Es prácticamente inevitable que los grandes fichajes de los mejores clubes del mundo se miren con lupa cada partido. Esto es debido a todo el ruido que genera su compra, que en muchas ocasiones se realiza gracias a una gran suma de dinero. Son operaciones que focalizan la atención cada semana y conllevan una mayor presión para el jugador y para el club que se hizo con sus servicios.

Esto es lo que ocurrió con Gareth Bale tras su llegada a la capital madrileña para jugar en el Real Madrid. Fue el gran movimiento, junto al de Neymar para el FC Barcelona, del mercado de fichajes del pasado verano y centró la atención durante mucho tiempo en el que su rendimiento estaba en entredicho con relación al precio que se le puso a su valía.

Los hechos de cerrar el fichaje cuando el mercado estaba apunto de concluir y de que la temporada regular estaba dando ya sus primeros pasos hicieron que el galés llegara sin haber realizado una pretemporada que lo acercara a su mejor nivel. En estas circunstancias el acople de Bale al equipo de Ancelotti fue un proceso lento en el que las siempre inoportunas lesiones impidieron que se realizara con más presteza y regularidad.

Todos estos factores juntos hicieron que Bale no encontrara, en primer instancia, su sitio para brillar en el Real Madrid. En cada partido que jugaba se veía que su peso en el juego del ‘rey de Europa’ estaba lejos de ser el buscado y ansiado por todos los aficionados blancos. Esto empezó a levantar polvo que se posaba sobre el rendimiento del galés; hasta que llegó ese partido -siempre llega en los grandes jugadores- en el que Bale explotó y demostró de lo que podía ser capaz hasta final de temporada.

Ese encuentro fue el que enfrentó al equipo blanco con el Real Valladolid, con el Santiago Bernabéu como espectador de lujo. Un 4 a 0 que destapó el tarro de las esencias de Gareth Bale. El momento era el indiciado, pues Cristiano Ronaldo no pudo jugar el encuentro debido a unas molestias en la parte posterior de su muslo izquierdo que se produjo tras el partido anterior contra el Almería. Él debería ser el abanderado del ataque madridista ante la ausencia del referente portugués.

En sus primeros nueve partidos sumó siete goles y seis asistencias

No fueron goles en los que se vieran las mejores virtudes de Bale como la velocidad, la potencia o la capacidad de desborde, pero fueron tres disparos que le hicieron firmar un hat-trick perfecto. El primero con la cabeza tras un mal despeje de Mariño, que deja el cuero muerto en el área pequeña. El segundo con la derecha después de otro balón muerto cerca de la meta vallisoletana debido a un error de Rueda. Y el tercero con la pierna izquierda tras internada y pase de Marcelo al punto de penalti para que el galés cerrara su noche más redonda hasta ese momento.

A esos goles, que permitieron a Bale llevarse a casa su primer balón de la Liga Española, hay que sumarle la asistencia que dio a Benzema para el segundo tanto blanco de la noche. Un pase largo medido a la cabeza del francés que fue imposible desaprovechar. El ‘11’ blanco cuajó un gran partido que permitió al Madrid controlar el marcador de un encuentro en el que no se había impuesto con la superioridad que acostumbra, a pesar de que el Valladolid salió rendido al terreno de juego.

Muchos buscaban ‘peros’ a la llegada del futbolista galés al Real Madrid gracias a un desembolso de 100 millones de euros pero lo cierto es que con los goles conseguidos contra el Real Valladolid Bale ya sumaba 7 en los 9 partidos que había disputado con la camiseta blanca. Un bagaje al que hay que sumar el apartado de las asistencias -6 tras ese partido-, terreno en el cual el de Cardiff también se mueve como pez en el agua.

El Valladolid tendrá la fortuna de no tener a Bale este miércoles en Zorrilla, dada su baja de última hora, pero si estará en el recuerdo su hattrick en el encuentro de la ida, pudiendo cualquiera de sus compañeros tomar el testigo del galés.