El fútbol es un deporte inexplicable. El raciocinio, la ciencia no casan con él. Es uno de los pocos espectáculos que son incapaces de asegurar un final concreto. Sabes cómo entras al estadio, pero nunca podrás imaginar con qué estado de ánimo dejarás tu butaca. Bendita incertidumbre, pensarán algunos. Maldito juego, reflexionarán otros. Ya me podría haber gustado algo más tranquilo, desearán casi todos.

Y todo porque, en una categoría como la Segunda B, también hay partidazos. Idas y venidas. Alternativas para todos y jugadas que quitan el hipo. Goleadores anónimos. Trabajadores a fin de cuentas, amantes de la pelota y que pelean con corazón cuando el depósito de gasolina se queda vacío.

En resumidas cuentas, todo ello se produjo hoy en Bahía Sur. El San Fernando se jugaba media vida en su estadio, ante su gente, después de haber caído derrotado en sus últimos cinco partidos oficiales. Urgencias por doquier ante el filial del Granada B. Cóctel explosivo, ya que la velocidad de Matheus, Luis Suárez y compañía castiga el atrevimiento ofensivo del rival de turno.

A pesar de todo, Méndez no se lo pensó. Ordenó a sus chicos a morder desde el comienzo. No le quedaba otra. Dio entrada a Carralero por Javi Medina y confió en el resto de hombres que le habían llevado a acariciar el empate en Melilla la pasada semana. Poco tardaron los azulinos en sufrir una especie de ‘déja vú’. Rubén García cabeceó, a los dos minutos de juego, un saque de esquina al larguero de la portería de Ballesté cuando éste ya se resignaba a seguir el esférico con la mirada.

Los lamentos isleños parecían una continuación a los últimos minutos del duelo en el Álvarez Claro. Sin embargo, los pupilos de Méndez no se vinieron abajo ni mucho menos. Con Zelu por la banda derecha y Carralero por la izquierda trataban de inquietar a la retaguardia granadinista. Junto a ellos, un Javi Trujillo muy móvil trataba de incomodar lo máximo posible a dos zagueros de la talla de Antonio Marín y Pawel.

Tomás, killer inesperado

A pesar de todo, el San Fernando notaba que, al llegar a zona de tres cuartos, se le bajaba la persiana. Las ideas brillaban por su ausencia. Demasiada tensión y ansiedad que intentaba desaparecer a base de disparos lejanos que bloqueaba la zaga del cuadro de Planagumá.

Todo lo contrario que el Granada B. Sin ningún tipo de presión clasificatoria, el filial dio rienda suelta a su potencial en cuanto tuvo oportunidad. Una de sus características, los laterales largos, se hizo notar al cuarto de hora de juego. Tomás, lateral reconvertido a extremo, se lanzó a la carrera, hizo la pared con un Matheus que pivotó ante la pasividad de la zaga y le entregó un caramelo al excanterano del Cádiz. El latigazo con el exterior del pie se coló como una exhalación en la portería de un Miguel impotente.

Una jugada de otra categoría. Una definición de calidad exquisita. Una maravilla que dejaba helada a la hinchada local que, eso sí, tardó poco en reaccionar. Galindo, Trujillo y Dani Martínez hicieron creer al Club Deportivo en sus posibilidades, pero poco tardó nuevamente Tomás en asestar otra estocada.

Tomás hizo un doblete en media hora que dejó helado al San Fernando

Parecía definitiva. Vukcevic había tenido que frenar a Luis Suárez en falta en el vértice derecho del área grande azulina. Ideal para un perfil zurdo. El pie del jugador granadinista era perfecto. Y cumplió a la perfección con su objetivo. El lanzamiento de Tomás fue limpio. Efectivo. Silbido que da permiso para lanzar, silencio, sonido del esférico impactando con la bota y red. La estampa del cuero reposando en el arco con un Miguel cariacontecido e incapaz siquiera de estirarse pareció congelarse en el tiempo.

