Suelen decir que la Real tiene mucho del carácter guipuzcoano, ese que le hace ser trabajador, con un punto orgulloso, pero, sobre todo, muy discreto. Algo de cierto debe haber en ello, porque el donostiarra no es un equipo que acostumbre a copar muchas portadas ni a llamar en exceso la atención. No importa que esté quinto en la clasificación a un solo punto del Atlético Madrid, todavía son muchos los periodistas que se olvidan de citar a la Real a la hora de hablar de los equipos que pelean por la Champions. Y es que los txuriurdines siempre han preferido seguir el camino de la discreción, el de no llamar mucho la atención, pero terminar la temporada donde nadie esperaba verlo.

Igual que la Real, el Espanyol es otro de los equipos que han hecho de la discreción un arte. No son muchos los que lo saben, pero sólo Barcelona, Real Madrid y Athletic han estado más años en Primera División que el Espanyol. Y sin llamar mucho la atención, los periquitos han ganado también cuatro Copas del Rey y han jugado dos finales de la UEFA, méritos al alcance de muy pocos.

La discreción del Espanyol llega al punto de haberle cedido al Barcelona un dominio casi absoluto sobre la ciudad condal. Porque hoy en día resulta extraño, pero, mucho antes de que trasladara su sede a Cornellá, el Espanyol tenía tantos seguidores en Barcelona como el equipo culé. No fue hasta los años cincuenta y la llegada de Kubala cuando el gigante empezó a comerse al chico. Antes los periquitos se habían permitido arrebatarle a su rival nada menos que a Ricardo Zamora y, en los años cuarenta, llegaron a contar con más socios que el equipo culé. Luego llegó Cruyff, se empezó a hablar de “mes que un club” y, en poco tiempo, el Barcelona se convirtió, primero en el equipo de todo un país y, más tarde, en un club universal.

Mientras los culés se imponían como el equipo representante de Cataluña, el Espanyol se mantuvo en un discreto segundo plano, y sin llamar mucho la atención, en la temporada 87-88 eliminó al Inter de Trapattoni y al Milan de Sacchi, hasta plantarse en aquella histórica final de la UEFA frente al Bayer Leverkusen. Luego llegaron años de penurias económicas y el club se vio obligado a abandonar el estadio de Sarriá y trasladarse a un inhóspito estadio olímpico con unas pistas de atletismo que alejaban al público de los jugadores (¿a alguien le suena familiar?).

El Espanyol se recuperó de la crisis y volvió a contar con un estadio de fútbol. En el camino, además, ganó dos Copas del Rey y volvió a disputar una final de la UEFA. Esta temporada, con la misma discreción de siempre, el equipo se ha colocado octavo, a seis puntos de la Real. Quique Sánchez Flores ha dado forma a un equipo sin grandes nombres, pero que sabe jugar muy bien al fútbol y que ya se impuso al Sevilla hace un par de jornadas.

A lo largo del fin de semana los grandes medios hablarán del Alavés-Barcelona, del Osasuna-Real Madrid o del Atlético-Celta. No importa que en Cornellá se vayan a enfrentar el quinto contra el octavo de la clasificación, dos equipos metidos en la pelea por Europa, el Espanyol-Real Sociedad despierta tan poco interés que la LaLiga lo ha programado para el viernes a las 20:45. Los periquitos y los txuriurdines no se van a preocupar por esta falta de atención, al fin y al cabo es un rasgo que ha marcado siempre su carácter; llevan muchos años funcionando así y no les ha ido tan mal. Seguirán con su habitual mesura, sin meter mucho ruido; hasta que, al término de la jornada 38, se hayan colado en Europa una vez más; como hacen los equipos discretos, como han hecho tantas veces Espanyol y Real Sociedad.