Es triste tener que escribir estas líneas porque es lo que menos me imaginaba cuando comenzó la temporada. Pero tampoco quiero dejar pasar tal cantidad de descréditos, errores y acciones impunes que igual se nos han olvidado o hemos dejado escapar. Quizás hemos asumido el descenso demasiado rápido. 

Poco puedo decir de una temporada que ya desde su comienzo apestaba. Con la llegada de Álex González, un director deportivo que no ha pasado desapercibido por Aranda, el club sufrió un importante cambio. También deterioro (de imagen). Y es que lo que estaba por llegar bien podría parecer más propio de una comedia que de un club de fútbol.

Un mes. Es lo que tardó Álex en comunicar a uno de los mejores entrenadores de la Arandina en su historia (según los números) que no continuaba al frente del banquillo. Pérdida de tiempo. El siguiente en salir por la puerta de atrás fue Adri, capitán y buque insignia al que sin el reconocimiento correspondiente se le relegó del equipo

Tampoco se fue del todo legal con Luis Obispo, despedido en mitad de pretemporada a pesar del compromiso adquirido para su renovación. Y todavía quedaba otro lucimiento. También en ese frenético mes se anunció la no renovación de Carlos Portero, que a las pocas horas volvía a convertirse en jugador blanquiazul. El equipo rectificaba, pero la imagen del club quedaba por los suelos. A uno le costaba reconocer las medidas tan extrañas que se estaban adoptando.

Llegó entonces 'el elegido', el glorioso salvador Emilio Ferreras. Algunos aseguraban que era buen entrenador; yo todavía creo que se le dio mejor vender su currículum. "¿Pero cómo vamos a bajar con un míster que dice nunca haber descendido a nadie?", se preguntaría alguno antes de saber lo que se avecinaba. 

Ha sido una temporada nefasta, en la que todos sabemos lo que ha pasado. Una mano negra ha perseguido al equipo y le ha imposibilitado domingo tras domingo su victoria. Nada tiene que ver con los planteamientos, los cambios o las decisiones técnicas e inteligentes que deben aportarse desde el banquillo. Para nada. Si ya lo dijo el 'míster' (quien más debe saber, visto lo visto) después de jugar en Mutilva. "Cuando no es el año, no es el año". Y ya está.

Este descenso duele. Mucho. Duele por los directivos, que han puesto en riesgo su patrimonio y su tiempo para poder pagar religiosamente a los jugadores. Son quienes más han sufrido en este negro capítulo de historia blanquiazul. Duele por los jugadores que, lejos de tomarse Aranda como un pueblo de incultos futboleros y un buen lugar para salir de fiesta, han sido profesionales y se han entregado al máximo para cumplir su cometido. 

Y duele por los aficionados, a los que tengo que reconocer mi más sincera admiración por seguir acudiendo al estadio a pesar del cúmulo de desatinos que de forma acumulativa se estaban sucediendo. Son aficionados fieles, un activo que no se debe perder. Puede que a veces, incluso, hayan volcado su frustración con el árbitro cuando ese no era precisamente el problema. Pero su paciencia infinita y su continuo ánimo al equipo han demostrado su afán al blanquiazul

Aviso con antelación; no va a ser una temporada fácil. Aterrizar en Tercera División es complicado y tener uno de los presupuestos más altos o una de las -a priori- mejores plantillas del grupo no garantiza absolutamente nada. Eso sí ,la Arandina volverá a ser un equipo puntero y las exigencias serán diferentes. Con la llegada de Diego Rojas, el club ribereño se acomoda y abre brecha a un nuevo proyecto. Ojalá que esta vez sea el definitivo.

Puede que peque de pedigüeño, pero deben apoyar y confiar en su equipo. Hay tiempo por delante para reflexionar, para echar insecticida donde sea necesario y para renovarse, que falta hace. Eso sí, sin su apoyo será imposible. Apelen al espíritu de Alcobendas, al de Algeciras, al de remontada frente al Olot en 'El Montecillo'. Recuerden por qué son de la Arandina y qué representa el club en sus vidas, y no lo dejen acercarse a la muerte, porque aún sigue muy vivo, pero su vida depende de quien le da de comer. 

Así que apoyen. Apoyen a los profesionales que cumplen con su trabajo, o a quienes también lo hacen sin serlo. Animen a su equipo, arrópenlo y ayúdenlo, porque es ahora cuando más lo necesita. Confíen en las nuevas caras, en los nuevos nombres y en la mejor de las intenciones de cada uno para crecer y sumar. Y si por lo que fuera todo sale mal, recuerden que siempre podrán apelar a que "cuando no es el año, no es el año".