europa se encuentra bastante apurado, temiendo la situación de no poder volver por aquellos lares cuando llegue el próximo año, aunque nada está asegurado todavía a estas alturas.

Son dos competidores natos que llegan algo heridos, pero si de algo hay que estar seguro es que ambos sabrán taparse sus rasguños y harán sufrir al rival hasta el punto de desfallecer en el esfuerzo si es necesario, son mucho más que tres puntos los que se van a jugar: Hay honor, hay orgullo y mucho amor propio, valores muy importantes que se pondrán en juego en un nuevo escenario pero con el mismo contenido, en un estadio llamado Wanda Metropolitano.

Pero, ¿entonces dónde se jugaban los otros derbis?

No hace mucho tiempo, estos momentos se vivían en otro sitio, era ya un lugar un tanto antiguo, tenía ya más de 55 años cuando se le tuvo que abandonar y se mudaron sus propietarios. Era un estadio bastante imponente, se escuchaban los rugidos de las bestias cada vez que se paseaba por sus pasillos, por sus vestuarios, el olor de su césped aún tiene recuerdos de las noches de fútbol rojiblanco donde su afición disfrutaba y animaba a sus jugadores sin que importase lo que estuviese ocurriendo en el partido. Eran noches inolvidables, y no hace tanto tiempo desde las últimas que se vivieron, en el Vicente Calderón.

Era el último partido en liga entre ambos equipos, los dos lo sabían: iba a ser el último derbi en el Calderón en liga y no podían fallar en su acometido de encontrar la victoria que pusiese la guinda al pastel, ninguno de los dos. Todavía no ha hecho ni un año desde entonces pero se recuerda como si hubiese pasado ayer, el Real Madrid llegaba líder en solitario en liga y tenía la enorme oportunidad de aventajar casi definitivamente al Atlético de Madrid con una distancia de nueve puntos, eran aún fechas tempranas pero tantos puntos pesan mucho siempre. El Atlético lo sabía, pero dolorosamente no pudo hacer nada ante un partido majestuso de un Isco que por aquel entonces ya había enamorado definitivamente a Zidane (aunque aún no se lo había dicho, ese momento llegaría más adelante), aunque si de alguien es necesario acordarse de aquella noche es del de siempre, de Cristiano, él solo anotó todos los tantos del partido, uno detrás de otro como en fila india y nada pareció poder detenerle, es a lo que tiene acostumbrado al mundo entero, a demostrar su valía, decisión y contundencia en las citas más importantes, y aquella noche lo era.

Cristiano pasó como una apisonadora. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)
Cristiano pasó como una apisonadora. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)

Consiguió un hat trick de los que se recuerdan, de los que hacen mella en el rival y que hacen que su nombre quede gravado en letras de oro en las vitrinas del Real Madrid, unas letras de oro que quizá también se encuentren en el próximo balón de oro, pero eso ya es otra historia. Primero lo hizo de falta, rondaba el minuto 22 del encuentro y se encontraba algo lejos, pero algo pasó por su cabeza, como si de la demolición de un muro se tratase, se llenó de confianza y valor para el golpeo y el muro que antes había derribado en su cabeza, lo derribó de nuevo tratándose esta vez de la barrera rojiblanca, hizo aguas, hubo un hueco por donde atravesó el balón y finalmente besó las mallas rojiblancas ante un Oblak que solo pudo ser testigo de una historia que ya se había contado varias veces.

Ya en la segunda parte de aquel partido el Atlético retomó el encuentro pareciendo que se iba a llevar el gato al agua, presionando la salida de balón de los blancos y ahogando su juego, el Atlético no estaba dispuesto a rendirse en lo que significaba el último enfrentamiento ante su vecino en su propia casa en liga, Griezmann lo intentaba con centros al área pequeña desde la banda izquierda cuando podía y Carrasco con algún que otro lanzamiento lejano intentaban tapar el agujero que hizo el primer gol de Cristiano que estaba provocando inundaciones en el Manzanares.

El Atlético intentó reaccionar en el descanso. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)
El Atlético intentó reaccionar en el descanso. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)

Pero acto seguido llegó la ventisca, el diluvio universal, las aguas que aún eran mansas se tornaban indomables por la fuerza de Cristiano: estaba recien entrado el minuto 70 del partido, el Atlético del Cholo Simeone trataba de encontrar el hueco en la defensa madridista, pero primero Isco sacando el balón y luego Bale con un pase en largo para Cristiano, dejaron al portugues solo ante el peligro teniendo como único perseguidor a Savic, que una vez llegados al área cometió penalti sobre el luso, lo que significó como casi en el cien por cien de las ocasiones en un nuevo gol madridista, el portugués lanzó el penalti al lado izquierdo del portero y Oblak se venció a su lado derecho, una vez más el Esloveno no pudo hacer nada para evitar el encuentro del balón con las redes rojiblancas.

Finalmente ocurrió lo que se había previsto, de nuevo Cristiano con su hat trick particular, después de una carrera espectacular de Bale que en aquel entonces se encontraba en un espléndido estado de forma, le cedió la pelota con una pase de la muerte que Ronaldo solo tuvo que sentenciar tan solo seis minutos después del segundo tanto. Cristiano dictó sentencia en el último partido en liga en el Calderón, pero a decir verdad, no fue realmente el último en aquel estadio.

