Vencer o morir. Una temporada condensada en tan solo 90 minutos. Después de 10 meses y 37 jornadas de sonrisas y lágrimas, el CD Boiro y el Burgos CF se jugaban la vida en el último suspiro que le quedaba a este Grupo I de la Segunda División B. Los tres puntos aseguraban a los dos permanecer el año que viene en la división de bronce del futbol español. Otros resultados significaban tener que estar atentos a lo que ocurría en el resto de campos de la geografía futbolística española. El descenso ni se contemplaba en la bola de cristal de estos dos equipos, que arropados por sus incondicionales, saltaron al tapete de Barraña en su búsqueda por la salvación.

Los veintidós guerreros

Fredi Álvarez y José Ignacio Fernández García seguro que tuvieron una de las semanas más estresantes de su carrera. Como dos ajedrecistas, estuvieron los últimos siete días intentando dilucidar como iba a ser el planteamiento de su rival, dibujando sobre el tablero todas las posibles variantes y como sacar ventaja de los puntos débiles del adversario. El técnico de Moaña aseguró la batalla con un once más que reconocible dando entrada a todos los disponibles. Las sanciones de Juampa y Soto obligaron a Romay a situarse tras dos jornadas como centrocampista por detrás del nueve y a Gonzalo en la sala de máquinas junto a Borja Yebra. En defensa, la novedad fue el regreso de Catú a la titularidad tras su lesión.

En el cuadro burgalés José Ignacio Fernández apostó por el mismo bloque de los últimos partido. Con una defensa experimentada y con Cusi y Álvaro Antón en la creación. Justamente el propio Antón fue la gran novedad en el esquema titular, en detrimento de Fito que venía siendo parte de la partida inicial en las últimas dos jornadas mientras que el ex de la Ponfe no había gozado de minutos.

Rubén Rivera, como siempre

El partido comenzó con los dos equipos muy bien ordenados sobre el terreno de juego, intentando no cometer errores que pudieran costarle algún susto. Los primeros compases fueron los propios de un partido lleno de tensión, con dos equipos que tenían mucho que ganar y poco que perder, pero el miedo les impedía dar rienda suelta a su imaginación durante los primeros diez minutos. La primera ocasión nació en la pizarra de Fredi, con una jugada ensayada a balón parado que terminó con un disparo por encima del larguero de Toni.

Rubén Rivera abrió el marcador al filo del descanso

El balón parado fue uno de los protagonistas del partido, gracias en gran medida a las muchas faltas que cometió el Burgos y a los muchos corners que concedieron uno y otro equipo. Una vez superado el primer cuarto de hora, se demostró que los locales estaban más enchufados en el partido, mientras que en el conjunto burgalés dependían demasiado de las individualidades de Adrián y Armiche.  Los de Nacho Fernández no encontraron la fluidez en el juego que si tenían los blancos, que pusieron en apuros a Toni a la media hora de partido. Falta botada en la frontal y repelida por la barrera y entre la maraña de piernas llegó el balón franco a las botas de Romay para que en el uno para uno disparase fuerte y a media altura. Cuando todos celebraban el gol, una mano prodigiosa del guardameta de Jerez de la Frontera desbarató toda opción de gol.

La intervención milagrosa del cancerbero blanquinegro dio un respiro al Burgos pero enrabietó aún más a los barbanzanos, empecinados en hacer el primero antes del descanso. Por la banda de Jimmy es por donde se creó más peligro pero de nuevo el balón parado fue determinante. Falta botada desde el costado izquierdo y balón que cae llovido en el corazón del área donde Rubén Rivera consigue pincharla y dejarla muerta. Con un recorte y un disparo con el exterior el ariete coruñés mando el esférico al segundo palo, imposible para Toni y llevando el 1-0 al luminoso y la alegría a una afición boirense que estuvo toda la semana calentando el partido y que no dejó de animar a sus muchachos durante el encuentro.

Lluvia de goles

El inicio de los segundos cuarenta y cinco minutos se hizo de rogar. Quién sabe si por picaresca o por casualidad, se tuvo que reparar un desperfecto en una de las porterías de Barraña, lo que obligó a dilatar el pitido reanudaba el partido. En este segundo asalto, el Boiro tenía que conservar su ventaja si quería seguir dependiendo de si mismo para lograr la permanencia, mientras que el Burgos debía poner más de su parte si quería evitar el playout. Y así lo hizo por medio de Anton y Cusi mandando balones a la espalda de Catú y Crespo pero que no terminaban en remate. Y a pesar de los muchos intentos, llegó el segundo de los boirenses gracias a un acto de fe de Marcos Álvarez, que llegando a línea de fondo puso un centro a pesar de que sabía que no había ningún rematador. Quien sí lo remató fue Jorge García, que tocó lo justo con la testa para desviar el balón al interior de su propia portería.

Los goles de Marcos Álvarez y Cano liquidaron al Burgos

El autogol parecía dejar herido de muerte a un Burgos sin reacción y que a punto estuvo de encajar el tercero gracias a un disparo de Cano que se marchó lamiendo el palo. Pero la ventaja relajó un poco al Boiro, que en su mejor momento se descuidó atrás y permitió a Chevi remata a placer un centro desde la izquierda en la primera ocasión clara de los castellano-leoneses, que lograron recortar distancias. El gol apretó un poco más el partido y llevó los nervios a los dos banquillos, que ya veían el partido sentenciado antes del gol banquinegro.

Pero la locura del futbol apareció de nuevo en Barraña. En el momento de más nerviosismo, un córner del Boiro puso el 3-1 en el videomarcador. Centro con mucho efecto de Marcos Álvarez que se convirtió en un gol olímpico gracias a la coloración de un Toni Lechuga que no estuvo acertado a la hora de atajar el cuero y que introdujo sin querer el balón en su meta. Otro mazazo para el Burgos, y esta vez sí definitivo. Un duro golpe que mandó a los visitantes a la lona sin capacidad de dar respuesta, ya que nada más sacar de centro, Cano se aprovechó de otro despiste para plantarse en el mano a mano contra Toni. Con un autopase se deshizo del jerezano y empujo la pelota a placer para liquidar definitivamente el partido a falta de un cuarto de hora. Los últimos minutos fueron una celebración en la grada y en el campo, momentos que Fredi Álvarez aprovechó para homenajear a sus muchachos dando salida a Rivera y Romay para que gozaran del calor de su público y dando entrada a Borja, uno de los ídolos de la afición que no gozó de muchos minutos esta temporada. Quien también tuvo premio fue Pedro Beda, que entró de refresco en los minutos finales y que tuvo su gol en el tiempo de descuento haciendo la manita.

Con el pitido final comenzó el desfile de sonrisas y lágrimas sobre el césped. Los blancos consiguieron la permanencia en un tramo final de temporada en el que por medio de la heroica lograron el objetivo de la salvación, mientras que los burgaleses abandonaron la Ria de Arousa con un billete para jugares la vida en el match ball del playout, un todo o nada para el conjunto castellano en la última bala que le queda para mantenerse en Segunda B. Una temporada que toca a su fin para la mayoría que para el cuadro burgales se alargará un poquito más y que decidirán en El Plantío. Mientras, hoy todo Boiro se va de fiesta. Se lo merecen. Han vivido un año sufrido, agónico, de infarto e inolvidablemente mágico. Todo a la vez. Como la Segunda División B.