A muchos de ustedes les sonará esta situación. Ese momento en el que estamos a punto de besar a la persona amada, de comprarnos ese Ferrari que anhelamos desde niños o de emprender un heroico viaje a la Luna para salvar la Tierra. Y, justo en ese momento álgido, llega el amargo despertar. Estamos donde estábamos: en la vida real, donde los sueños no tienen cabida. Eso mismo es lo que estamos pasando los que durante este último año hemos vivido, respirado y soñado en clave boirista, y somos muchos. Las veinticuatro horas los siete días de la semana. Aficionados, jugadores, trabajadores del club, dirigentes y todos los profesionales que hemos seguido la actualidad del club y lo hemos visto crecer, emergiendo desde el fango del amateurismo hasta la Copa del Rey.

Una auténtica pesadilla

Para los más cinéfilos, está frase de ‘Gladiator’ plasma muy bien la situación del CD Boiro: “Una vez hubo un sueño llamado Roma, sólo podías susurrarlo, a nada que levantaras la voz se desvanecía, tal era su fragilidad... y ahora temo que no sobreviva al invierno”. Si cambiamos Roma por la Segunda B, el invierno por caer a Tercera División y las mismas palabras de Marco Aurelio las ponemos en boca del presidente David Places, el gran artífice de este cuento de hadas, tenemos un poético resumen de la azorada vida del conjunto barbanzano. Los blancos, que se ganaron con todas las de la ley  y sobre el terreno de juego su permanencia en el Grupo I de la división de bronce del futbol español, también se ganaron a pulso y en los despachos su regreso a Tercera División.

La deuda de 94.000 euros significó el descenso del Boiro

Básicamente, hablando mal y claro, por hacer el canelo. Por una deuda de 94.000 euros que pudo haberse pagado si el ayuntamiento y el club llegasen a un acuerdo más que lógico que beneficiaría a las dos partes, si el dinero que se le adeudaba al club de patrocinios y subvenciones hubiera llegada en el tiempo estipulado, si en vez de la opción más seductora que era la del grupo inversor mexicano se hubiera apostado por las propuestas de grupos inversores locales o si simplemente el grupo azteca no hubiera resultado ser una gran mentira cubierta de purpurina. Algo que, para desgracia de todos nosotros, no se supo hasta que el reloj dio las doce, momento en el que los percherones blancos y los suntuosos carruajes volvieron a ser ratones y calabazas. Muchos supuestos para un desenlace tan nefasto: el descenso del Boiro.

Una culpa compartida por todos los miembros de la directiva que empaña el buen hacer de los estuvieron al frente del Boiro durante este tiempo. El primero David Places, el señalado por mucho como culpable del descenso administrativo, obviando de esta forma que el descenso solo se consumó porque el Boiro había logrado ascender a Segunda División B, la categoría más alta a la que había llegado cualquiera de los clubes de la comarca. Un hito inimaginable hace cinco años, cuando el equipo se movía en la Preferente. Si bien es cierto que las cosas se podrían haber hecho de forma distinta y el mal podría haberse evitado de mil y una formas distintas, crucificar al presidente, un hombre que siempre ha dado la cara por el club y que solo en esta ocasión ha faltado a su palabra, me parece cuanto menos injusto. Ahora, parece dispuesto a echarse atrás tras su renuncia a la presidencia del club y se ofrece para seguir colaborando con la entidad en esta nueva etapa para devolver a su Boiro al lugar que le corresponde. Su primer trabajo será encontrar un nuevo entrenador que sustituya a Fredi Álvarez, y todo apunta al regreso de José Luis Lemos al banquillo de Barraña. Luego, armar un equipo igual de competitivo y normalizar las relaciones con el ayuntamiento  y con Juan José Dieste, alcalde de la localidad barbanzana.

No puedo dejar de pensar en todos los guerreros que, vistiendo la casaca blanca, se dejaron la piel en Barraña y por los campos de España para lograr la permanencia de un equipo novel en Segunda B y que ahora les es arrebatada, además de un dinero que se les adeuda y que quizá no vuelvan a ver, esta vez no por culpa del Boiro, sino de las Federaciones e instituciones que se preocupan más de cumplir las reglas que de defender el espíritu que tratan de salvaguardar esas reglas. Porque, siendo pragmáticos, el Boiro contaba con el dinero que se les debía a los jugadores y, aunque tarde, se lo hizo llegar a los organismos que deberían repartirlo entre los profesionales a los que se les debían las mensualidades de marzo, abril y mayo. Pero no fue así, y ahora el club boirense espera recuperar su dinero y los jugadores es más que probable que no ingresen la totalidad del dinero que le deben. Y ahora, el destino de muchos de esos gladiadores se antoja incierto mientras otros ya han hecho las maletas en busca de nuevos retos lejos de la Ría de Arousa.

Los aficionados y los jugadores se llevan la peor parte

Y qué decir de los aficionados. Los que poblaron Barraña y los campos más lejanos del Grupo I. Desde Ferrol hasta Estella, pasando por Ponferrada, Valladolid o Mieres, el Boiro siempre estuvo arropado por los suyos. Una hinchada incansable, ya fueran miembros de las Krusadas Boirenses o aficionados de a pie, pero todos unidos bajo la misma bandera. Unos seguidores que con su simpatía y carisma se ganaron el cariño del resto de aficionados, logrando el reconocimiento de todos aquellos incondicionales de la escuadra rival, muchos de los cuales lamentaban el descenso del Boiro y daban todo su apoyo a los parroquianos de Barraña. Muestras de afecto que llegaron desde Pontevedra, Burgos, Santander o León y que demostraron una vez más que el fútbol, sobre todo en los momentos malos, no entiende de colores sino de sentimientos. Ahora, los boiristas deben regresar al duro mundo de la Tercera gallega, un mundo frio y cruel que ahora se les antoja pequeño una vez que saborearon las mieles del éxito y vivieron un año inolvidable. Las lágrimas de alegría de mayo se tornaron de rabia con la llegada de julio y la perdida de categoría del club de sus amores y frustraciones.

Oficializado el descenso, en Barraña no hay tiempo ni para guardar el luto a los caídos. En las oficinas van a contrarreloj porque el inicio del campeonato está a la vuelta de la esquina y el objetivo, tanto por obligación como por venganza, es volver a Segunda B. Para eso ya se han dado los primeros pasos, renovando a Rodri, Yago, Borja, Cano y Herbert. También mantienen conversaciones con Manu Rodríguez, Catú y Pillado y han contratado hasta a siete jugadores: Pablo Rubio, Marcos Caridad, Miguel Dieste, Yahvé, Hugo Sanmartin, Suso López y Elier Carreño tienen el difícil cometido de hacer olvidar las penas a todo un pueblo que se había volcado con su club. Como un ave Fénix debe resurgir de sus cenizas en otro amanecer para los boirenses y empezar de nuevo a construir su historia de gloria. Ahora no queda otra que desperezarse, ponerse el mono de trabajo y luchar para que, cuando llegue mayo, podamos volver a echarnos a dormir y soñar con el CD Boiro otra vez en Segunda B. Porque los sueños, sueños son, sí. Pero, ¿de qué sirve la vida entonces, si no podemos soñar?