Era 1980 y el Real Madrid pasaba un momento dulce en cuanto a lo deportivo. Recién proclamado campeón de Liga y de Copa del Rey en España, daba inicio a la pretemporada buscando ampliar su objetivo y considerando la competición europea como título primordial. La derrota en semifinales en Europa a manos del Hamburgo obligaba a fijar ese objetivo. Era la mancha negra a la brillante temporada del equipo dirigido por Boskov. El fútbol que planteaba el técnico serbio no era el más acicalado ni el más elegante de Europa. Tampoco era el más refinado atendiendo a la historia merengue. Su fútbol tenía como principio la supremacía defensiva, recurriendo al elemento de contragolpe como arma de poder.

A pesar de que Vujadin Boskov echó raíces durante la temporada pasada, su idea táctica se estaba plasmando y terminando de acoplar en una plantilla con jugadores de la talla de Juanito, Cunningham, Vicente del Bosque o Santillana, entre otros. Además, era necesario adecuar a su idea a los nuevos jugadores que subieron desde el Castilla, el filial que justo una temporada antes disputó la final contra el primer equipo de la Copa del Rey. Una buena planificación de pretemporada se antojaba vital para casar el simbolismo deportivo que quería imponer Boskov en la plantilla.

El Bayern de Munich concertó un amistoso en Alemania contra el Real Madrid, que aceptó la propuesta. Un duelo poco parejo, que venía en el peor momento, pues los chicos de Boskov tan solo llevaban ocho días de preparación, a diferencia del conjunto de Baviera, engrasado y preparado para el debut en la Bundesliga, a dos semanas vista.

Siete goles en 45 minutos

La máquina alemana no tuvo piedad ni entendía de partidos amistosos. El poderío físico del Bayern de Munich arrasaba ante un Real Madrid lleno de bajas, como Vicente del Bosque o Juanito, que se perdieron el encuentro.

Uli Hoeness y Rummenigge no flaqueaban y animaban al equipo a pintarles la cara. La rivalidad histórica que mantiene Bayern de Munich y Real Madrid animaba a una humillación sin precedentes. Hoennes, con tres goles en todo el partido, y Rummenigge, con dos en los 90 minutos, se valían por ellos solos para endosar un contundente 5-0 a la media hora de partido.

Antes del descanso, los de Munich ampliaron su ventaja hasta el 7-0, con un García Remón en la portería que no encontraba una explicación a la superioridad de los jugadores dirigidos por Pal Csernai.

La sed de Breitner, clave

Regresaba (dos temporadas antes de la disputa de este partido) a Alemania, su casa, tras hacer carrera en el Real Madrid. Sus años en España comenzaron tras levantar la copa del Mundo en 1974. Pronto clavó su nombre en el recuerdo de la grada, añadiendo dos ligas a su palmarés en dos años de ensueño en Chamartín.

Le apodaban “Afro Paul” por su peculiar corte de pelo, sin embargo, otros prefieren nombrarle como el “Kaiser Rojo”. El apodo no está escogido por ser ningún líder en un equipo de colores rojos. Breitner leía a Lenin, a Adenauer, a De Gaulle. Profesaba admiración a gente como Mao o Ché Guevara. Un jugador de fútbol con inquietudes políticas, más cercanas a ideales de izquierdas y comunistas, que a la ideología fascista o de derechas que vivía España con Franco, cuando recaló en el Real Madrid. “Nosotros tuvimos unos 12 años de fascismo. Yo viví 15 meses el fascismo español y luego el cambio a la democracia. Para una persona como yo, que estaba interesado en todo lo que pasa en la política, en la sociedad, era una época fenomenal”, declaraba en una entrevista en AS.Sus 500.000 pesetas a unos obreros que estaban en huelga marcaban sus ideales progresistas.

Por esa razón, y al tercer año donde su juego se resintió, la desconfianza ante la ideología de Breitner en plena Transición hizo que la directiva blanca le invitase a marcharse. La forma en la que Breitner, al que calificaron de conflictivo, aún ardía en su corazón, al que sofocó con el amistoso. El jugador alemán cuajo un partido de sobresaliente, además de instigar a sus compañeros de llevar el esfuerzo a un peldaño más para infligir una humillante derrota ante el equipo de Boskov.

A pesar de este espíritu de venganza y revolucionario, la máquina del Bayern de Munich descendió el ritmo en la segunda mitad y llegó hasta los 9 goles en el encuentro, encajando un gol de Cunningham de penalti en los minutos finales.

“Prefiero perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol”

Aquella derrota por 9-1 trajo consecuencias a Boskov, que tuvo que entregarse ante las preguntas de los periodistas en el post-partido. El técnico balcánico dejó para los anales de historia una frase que resumía su sentir y que, muy probablemente, le salvó de una degradante bronca a su llegada e Madrid. “Jugamos muy mal….pero prefiero perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol”, expresó Boskov.

Aquella frase sirvió de mofa para muchos periodistas, que se burlaron de Boskov. En agosto de 1980, García Candau escribía unas líneas en El País bajo el título “Una gran frase”: “La frase de Boskov hay que enmarcarla. Sobre todo para que no se le ponga una orla al 9- 1. Boskov. con toda seriedad, ha dicho la primera cosa ingeniosa de la temporada que se incuba. Es bueno provocar la sonrisa aun en los funerales. De momento, el compendio filosófico futbolístico de Boskov, ya se puede contar en la fuente de Canaletas al estilo Eugenio: «Saben aquell que diu ... ».

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Sobre el autor
Víctor Molina Pozo
Madrid. Redactor del Atlético de Madrid B. Hasta junio de 2015 fui Moderador de contenidos de VAVEL. También Coordinador y redactor del Atlético de Madrid. Gestioné la cuenta @Atleti_VAVEL. E-mail de contacto: [email protected]