El San Fernando parecía abocado a otro fracaso. A registrar su sexta caída consecutiva y a encender todas las alarmas. Inmerecidamente al menos hoy, ya que el Granada B no había sido superior a los locales. Simplemente más efectivo. Lo suficiente para cosechar una importante renta.

Milagrosa reacción isleña

El 0-2 pesaba como una losa, pero no había acabado con la vida de un equipo que se resistió a morir. Impulsado por un Carralero celestial en la banda izquierda, el San Fernando se rebeló en la recta final del primer tiempo. Lolo Garrido vio el hueco que tanto había esperado el equipo para encontrar a un Carralero que poco antes había errado una ocasión clarísima a pase de Javi Trujillo.

Esta vez no. El extremo isleño batió a Ballesté con furia. Con la misma con la que gesticulaba pidiendo el apoyo de una grada que comenzó a creer después de haber visto, más de 500 minutos después como su equipo había logrado marcar. Curiosamente, cosas del caprichoso fútbol, el tanto del empate no se hizo esperar.

Carralero y Zelu empataron el duelo en dos minutos

Cuando aún se saboreaba el 1-2, Carralero continuó la fiesta con un servicio desde la izquierda que Zelu se encargó de transportar hacia la red con un bonito testarazo. Delirio. Era de esperar. Un equipo anímicamente tocado había sido capaz de rehacerse tras verse dos goles abajo en casa. Y todo ello justo antes del descanso. Un auténtico milagro para el San Fernando que volvía a meterse de lleno en el duelo.

En el descanso, Planagumá le leyó la cartilla a los suyos. El filial había desaparecido en un momento clave del encuentro y había dilapidado su ventaja. En la reanudación, los nazaríes salieron con otra cara y el San Fernando optó por un ritmo de pulsaciones mucho más bajo. Entró entonces el choque en una dinámica en la que cualquier detalle podía decantar la balanza.

Posiblemente, el lanzamiento de falta al palo de Tomás podría haber cambiado el devenir del partido. Sin embargo, cuando mejor estaba el San Fernando, volcado por la banda izquierda de Vukcevic y Carralero, el extremo cometió un error grotesco. El ex del Ebro y el Burgos, entre otros, se desentendió del esférico para propinarle una patada a Corozo, su marcador. El árbitro lo vio y el castigo era evidente: expulsión.

Entre el sufrimiento y la incapacidad

Méndez, que había sustituido a Trujillo por Espinar en el descanso, tuvo que improvisar sobre la marcha. Dejar a Espinar como un islote arriba y escorar a Dani Martínez a la banda izquierda para completar las dos líneas de cuatro. La declaración de intenciones era clara, mantener las líneas juntas y aprovechar la briega del delantero para encontrar alguna acción de peligro. Mientras tanto, el Granada B apostó por abrir fuego y arrinconar a su rival. La superioridad física y numérica visitante, eso sí, no se vio recompensada  en el marcador.

El Granada B fue superior a un San Fernando con diez, pero no encontró el gol

En parte por el buen hacer del portero Miguel, que tuvo que emplearse a fondo ante disparos de un Sergio Peña empecinado en probar suerte desde media distancia. Más fácil lo tuvo Luis Suárez, que se aprovechó de un error de Fran Martínez para quedarse solo ante Miguel. Su remate, por suerte para los cañaíllas, se estrelló en el palo.

Ante este panorama, Mario entró por Zelu para reforzar la zaga. Méndez se contentaba con el empate y abrigó a un equipo que tuvo que sufrir el asedio final del Granada. Jafar y Entrena fueron las últimas balas de los visitantes para abrir la muralla isleña que, finalmente, cumplió su cometido.

Desesperar a una vanguardia letal con espacios y asegurar un mal menor. Saber sufrir y sumar un punto que acaba con una pésima racha que ha puesto los pies en la tierra al Club Deportivo que ya sabe lo que espera de aquí a final de temporada: sudar tinta para amarrar la permanencia.