Navegando por el Océano Atlántico, merodeando la costa occidental de Andalucía, los más fieles amantes, enamorados, de las aguas subordinadas por el todopoderoso Poseidón se veían deslumbrados desde sus barcas o naves por el brillo de la cuna del arte, una ciudad sometida al embrujo sobrenatural de la brisa caletera que inspira constantemente a sus habitantes y huéspedes. Iluminada por la luna que maravillaba y enorgullecía a la mar con su reflejo, Cádiz fue apodada por sus padrinos marineros como la "Tacita de Plata".

"Cádiz, salada claridad", Manuel Machado

Ninguno de aquellos marineros fenicios que partieron desde Tiro (actual Líbano) en busca de metales por aguas oceánicas podía imaginar que, al entrar por el Canal Caleta-Bahía de Cádiz, habían arrancado el motor incombustible de la gracia, el humor, el optimismo, la alegría. Habían colocado la primera piedra de lo que hoy conocemos como Cádiz, donde además de fenicios habitaron romanos, vándalos, bizantinos, visigodos, árabes, antes de entrar a formar parte de la Corona de Castilla en el siglo XIII. Todos ellos pusieron su granito de arena.

Sería de ilusos e incultos no mencionar que Cádiz, como cuna del arte que es, no ha estado mecida por los cantes que cruzaban la playa de Cortadura llegados desde la garganta de Camarón de La Isla, los perfectos y celestiales acordes de la guitarra del eterno Paco de Lucía, genio algecireño, o la definición femenina del arte flamenco, Lola Flores, de Jerez de la Frontera. La Trimilenaria Ciudad de Cádiz no sería nada sin su provincia. Unión, humor y compromiso, los ingredientes perfectos para que cada febrero se desarrolle la fiesta del Carnaval de Cádiz, una fiesta que comenzó a finales del siglo XVI con una broma entre las gaditanas y que, siglos después, y tras superar diversos obstáculos, es un sello de calidad de la luz que ilumina la Bahía de Cádiz. Cóctel provincial con sabor a gloria.

Desaparecidos en la Guerra Civil y censurados por el Régimen de Francisco Franco, los Carnavales resucitaron de la mano del gobernador civil Carlos María Rodríguez de Valcárcel. La causa no fue otra que la tristeza y pesimismo que inundó la ciudad gaditana al explotar el depósito de minas de San Severiano el día 18 de agosto de 1947, toda una catástrofe. Comenzaron entonces a crecer, evolucionar, hasta convertirse en lo que actualmente se conoce como fiesta del Carnaval de Cádiz y, por supuesto, el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (COAC) que se celebra en el Gran Teatro Falla. Este resurgimiento, crecimiento sin techo, demuestra la capacidad de los gaditanos para dibujar una sonrisa cuando la situación no es la más adecuada. “Al mal tiempo, buena cara” como principal filosofía del gaditano.

Con años y anécdotas, buenas y malas, a sus espaldas, Cádiz se disfraza de gala cada año para cantar, primero sobre las tablas del Gran Teatro Falla y posteriormente por las calles gaditanas, a los problemas que azotan a la Ciudad, al gaditano, al país, al mundo. Distintas letras, distintos ritmos, distintos autores, distintas modalidades, pero siempre con el objetivo de ser la voz del pueblo. Una voz que se alza sobre el resto desde la Plaza Fragela.

"Tan solo con mirarla va robando corazones", chirigota de 2004 "Los Valientes" sobre la Ciudad de Cádiz

El concurso de Carnaval

Como bien sabrán, o no, existen diferentes tipos de agrupaciones carnavalescas en el Concurso: coros, cuartetos, chirigotas y comparsas. Cada modalidad con sus normas, sus curiosidades, su historia, sus formas, pero sobre todo con su encanto. Su arte.

Son los coros quienes incluyen, en su repertorio, el tango, padre de las coplas carnavalescas, sello inconfundible e indiscutible de esta fiesta. Estos tangos pueden tener diferentes contenidos, así como ir dedicado a distintos temas, de actualidad o no, de amor u odio, alegría o tristeza. También son los encargados de desfilar en bateas por las calles de la Ciudad, compartiendo sus letras con el resto de aficionados, con los demás carnavaleros. Sin duda, el peso del Carnaval cae cada año sobre las espaldas de los coristas, la modalidad pionera. Por otro lado, con un estilo totalmente diferente, pisan las tablas del templo del Carnaval los cuartetos (formados por tres, cuatro o cinco personas). A base de rima y humor, esta pequeña agrupación toma la responsabilidad de hacer las delicias del público a través de una trama, una historia, como si de una obra de teatro se tratara.

Comparsa "La Canción de Cádiz" (2014) | Imagen: La Voz Digital

Aunque sin duda, es la chirigota la modalidad más reconocida fuera de Cádiz y su provincia. El humor andaluz, la ironía gaditana, la gracia y el arte, mezclados y transmitidos a ritmo de tres por cuatro, acompañado de guitarras, caja, bombo, platillo y, por supuesto, el pito de caña. Inspirada en situaciones reales o ficticias, un grupo de hasta doce personas se ponen el disfraz para sacar a relucir la “guasa” que caracteriza a esta agrupación. Fue la chirigota la madre, y Paco Alba el padre, de la comparsa a mediados del siglo XX, pues tan bellas eran sus letras chirigoteras que aparecieron la obligación y necesidad de crear una modalidad paralela. Para explicar la diferencia entre estas dos agrupaciones, si la chirigota es la voz irónica del pueblo, la comparsa es el grito a través de un megáfono. La elegancia de sus coplas, unida al estilismo del disfraz y la calidad de las voces, hacen que las buenas comparsas se acaben convirtiendo en insignias del Carnaval de Cádiz.

