Como cualquiera, supongo que ya te habrás dado cuenta de qué ocurre este fin de semana. Entras a un bar del centro de Murcia o de Cartagena, me es indiferente cuál, y se respira algo especial en el ambiente, no solo ese olor a café calentito por las mañanas. Es un algo diferente, una sensación difícil de describir, casi me atrevería a decir que inefable. ¿Todavía no sabes qué pasa? Este domingo, es el derbi. El derbi entre Real Murcia y FC Cartagena.

Los periódicos locales y regionales, junto a las radios y televisiones de la comarca, se visten de gala y acicalan, para uno de los partidos de la temporada. La gente saca del fondo del armario su camiseta, y una vieja bufanda con la que siempre van al fútbol. Bufanda que tiene más de 5 años, y de la que puedes afirmar que la tela es buena ya que a pesar de los malos y buenos momentos, sigue sin romperse.

La semana del derbi también es algo peculiar. En los bares, el derbi toma la palabra como principal tema de conversación. Florece la vena más técnica en la gente, que discuten o hablan como si llevaran toda la vida en esto del balompié, argumentando y dando razones de peso con las que podrían convencer al mismísimo Guardiola de jugar al ‘pelotazo’.

Aunque, el mejor partido se disputa en los graderíos, que no quepa lugar a la duda. Personas de distintos puntos de la geografía regional, se acercan para presenciar y en directo una de las batallas futbolísticas más impresionantes del año, entre granas y albinegros. Gente agarrada que no se conoce de nada celebrando y festejando el gol de su equipo, canticos más profundos que una poesía de Bécquer y pancartas más ingeniosas que un mechero con luces. Eso es el derbi: tensión, coraje, orgullo, tesón, y sobre todo mucha, pero que mucha ilusión.