Llegó una de esas salidas que ningún equipo de la Liga BBVA quiere afrontar pero que todos tienen que sufrir: visitar el Vicente Calderón. Y son esas dos palabras las que caracterizaron al Valladolid: sufrir y afrontar. Los de Juan Ignacio Martínez no supieron enfrentar este partido con la intensidad suficiente -ni siquiera con el mínimo exigido a jugadores de alta competición- y como consecuencia tuvieron que soportar la losa que supone que en los cinco primeros minutos de juego ya hayas encajado dos goles por errores defensivos bochornosos.

Dicen que la cara es el espejo del alma y eso en fútbol se puede traducir en que puedes perder un partido pero todo depende de la imagen que des. Y la imagen del Valladolid en el Calderón ha sido fiel reflejo de un equipo a la deriva, sin alma ni plan de ejecución visiblemente eficaz. Once jugadores que parecieron no saltar al césped cuando el árbitro pitó el comienzo del encuentro, justo lo contrario de lo necesario para plantar cara al equipo de Simeone. Porque si hay alguna manera de ganar a los rojiblancos, que evidentemente la hay, esa comienza por estar metido en el encuentro desde mitad de la semana previa al choque.

La intensidad es una de las claves para encarar los partidos, y más si existe una ausencia de futbol determinante. Y ese ímpetu inicial fue el que no mostró el Real Valladolid y que no supo contener del rival. Resultaba evidente que el Atlético de Madrid iba a salir con la sexta marcha metida desde el minuto uno después de tres derrotas consecutivas en las que no había conseguido ver puerta. Pero los albivioletas no entendieron esto y así en cinco minutos tiraron a la basura toda posibilidad de sorprender en la capital.

Las dos primeras jugadas del encuentro ya dejaron visos de cómo quería cada equipo que se desarrollara el juego. El Valladolid con la intención de controlar el balón para abrir vías de ataque y el Atlético de Madrid con una presión intensa y una velocidad endiablada para coger roto al equipo de Martínez.

Así no pasaron ni tres minutos desde el inicio hasta el primer gol local. Una falta cerca de la frontal botada por Gabi para que Raúl García recibiera el pase raso libre de marca y consiguiera conectar un disparo cerca del palo izquierdo de Mariño. Un fallo en la marca y uno de esos bloqueos cada vez más habituales en los balones parados se tradujeron en que el Valladolid ya remaba a contracorriente.

Pero ahí no acabó toda falta de intensidad de los visitantes, ya que sin apenas tiempo para asimilar ese primer derechazo el Atlético asestaba un segundo más duro, más certero y que dejó grogui al Valladolid para todo el encuentro. El gol llegó gracias a la defensa adelantada que propuso Juan Ignacio Martínez para este partido. Un balón largo para Costa que gana en carrera a Mitrovic y llega al área con la portería sin cubrir ante la media salida de Mariño, que facilitó la vaselina del brasileño.

Cinco minutos y el partido decidido de no ser por un inusual golpe de suerte a favor del Real Valladolid. Con ese marcador tan favorable, los de Simeone bajaron el listón de la presión e intensidad y dejaron al Valladolid que hiciera el juego e control que pretendía pero en una zona donde era totalmente estéril. A pesar de no presionar en la salida inmediata del balón, la medular rojiblanca conseguía robar fácil y llegar al área de Mariño con facilidad dado que los castellanos se volcaban en ataque para intentar multiplicar opciones.

Con los veinte primeros minutos cumplidos el Valladolid hizo su primera combinación con criterio y de más de cuatro pases. Pero daba la sensación que si esa consecución de pases existía era porque los locales la permitían. Diez minutos después de marcar los dos goles el Atlético de Madrid cedió la iniciativa al Valladolid, que consiguió estirarse más y combinar con mayor duración y sentido. Pero era un dominio del balón estéril ya que no producía duda alguna en la defensa local, bien armada y replegada para robar y que el equipo salga con rapidez a la contra.

De manera que el bagaje ofensivo de los pucelanos en la primera mitad fue testimonial. Nulo. Invisible. El Valladolid no encontraba casi salida a su juego con numerosos errores en los pases y el Atlético se encontraba muy cómodo esperando en la retaguardia. Los cinco primeros minutos, el control de las situaciones y las jugadas a balón parado fueron las cartas de los locales para ganar la mano en la primera parte.

Más de lo mismo

El segundo tiempo llegó con la entrada de Osorio en detrimento de Omar, en el que Martínez sigue viendo algo que nadie más ve para que salga cada partido de titular. Esta sustitución hizo que el Valladolid variara su dibujo: del 4-2-3-1 al 4-4-2 que ya dio algún resultado al comienzo de la temporada pero que no hizo ningún daño en la zaga local en el partido de hoy.

La esperanza de que los castellanos dieran la vuelta o metieran un poco de miedo en el cuerpo de los aficionados atléticos era imperceptible en todo seguidor blanquivioleta que estuviera viendo el partido. El plantel del técnico alicantino tampoco dio sensación de peligro en esta segunda mitad, en la que sí lograron quitarse el dominio local y consiguieron combinar con más fluidez y sobre todo sentido.

El Valladolid estiró más sus líneas y abrió más el campo para intentar llegar a Courtois, pero los blanquivioletas no se presentaron con las armas necesarias para hacer una herida por pequeña que sea en la moral del Atlético de Madrid. El partido se convirtió en el paradigma del aburrimiento. El Valladolid no podía y al Atlético le bastaba con no perder su posición. Uno no quiere, otro no puede. Resultado de la ecuación: sopor.

El Valladolid mejoró en intensidad defensiva en jugadas con el balón en movimiento. Aumentaron la concentración y corrigieron errores de marca, sobre todo Rukavina y Peña que hicieron un partido que juguetea con el desastre. Si bien la zaga visitante se mostró más eficaz con el balón en juego, en las jugadas a balón parado la historia seguía siendo la misma. Cada saque de esquina o falta lateral se traducía en peligro para la portería de un desacertado en las últimas fechas Diego Mariño.

Por lo tanto la manera en que el tercer gol local subiría al marcador parecía evidente. Ya avisó Mario Suárez con un testarazo en el primer palo que repelió el travesaño. La siguiente ya no sería un aviso. Godín remató picado un saque de esquina servido de manera magistral por Koke. El tercer gol subía al marcador y la agonía pucelana no cesaba.

Los jugadores albivioletas gozaron de dos escasas oportunidades para hacer creer en el espejismo de la remontada. Guerra enganchó un baló aéreo que se escapo por poco y Larsson no estuvo ávido para rematar un buen servicio de Rossi que llegó rápido Juanfran para despejar.

Así termino un partido más de horror para el Real Valladolid como visitante que hace que Mariño sea el portero más goleado de Primera División con 42 goles encajados. Fiel reflejo de que este equipo sin alma está perdido y cada vez más hundido en el pozo oscuro que les lleva a la Liga Adelante. Un encuentro muy fácil para el Atlético de Madrid que utilizó al Valladolid como elemento para volver a recuperar sensaciones. Semana a semana el Valladolid demuestra que la Segunda División parece su sitio debido a que no hay ningún plan para solucionar los partidos, y solo cuando los jugadores sacan su hombría y garra a relucir es cuando se vislumbra cierta esperanza.

Así lo vivimos en VAVEL.

Los goles del partido