Un enfrentamiento entre el Real Oviedo y el Real Sporting de Gijón siempre trae consigo anécdotas curiosas. Intensidad, competitividad y rivalidad aparte, el partido disputado por los dos mejores equipos de Asturias en la temporada 1990/1991 iba a ser un ejemplo más de ello. Con el Real Sporting de Gijón más que asentado en la categoría –solo en esa etapa fue cuando más participaciones europeas consiguió- y un Real Oviedo que, a pesar de no llevar ni siquiera tres temporadas en la élite por aquel entonces, también se codeaba con los más grandes, se llegó a un final de temporada apretadísimo con nada más y nada menos que siete equipos repartidos en un abanico de tres puntos de diferencia en la lucha por una sola plaza para la segunda competición continental de clubes más prestigiosa, la Copa de la UEFA, a falta de tres jornadas para el final. ¡Qué bonitas eran las ligas de dos puntos!

Fue en esa misma jornada cuando tuvo lugar este famoso derby. Se disputó en El Molinón. El Sporting, quinto clasificado, partía con la misma ventaja sobre el Oviedo –tres puntos- que tenían los azules –sextos- sobre la Real Sociedad, duodécima. Equipos como Valencia, Sevilla o Athletic de Bilbao, actualmente unos habituales en los puestos amarillos del teletexto, se estaban peleando por una llave para Europa con otros equipos menos comunes en este tipo de posiciones, como era el caso del propio Real Oviedo, el C. D. Logroñés –ya desaparecido- o el Real Burgos –actualmente luchando por la permanencia en el grupo VIII de la Tercera División-.

Y en el partido...

Como ocurre en todo derby: mucho corazón y poca razón. Jugadores desequilibrantes de ambos bandos como fueron Carlos, empatado a goles con un tal Hugo Sánchez, o Luís Enrique, que casualmente tenía los mismos tantos en su casillero que su sucesor en el banquillo del Barcelona, Ernesto Valverde, no pudieron romper el cero a cero inicial.

Antonio Rivas, capitán azul, durante un derby de los años 90. Detrás, su compañero, el portugués Paulo Bento
Antonio Rivas, capitán azul, durante un derby de los años 90. Detrás, su compañero, el portugués Paulo Bento. | Imagen: Real Oviedo.

Que el resultado haya finalizado así no quiere decir que no se hayan sucedido ocasiones claras para ambos equipos. Un desafortunado Carlos, definió bien pero Diego, un guardameta cedido por el Atlético de Madrid, respondió aún mejor. En la segunda mitad, el Real Oviedo achuchó más que el Sporting con el objetivo de asegurarse ya casi de manera virtual su participación en la Copa de la UEFA de la 91/92 y quiso aprovecharse de que el Sporting, por lesión de uno de sus hombres cuando ya había realizado todos sus cambios, disputase los minutos finales con un jugador menos.

Fue precisamente en ese arreón final cuando Bango y Carlos –los autores de los dos únicos goles del Real Oviedo en competición europea- fueron protagonistas de una historia, cuanto menos, de locos. Casi en el área de meta, el asturiano recibió una peinada del de Úbeda y fue agarrado y derribado por un defensor sportinguista cuando estaba a punto de subir el primero al marcador. Carlos corrió como pollo sin cabeza a pedirle explicaciones al árbitro, alegándole todo lo que se estaban jugando –nada más y nada menos que la primera participación europea de su historia- a lo que el colegiado del partido, Ramos Marco, respondió con un descarado: Estese tranquilo, que van a entrar los dos en UEFA”.

"Y fueron felices y comieron perdices"

Y así fue. El 19 de septiembre de 1991, Bango vería como el fútbol le devolvería lo que le quitó aquella tarde en el estadio de El Molinón, marcándole el 1-0 final al Genoa, en la primera y única cita del Carlos Tartiere con la Copa de la UEFA. Finalmente, un Sporting que, como predijo Ramos Marco, también participó en dicha competición, llegaría una ronda más lejos que el conjunto carbayón al perder este la eliminatoria contra el Genoa en el último minuto del partido de vuelta, disputado en Italia: 3-1Carlos hizo el segundo y último gol del conjunto ovetense en Europa.