Entonces, ¿cuál fue el último encuentro entre ambos equipos?

Para retornarnos al último encuentro que tuvo lugar en el Vicente Calderón, no hay que fijarse ni en la Liga ni en la Copa, debemos mirar a europa, a la mayor competición europea de fútbol, que es la Champions. En tierras europeas la historia es controvertida, especial y muy espesa para ambos conjuntos, hay precedentes muy dolorosos y muy recientes para los colchoneros en los últimos años, que esperaban influenciar lo suficiente para aquel último encuentro en las semifinales de Champions en el que los de Simeone necesitaban darle la vuelta al resultado cosechado en el partido de ida en el Santiago Bernabéu, donde de nuevo el mismo protagonista de siempre (Cristiano una vez más) dejó herido de muerte al Atlético con un hat trick (efectivamente, otro hat trick) que se tornó irreversible para cualquier tipo de remontada en cualquier estadio del mundo, o al menos eso pareció en un principio.

Llegó el encuentro, llegó aquel día, el último día, un 10 de mayo de 2017, el Calderón se vestía por última vez de europeo, de Champions, del color azul que tiene el fútbol de clase mundial, de traje y corbata para recibir a (quién si no) ¡su vecino! qué irónico ¿verdad?, y es que la historia a veces es así de caprichosa y hermosa.

La afición siempre confía en su equipo. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)
La afición siempre confía en su equipo. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)

Comenzó el partido, el Atlético buscaba la heroicidad de una remontada imposible en la última cita con el Real Madrid en su propia casa, parecía un guión de película, el Real Madrid en cambio no quería sobresaltos ni sorpresas, no nada de eso, el Real Madrid se había tranquilizado para este encuentro tan especial, pero a Zinedine Zidane se le olvidó algo esencial: adormecer desde el principio al que te quiere dar caza, que no es otro que tu vecino de nuevo, las cosas de la vida.

Desde el principio los rojiblancos se mostraron como toros embravecidos que no buscaban el color rojo sino el blanco, y no tardaron en dar la primera cornada de la noche, en el minuto 12 de partido Saúl Níguez cabeceó con bravura el centro botado por Koke al primer palo y Keylor Navas no pudo hacer nada por evitar que ese balón entrase, básicamente porque ningún ser humano lo hubiera podido hacer en su lugar.

No tardó nada en llegar de nuevo la siguiente embestida a los blancos, apenas cuatro minutos más tarde Varane cometía penalti justo en el momento que más daño podía hacer a su equipo y en esa ocasión Griezmann no falló el penalti ante Keylor (que casi lo detuvo, por cierto), en ese momento recorrió un recuerdo doloroso por la mente de todos y cada uno de los colchoneros que estaban viendo el encuentro ya sea en el campo o desde sus casas, un recuerdo con olor a Milán y sabor a madera, pero eso ya es otra historia.

En ese momento parecía que aquella remontada nunca había estado tan de cara y tan fácil, pero a Simeone le faltó la última cornada, el empujón final que hubiera entablado el resultado global y hubiera hecho empezar la eliminatoria entera desde cero. Pero finalmente no pudo, no se sabe muy bien si por la marcha atrás de los colchoneros o por mérito propio de los madridistas, se presume más bien que fue fruto de la combinación de ambos, lo que llevó al final más lento y doloroso para todo el Calderón: Benzema se inventó una jugada que hasta ese momento se pensaba que era físicamente imposible, pero logró la proeza de librarse de tres defensores atléticos en tan solo un palmo de terreno de juego, en la línea de fondo. Imposible decían, increíble lo vio Isco, irremontable fue la consecuencia para el Atlético de Madrid. Isco sentenció en medio del barullo que Benzema había provocado y sentó como el dardo tranquilizador que necesitaba inyectar Zidane en el toro de Simeone, moribundo y medio dormido quedó el Calderón, inmediatamente empezó a llover, qué irónico final para tan especial encuentro, el fuego de la vida y de la ilusión, el de la remontada empezaba inmediatamente a apagarse, a desangrarse a medida que pasaba cada segundo del cronómetro.

Murieron con las botas puestas. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)
Murieron con las botas puestas. | Foto: Daniel Nieto (Vavel)

Finalmente llegó el final sin mayores incidencias, el Real Madrid lo había conseguido: Estaba en otra final de la Champions. El Atlético volvió a caer a manos del Real Madrid por cuarto año consecutivo en la competición favorita para los madridistas. Los papeles parecían no cambiarse, finalmente ambos vecinos volvieron a casa, cansados pero de la mano, sosteniéndose el uno al otro, porque uno no estaría viviendo la gloria sin el otro, y el otro no podría seguir queriendo tanto a los suyos sin el uno, porque ambos se hacen grandes recíprocamente.

Después de todo, la historia volverá a pronunciarse en el próximo encuentro entre los dos mejores rivales del mundo, en una nueva casa, pero sin más cambios que ese, en lo que parece la historia de un derbi interminable.