El fútbol es algo tan inmensamente grande que deja a elección del aficionado múltiples maneras de vivirlo. Sus detractores dicen que esto va solo de pegarle patadas a un balón, que los que sufrimos por esto somos gente con pocas luces. Y es que cuando se habla desde la ignorancia, a veces lo mejor es eso, ignorar y compadecerse, por lo que se pierden. Hoy traigo la historia de alguien que, viviendo en un ambiente de detractores ignorantes, consiguió descubrir por su cuenta lo que era el verdadero fútbol. Y vaya si lo hizo.

El protagonista, Pedro, es un joven sevillano al que le empezó a gustar aquello del fútbol en el año 2002, con siete años y coincidiendo con aquel Mundial de Corea y Japón que tan amargo recuerdo dejó a todos. Él, animado por su padre, se hizo del Betis, aunque para decantarse, lo que realmente valoró fue que iban de verde, color que le gustaba, y que el estadio estaba cerca de su casa. Y es que su padre es jiennense y madridista y, por tanto, nunca supo transmitirle esa pasión necesaria para hacerse de un equipo, ya que solo una vez fue con él al estadio - y fue porque le regalaron las entradas-.

Pero Pedro no se limitó a seguir solo al Betis. Más allá de los piques con los compañeros de clase sevillistas -cuando los béticos aun podían hablar de fútbol con los sevillistas- y de ver los partidos de su equipo cuando los televisaban, empezó a seguir por su cuenta todas y cada una de las categorías del fútbol español. Lo hacía mediante el mítico teletexto, que aun hoy sigue usando a veces, como homenaje a tantas tardes de lunes recorriéndose todos los resultados y clasificaciones de todas las categorías. Su favorito era el de Canal Sur, que llegaba hasta Regional Preferente. Además, los domingos por la tarde vivía pegado a la radio, escuchando todos los partidos que se retransmitían, muchos de ellos en el típico horario de las 17:00h. Se puede decir que era bético, sí, pero por encima de todo lo que le apasionaba era el fútbol. En esa época, sin duda, aquel chico de siete años sabía más de fútbol nacional que el mismísimo Maldini.

Y fue en esa temporada 2002/2003, de la que aún recuerda cada detalle, cuando descubrió a un equipo llamado Real Oviedo, al que siempre encontraba en la parte roja de la clasificación de Segunda en el teletexto. Le preguntó a su padre por dicho equipo tan malo y éste le dijo que en ese equipo jugaba un tal Oli, que había jugado en el Betis procedente del conjunto oviedista, pero que tras el descenso de los verdiblancos a Segunda, volvió a recalar en el cuadro carbayón, que se mantuvo en Primera esa temporada.

Eso a nuestro protagonista no le gustó en absoluto, y empezó a desear que Oli volviera a sufrir un descenso, pero esta vez a Segunda B, creyendo por aquel entonces que el ariete tendría que quedarse irremediablemente en el conjunto azul y sufrir el jugar en dicha categoría. Y su deseo no solo se cumplió, sino que además un día escuchó por la radio que el Real Oviedo descendía a Tercera por impagos. En ese momento le deseó a delantero asturiano una feliz estancia en el barro. Pobre ignorante, que no tenía ni idea de que el único que iba a jugar en la cuarta división del fútbol español era el Real Oviedo y no el traidor de Oli. Aún tenía ocho años y era algo pronto para entender ciertas cosas.

Foto: http://realoviedo.incondicionales.com/
Foto: http://realoviedo.incondicionales.com/

Pasaron unos años, cinco concretamente, y para el protagonista de esta historia el fútbol ya no era lo mismo. Había perdido la ilusión por ese deporte, en gran parte por la prensa nacional, que siempre hablaba de los mismos equipos,  y por otra, porque se empezó a aficionar al baloncesto, ya que al empezar a jugar al fútbol en los recreos, pronto se dio cuenta de que su sitio estaba más bien en el sofá de casa.

