El Real Zaragoza sufrió su primera derrota de la temporada, pero, por encima del resultado, los blanquillos se llevaron un baño de realidad de su visita al campo del Levante, nuevo líder de la categoría. Los de Milla fueron inferiores en todo momento y mostraron un preocupante nivel defensivo, fruto de errores individuales y de la endeblez para defender como bloque. El guante de Lanzarote maquilló el resultado.  

Planteamiento inicial

Las bajas de Cabrera y Morán obligaron a Milla a cambiar su once titular. Bagnack y Wilk fueron los encargados de sustituir al uruguayo y al español. Dos jugadores que prácticamente son la antítesis de los teóricos titulares. La contundencia y el poderío de Cabrera es opuesta a la endeblez de Bagnack, y ocurre lo propio con la visión y velocidad de circulación que aporta Morán respecto a Wilk.

El polaco es un jugador que abarca campo, trabaja constantemente y trata de mantener la estructura defensiva del equipo. La preferencia por Wilk en lugar de un jugador como Ros hacía pensar que Milla primaba el orden por encima de tener el balón, consciente probablemente de la superioridad del centro del campo del Levante. La entrada de Wilk como pivote permitía, además, que Zapater adelantara unos metros su posición para estar más cerca de Cani, al menos en algunas fases del partido.

Zapater todoterreno y falta de fluidez

Mientras el Zaragoza no tenía el balón en su poder Wilk se mantuvo siempre como pivote, pegado a los centrales y reduciendo la distancia entre líneas mientras Zapater se desgastaba en la presión y en las ayudas. Sin embargo, cuando el Real Zaragoza robaba el balón e iniciaba jugada desde atrás era el capitán del equipo blanquillo el que acudía a la ayuda de los centrales para sacar el balón jugado, dejando a Wilk más adelantado.

Una vez Zapater tenía el balón, los interiores (Cani-Wilk) parecían alejarse del balón en lugar de ofrecer una ayuda, lo que obligaba a arriesgar en un pase, buscar el desmarque de uno de los hombres de arriba o tocar hacia atrás, facilitando la presión del Levante a una zaga insegura y con dificultades para mantener el balón en su poder.

En ningún momento encontró el Zaragoza fluidez con balón. Wilk estuvo impreciso en los controles, los extremos recibían siempre en desventaja y sin apoyo de los laterales y Cani apenas pudo generar entre líneas. El resumen es un equipo sin recursos con balón, salvo algún robo que pudiera generar un contraataque con espacios para los hombres de arriba.

Persiguiendo sombras

El partido dejó siempre la sensación de que el Levante iba un paso por delante. Los locales parecían anticiparse en todo momento a un Zaragoza que iba de un lado a otro sin una idea clara, todo lo contrario que un Levante trabajado y con un aplomo que no se le había visto a ningún equipo de la categoría hasta el momento.

El centro del campo formado por Insa, Campaña y Espinosa siempre generó superioridad ante el centro del campo zaragocista, incapaz de seguir las marcas por su movilidad y por la necesidad de estar ayudando constantemente a los laterales (Iza-Casado) superados en todo momento por sus extremos (sobre todo en el caso de Iza). Por si fuera poco, los tres atacantes locales buscaban constantemente la espalda de los centrocampistas zaragocistas ante la pasividad de los centrales zaragocistas para cerrar esos espacios.

El Zaragoza se vio muy superado en el inicio y trató de defender en bloque, con Lanza y Xumetra muy retrasados, lo que impedía generar contraataques y permitía aún más la superioridad levantinista en el centro del campo. Cuando la movilidad de Espinosa, Campaña e Insa no era suficiente para generar espacios, los centrales locales conducían sin oposición hasta fijar la marca de uno de los centrocampistas zaragocistas (normalmente Cani), permitiendo así que hubiera siempre un hombre libre para continuar con una circulación de balón muy fluida y segura gracias a la calidad técnica de sus jugadores.

Milla buscó soluciones en el banquillo

La entrada de Fran y una mayor implicación en las ayudas hicieron desaparecer a los extremos del Levante, pero no frenaron la sangría en el centro del campo. Milla buscó soluciones con la entrada de Ros para tener más balón y el equipo, ayudado por la mayor pasividad de un Levante acomodado en el resultado, generó mejores jugadas.

La entrada de Juan Muñoz cambió el sistema a un 4-4-2 en el que Zapater y Ros se vieron expuestos. Un final en el que el equipo de Milla tiró de orgullo permitió al equipo generar varias buenas oportunidades de gol que, no obstante, no cambiaron las sensaciones ofrecidas por el equipo en la mayor parte del partido.

Fuente de las imágenes: LFP y GOL

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