“Cuando no está el gato, los ratones bailan”. Una frase muy simple que explica un aspecto futbolístico tan complejo como es el analizar la baja de un jugador y la repercusión en su equipo de esa ausencia. La lesión de Rubén Rivera el pasado 18 de septiembre ante la Ponferradina coincidió con una racha de únicamente 3 puntos obtenidos de 9 posibles, una preocupante falta de gol solo revertida con la victoria ante el Somozas y la ebullición de una serie de decisiones arbitrales que contrariaron a todos los estamentos del club. Y que todo eso ocurra junto a la falta de Rivera, no es coincidencia.

Oh, capitán, mi capitán

En los últimos minutos del partido ya citado contra la Ponferradina, cuando el CD Boiro ya caía por 0-1 gracias a un gol fantasma de Juanto Ortuño, Rubén Rivera tiene que abandonar el terreno de juego dolorido y dejando a su equipo con 10 porque ya no podía hacer más cambios. La lesión de Rivera se produjo en la disputa de un balón con el arquero del equipo berciano, Olmedo, cuando los dos jugadores chocaron tratando de hacerse con el balón centrado desde la banda derecha.

Cuando el gran capitán boirense salía del verde de Barraña antes del pitido final, saltaron todas las alarmas, y que el ariete boirense se define por su arrojo y su lucha constante durante los 90 minutos o el tiempo que dure el choque. No es habitual ver a un jugador así dejando el campo cuando aún rueda el balón sobre el tapete. El delantero herculino tenía dificultades para respirar, por lo que Jesús Marque, médico boirense, le diagnosticó un neumotórax en el costado derecho, donde había sufrido el encontronazo con Olmedo. Después de ser trasladado al hospital en ambulancia, las pruebas a las que fue sometido revelaron la confirmación del primer diagnóstico.

La lesión en el neumotorax alejó al ariete de los terrenos de juego durante tres jornadas 

El neumotórax consiste en la inclusión de aire en la cavidad de la pleura, lo que dificulta mucho la respiración y ocasiona un fuerte dolor. El coruñés estuvo hospitalizado durante un par de días en donde fue evolucionando favorablemente pero aún necesitaba calmantes para lidiar con el dolor. Una vez que remitió el dolor, el jugador fue dado de alta del hospital pero no el alta médica, algo que no ocurriría hasta un mes después, con el jugador plenamente recuperado pero con 30 días de inactividad en las espaldas.

Su baja durante tres jornadas fue un auténtico jarro de agua fría para Fredi Álvarez, que se quedaba únicamente con Pedro Beda para ocupar la posición de nueve. Además, con la falta del capitán perdía a un jugador único en la plantilla, un jugador intuitivo y puro corazón en el terreno de juego, el gran ídolo de la parroquia boirense. Si Borja Yebra es la prolongación del cerebro futbolístico de Fredi Álvarez sobre el terreno de juego, Rubén Rivera es el temperamento y la garra del técnico moañés sobre el césped.

Regreso triunfal

“Veía pasar el balón a mi lado, pero no era capaz de moverme”. Con esa crudeza reflejaba el coruñés lo que sintió tras el golpe en el partido contra la Ponfe. Después de tanto tiempo alejado de las porterías rivales, el ariete regresó ante el CD Izarra jugando los últimos 25 minutos del choque. En Merkatondoa el herculino reconoció que se sintió “cómodo en todo momento. Tenía dudas, pero una vez entré al partido no noté las tres semanas que estuve parado”. A pesar del empate en navarra y de la polémica arbitral que se generó tras el encuentro, la vuelta a las canchas de Rubén Rivera fue la nota positiva del partido.

Pero el esperado reencuentro de Rivera con el futbol tenía que ser en Barraña. Con las Cruzadas Boirenses volcadas con su equipo y su capitán, uno de los heroes del ascenso a Segunda B, el encuentro ante un rival directo como el Arandina CF resultaba crucial con vistas al futuro del equipo en la liga. Rivera formó parte del once inicial, lo que supuso la primera alegría de la tarde para los aficionados barbanzanos. La segunda alegría llegaría con el tanto de Borja Yebra que encarrilaría el encuentro.

El doblete de Rivera significó el primer tanto de la temporada para el coruñés

El éxtasis definitivo una tarde redonda llegó cuando el capitán boirense abrió su cuenta goleadora de la temporada. En el minuto 60, Rivera recibe un balón dentro del área de espaldas a la portería rival. Fajado por un central burgalés, Rivera hace un reverso para zafarse de su marcador con el cuerpo y superar a Nacho Zabal con un zurdazo raso entre las piernas del cancerbero. El gol hizo olvidar todo lo pasado y el herculino pudo celebrar otro tanto al transformar un penalti ya en los últimos minutos del partido. Un doblete que daba tres puntos al Boiro y significaban las dos primeras dinas del coruñés esta temporada.

Las aguas vuelven a su cauce natural, de donde nunca debieron salirse. Rivera vuelve a sentirse futbolista y recupera el olfato goleador. El dueño de Barraña ha vuelto más fuerte que nunca y con más ganas de comerse la categoría de bronce. Que los arqueros rivales tiemblen cuando les venga encima el herculino. Se acabó el baile de ratones. Papá ha vuelto.