Pero una tarde de octubre de 2008, en su afán por conocer más y más cosas del fútbol modesto, algo que siempre le apasionó, estaba escuchando himnos de equipos humildes en YouTube, cuando, en sugerencias, apareció el himno del Real Oviedo. Empezó a recordar que la última vez que los vio en el teletexto habían quedado los penúltimos en Segunda B, cosa que le sorprendió mucho en aquel momento. Pero de eso ya hacía un tiempo, así que se empezó a preguntar qué había sido de ellos. Le dio a reproducir y, cuando comenzó a escuchar la introducción, empezó a recorrerle por el cuerpo una sensación indescriptible. Fue algo mágico. El sonido de las gaitas le hizo estremecerse y hasta que no escuchó el himno tres veces seguidas no pudo parar. Una vez lo consiguió, se fue directo a la página web del club, temiendo que el Real Oviedo hubiera ya desaparecido, pero encontró que aún seguían vivos en Tercera. Acababan de ganarle 0-2 al Tuilla e iban líderes.

La alegría y el alivio que sintió en el momento que vio que el club seguía existiendo le llevó a volver a YouTube, a buscar vídeos del club en Tercera, a conocer qué había pasado todos esos años. Y ahí fue cuando terminó de enamorarse. Alucinó con esos campos de barro, en los que había más aficionados de azul que del propio equipo local, algo inédito para él, y alucinó aún más si cabe cuando vio el ambiente del Carlos Tartiere en los partidos por el ascenso a Segunda B. No daba crédito. Casi treinta mil personas por un simple ascenso a la tercera categoría de nuestro fútbol. Pero no se quedó ahí, sino que todavía con la boca abierta leyó artículos sin parar sobre la odisea del club para sobrevivir desde el 2003, las miles de personas echándose a la calle para salvar el club, los más de diez mil socios el primer año en Tercera, la lucha frente a un club paralelo que pretendía sustituirle, las múltiples decepciones a nivel deportivo… y se volvió loco. Tan loco, que se declaró fan incondicional del Real Oviedo. Juró amor eterno a ese club y prometió que predicaría su oviedismo allá donde fuera. Porque como dice el Volveremos de Melendi, “Hala Oviedo, Real Oviedo, tu gente nunca se esconde”.

Foto: http://deportesconhistoria.blogspot.com.es/
Foto: http://deportesconhistoria.blogspot.com.es/

Al contar en el colegio su nuevo hobby, la gente se reía de él. “¿El Oviedo? ¿Pero ese equipo existe de verdad?”. Él, lejos de enfadarse, sonreía. Sabía que ellos nunca lo entenderían. Sabía que había tenido la suerte de descubrir lo que era el verdadero fútbol. Una afición volcándose para salvar al equipo de sus amores pese a tenerlo todo absolutamente en contra. Y cuando digo todo, es todo. Sabía que aunque su equipo estuviera en Tercera, esa sensación y ese orgullo que  sentía al verlo jugar, era superior a todo en cuanto él había vivido anteriormente con el fútbol. Y sobre todo, sabía que a pesar de los múltiples golpes deportivos y extradeportivos, el Real Oviedo iba a volver tarde o temprano al fútbol profesional, nunca tuvo la menor duda.

Desde aquel mágico día empezó a seguir todos los partidos del cuadro carbayón como buenamente podía, desde la otra punta de España. A veces, había suerte y la televisión autonómica televisaba y otras le tocaba seguirlo por la radio o por comentarios. A final de temporada llegó el ansiado ascenso a Segunda B, con esa dramática tanda de penaltis en Mallorca que le restó años de vida. Orgulloso, enseñaba fotos y vídeos del ambiente del Tartiere en el partido de ida a sus amigos, que no se terminaban de creer que aquello fuera un partido de Tercera. Lo que Pedro no entendía es como se podía no ser del Real Oviedo.

Foto: http://ovetus13.deviantart.com/
Foto: http://ovetus13.deviantart.com/

Tras esa primera temporada en Tercera, llegaron siete consecutivas en Segunda B. El ansiado ascenso a Segunda no llegaba y se sucedían los fracasos en el césped. Para colmo, el club seguía en una delicadísima situación económica que hacía temer nuevamente por su desaparición. Hasta que llegó el año 2012. El año en el que los hechos le dieron a Pedro la razón. El año que confirmó que el Real Oviedo es un club diferente, único, algo difícil de explicar si no se está dentro, si no se siente.