El Cádiz, hijo mimado de los gaditanos

La historia de la Ciudad de Cádiz comenzó a escribirse amarillo y azul un 10 de septiembre de 1910, día en el que se fundó el Cádiz Foot-Ball Club, o lo que, con diversos cambios de nombre a lo largo de más de 104 años, conocemos actualmente como Cádiz Club de Fútbol. El equipo de la provincia de Cádiz. Un tesoro nacido en el Campo de Deportes Mirandilla que emigró al Estadio Ramón de Carranza para madurar y convertirse en uno de los tantos símbolos que conforman el fútbol español.

"Elegí jugar en el Cádiz por mi forma de pensar, mi filosofía", Mágico González

Aquellos cánticos de la fiel afición cadista que penetraron con fuerza, para quedarse, en los corazones de Jorge “Mágico” González, Ramón Blanco, Manuel Irigoyen, Pepe Mejías, David Vidal, Paco Baena, Juan José, Carmelo, Raúl López, y otros tantos hombres que sellaron su nombre en la historia cadista, retumban por cada rincón del Ramón de Carranza, saltando de asiento en asiento pese haberse acabado su remodelación hace dos años. La hinchada gaditana se encarga, en cada partido, de recordar a los mayores y pequeños del lugar que sobre el césped que tienen delante se escribieron los versos más bellos de la historia del fútbol gaditano. Un poema eterno que mantiene vivo el sueño de escapar de la Segunda División B y volver a codearse con los grandes de nuestro fútbol.

Luciendo el color amarillo, como el tan travieso Sol que lanza una sonrisa desde el cielo que cubre Cádiz y se esconde cada noche por el horizonte que nos regala la playa de La Caleta. Respaldados por el azul, como las aguas que bañan esta península atada a España como si de un ancla se tratara, once futbolistas saltan al césped de un ya mítico estadio alentado por su gente. Hércules, escoltado por dos leones, grita desde el escudo cadista para mantener despierto a un equipo que, pese haber esquivado la desaparición en más de una ocasión, se alza vivo cada fin de semana para esperanzar al mundo del fútbol con su retorno triunfal.

Entre la Ciudad y el equipo se ha ido formando, a lo largo de los años, un lazo de unión indestructible. Cádiz engendró a un equipo de fútbol, lo trató como un hijo, lo mimó, lo cuidó. Lo sigue haciendo. Le da lo que quiere, aunque estas muestras de amor a veces no sean recíprocas. Por supuesto, también le canta. Común es sentir sobre las tablas del Gran Teatro Falla coplas hacia el conjunto amarillo. Pasodobles que erizan la piel, cuplés que provocan alguna que otra risa, pero sobre todo, cariño. Mucho cariño. El Carnaval de Cádiz, otro de los hijos de esta Ciudad, ha reconocido al Submarino Amarillo como su legítimo hermano. Y Cádiz, como buen padre que es, ha sabido sacar adelante, de la mano y luchando contra viento y marea, a estas dos banderas gaditanas. Banderas que bailan con fuerza al sur más meridional de España, gracias al viento que producen las prodigiosas voces del arte, de los gaditanos, de Cádiz.

Me han dicho que el amarillo

En el mundo carnavalero, y entorno cadista, se alza la figura del chirigotero Manolito Santander. Fiel al espíritu del tres por cuarto, bendecido por el típico barrio gaditano de La Viña, en 1998 se plantaba este autor con su agrupación sobre las tablas del Gran Teatro Falla con la chirigota titulada “la Familia Pepperoni”, con aires de mafia italiana. Cuarto premio en el Concurso, esta chirigota dejó, en una noche cualquiera de febrero, sobre el escenario del templo de los ladrillos coloraos' un himno que concedería a Manolito Santander el máximo galardón de estas fiestas, que el pueblo se quedara su pasodoble, sus letras. El premio del jurado, en un segundo plano.

Cádiz acogió este himno con los brazos abiertos. El Ramón de Carranza comenzó a entonar los versos de aquella simpática chirigota italiana. De asiento en asiento, de grada a grada, de rincón a rincón, de escalón a escalón, los que llenan de esperanza el coliseo amarillo convirtieron un pasodoble de Carnaval en el himno oficioso del Cádiz Club de Fútbol. Buena prueba de ello es el hecho de que el famosísimo “Me han dicho que el amarillo” se pueda escuchar en cualquier estadio de la geografía española en el que el centenario equipo cadista dispute un enfrentamiento. El club cadista, ante la sorpresa de todos, ha decidido en las últimas jornadas que, al saltar ambos equipos al terreno de juego, por la megafonía del estadio, suene el pasodoble del maestro chirigotero Manolito Santander. Algo que ha sorprendido y alegrado a los allí presentes, que no dudaron en prestar y compartir sus voces para alentar a su equipo.

Son muchas las coplas carnavalescas que se le han dedicado al equipo amarillo, especialmente desde la aparición del himno oficioso, pero solo una ha tenido la suerte de haber calado tan hondo en el corazón de los cadistas. La conexión que existe entre el cadismo y el Carnaval gaditano se ha ido fortaleciendo con el paso de los años. Detalles del equipo cadista en el Gran Teatro Falla, coplas de Carnaval, disfraces, en el Nuevo Estadio Ramón de Carranza. Hermanos de sangre que comparten sus virtudes. Buenos amigos que luchan contra sus defectos.