Ya es difícil que es hora y media de fútbol no pase nada. Ni un buen gol, ni un jugador habilidoso por banda, ni un portero milagroso que salga a hombros del estadio, ni siquiera un colegiado con las lentillas sucias y que acaba siendo el foco de las iras. Nada. Este Real Valladolid no hace nada, y solo gracias a la apatía del Girona consiguió un punto que a estas alturas de temporada se cotiza tanto como un diván en el que contar las penas de este equipo.

Pese a las promociones de apoyo, solo 6.370 valientes se personaron en la Avenida del Mundial 82 vallisoletana. La segunda peor entrada de toda la temporada no fue peor que los veintidós jugadores. De los pucelanos apenas destacó Kepa con una buena parada en la primera mitad y el filial Jose. Curioso fue lo del canterano, cuyo nombre resonó tan solo por hacer una buena jugada. Loas al joven jugador, indirecta muy directa a los demás componentes de la plantilla, nuevamente yermos y estériles con la pelota.

En la alineación de Alberto López, quien ha sumado cinco puntos de quince posibles desde su llegada, volvió a la titularidad Marcelo Silva, defenestrado desde la incorporación del vasco al banquillo. El uruguayo no resaltó para mal, algo ya meritorio en la defensa del conjunto albivioleta. A su vez, formó con Tiba, Rubio y Borja en la medular, con el primero más echado a banda. Roger y Villar pudieron formar del once de partida tras superar sus dolencias de los últimos días.

Mojica y Hermoso no tuvieron ni un solo minuto, mientras que Óscar apenas gozó de unos instantes cuando el tiempo moría. El Real Valladolid se pone a cuatro puntos del hoyo con seis por disputar, malas noticias para una afición que bastante bochorno presencia cada fin de semana.