Una llamada desesperada del club, que necesitaba dos millones de euros en apenas dos semanas para evitar la desaparición, desató un movimiento internacional sin precedentes que culminó con la compra del club por parte del Grupo Carso del multimillonario Carlos Slim. Uno de los hombres más ricos del mundo había invertido en un equipo que llevaba una década moribundo por el infrafútbol. Lo había hecho tras ver como niños que nunca habían visto a su equipo en la LFP, rompían sus huchas en las oficinas del club para comprar acciones y salvar a su equipo. Lo decidió tras ver como, no solo una ciudad, sino miles de personas de todo el mundo, se volcaban con la salvación de este histórico de nuestro fútbol. Y Pedro, como no podía ser de otra manera, se unió a esa locura y se hizo accionista del club que le había devuelto la ilusión por el fútbol. Jamás había estado tan orgulloso. De repente su equipo era conocido en países de todo el mundo, aparecía en los telediarios. Y a los que se habían reído de él por ser del Oviedo, les decía “Yo no sé vosotros, pero yo estoy haciendo negocios con uno de los hombres más ricos del mundo”.

Foto: LNE
Foto: LNE

Y a partir de aquí, la historia que todo el mundo conoce. El 31 de mayo de 2015, el Real Oviedo consigue, por fin, el ansiado ascenso a Segunda y certifica su regreso a la LFP doce largos años después, y lo hacía dejándole a Pedro su mejor momento como oviedista. Cuando Diego Cervero, su ídolo, saltó al césped del Tartiere en los minutos finales del partido de ida frente al Cádiz, revolucionó y empató el partido. El protagonista, aparte de volverse loco pegando gritos por toda la casa, sabía que aquello había sido un punto de inflexión, que cuando volvían a aparecer los fantasmas del pasado, apareció Diego con ese gol y le dio un impulso al equipo que duró hasta el partido de vuelta y que decidió la eliminatoria. Se cerraba un círculo.

Pedro volvería a ver al Real Oviedo en la división donde lo vio por primera vez allá por el 2002, pero lo vería como jamás habría imaginado por aquel entonces, como un incondicional aficionado y como un orgulloso accionista. Quién se lo iba a decir. Ahora los más jóvenes también conocen al Oviedo en Sevilla. A Pedro le para la gente por la calle cuando lleva orgulloso su camiseta azul, con Diego Cervero a la espalda. El día después del ascenso, un joven matrimonio paseando a su bebé le paró y le dio la enhorabuena. Le dijo que se lo merecían después de tantos años. Sus amigos ya no le preguntan que de qué equipo es esa camiseta, todos la conocen. Cuando veranea en Cádiz, se cruza con asturianos que alucinan al ver a un sevillano con la camiseta del Oviedo. Y ya cuando les canta el himno del Oviedo o el de Asturias, pues que os voy a contar.

Y es que estos años en el barro han hecho del Real Oviedo algo inimaginable. Un club con un respaldo económico impresionante y con nuevos aficionados por todo el mundo que animan desde la distancia, por mucha que sea. Un premio a toda esa gente que nunca abandonó a su equipo a pesar de caer en las catacumbas del fútbol español, en un desplome sin precedentes en este país. Esa gente que veía como clubes que pasaban por trances similares, acababan desapareciendo o refundándose. Mientras, el Real Oviedo seguía respirando año tras año gracias a su inigualable afición.

Foto: El Desmarque Asturias
Foto: El Desmarque Asturias

El fútbol es algo tan inmensamente grande que deja a elección del aficionado múltiples maneras de vivirlo. Y nuestro protagonista eligió vivirlo a casi 800 km de distancia, apoyando a un club con el que se sintió identificado. Ser de los que ganan es muy fácil, pero hacerse de un equipo de la otra punta de España, en Tercera, porque sintió que le representaba, le pareció mejor. Por último, Pedro no quiere que acabe este artículo sin que antes escriba una serie de frases que le quiere dedicar al oviedismo.

Quiere decir que hacerse del Real Oviedo ha sido la mejor decisión de su vida. Que cuando en mayo de este año viajó a Oviedo por primera y pisó el césped del Tartiere, sintió una emoción superior a la que le supondría ganar la Champions. Que tiene una entrevista realizada a pie de campo que emociona a cualquier oviedista. Que quiere dar las gracias al Real Oviedo y a su gente por hacerle descubrir la magia de este deporte y por inculcarle un sentimiento único.  Y que lo tiene muy claro, para él lo mejor está aún por llegar, y sabe que el oviedismo lo va a gozar como nunca. Porque se lo merecen más que nadie.

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