Gijón. 26 de abril de 1981. El Molinón. La Real cae dos a uno y se le escapa la Liga. El Real Madrid gana en Valladolid y tiene la Liga en sus manos. Juanito recorre a gatas el camino a los vestuarios, tal y como prometió que haría en caso de que su equipo se alzase con el título. Pero la Real, ese equipo que no cuenta con la "grandeza mediática" de otros, se hizo inmensa en el momento que ha marcado la historia blanquiazul.   

Alonso colgó un balón al área, el guardameta Castro despejó de puños y el rechazo cayó a los pies de Górriz, cuyo intento de disparo lo recogió Zamora en el interior del área grande para darle el empate a la Real y por ende, la primera Liga de su historia. 

36 años después, un chico de Coín con el "7" a la espalda, decidió emular a una de las leyendas del club donostiarra. Su cabezazo a la red otorgó el sexto puesto a la Real. Muchos lloraron, como queriendo recordad el tanto que casi cuatro décadas antes hizo campeona a su Real. La historia quiso que fuera en Vigo, donde la Real perdió su tercera liga, la historia quiso que fuera en el minuto 93, en el que la Real se ha dejado tres puntos en su feudo esta temporada. El fútbol se reconcilió con la Real, otorgándole un merecido premio. 

La Real aprovechó el error del Athletic  

No fue la mejor actuación de la Real, no cabe duda. En ningún momento pareció controlar el partido, si bien tampoco le faltaron argumentos para adelantarse en la primera parte. Pero lo mismo pueden pensar en Vigo. Su equipo dignificó una magnífica temporada que no ha podido reflejarse en el campeonato de Liga, otorgándole una cálida despedida a Eduardo Berizzo, uno de los mayores responsables del éxito celeste. 

Con el Athletic perdiendo en el descanso y con el Villarreal ganando en Mestalla, la Real hacía bueno el empate en tierras gallegas, hasta que Iago Aspas (todo indicaba en los prolegómenos que sería él el goleador) adelantó a su equipo. 

A la Real le costó reaccionar. Nunca se sintió cómodo en la segunda mitad. Los nervios pesaron demasiado a los de Eusebio, eran conscientes de que el sexto puesto se alejaba según pasaban los minutos. 

Reacción donostiarra en la segunda  mitad

El tanto de Oyarzabal a diez minutos del final lo gritó toda Gipuzkoa, toda San Sebastián. El joven universitario rompió a llorar besándose el escudo y dedicándole el tanto a los aficionados realistas  presentes en Balaídos.  Fue el fiel reflejo del sentir txuri-urdin, ese ser sufridor que nunca se rinde. Lo cierto es que tenía que ser Oyarzabal el goleador, tenía que ser el día en el que el destino le devolviese uno de tantos goles que no ha podido anotar esta temporada. 

La alegría, sin embargo, no duró demasiado en el seno realista. Hjulsager marcó un auténtico golazo en el minuto 90, tanto que parecía desterrar todas las opciones de la Real de terminar en séptimo lugar. 

Pero dicen que el Dios del fútbol, ese ser omnipresente que decide como por arte de magia los encuentros, siempre tiene un As en la manga preparado en el momento más inesperado. Juanmi, con un cabezazo de "pillo", como agazapado a la espera, puso en vilo los corazones de los centenares de aficionados realistas que peregrinaron hasta Balaídos, y el de todos aquellos sufridores aférrimos que lo vivieron lejos de la ciudad viguesa.