Hay cosas que no cambian en el fútbol. El sentimiento, la alegría de celebrar una victoria, animar a tu equipo cuando más lo necesita, llorar de rabia cuando los problemas acechan, acudir al estadio los domingos por la mañana con una sonrisa de oreja a oreja para disfrutar de noventa minutos en familia, y un etcétera que podría alargarse demasiado. Todo ello ocurre en Alcorcón, la humilde ciudad del sur de Madrid. Desde hace siete años, los amarillos juegan en Segunda División, algo que jamás se hubiese pensado cuando los asientos del Municipal de Santo Domingo eran de colores naranjas, azules, verdes y blancos desteñidos por la lluvia en invierno y el sofocante sol en verano. En aquél entonces, un sistema se asentó y, casi una década después, nada parece haber cambiado a pesar de los múltiples entrenadores que han pasado por el banquillo. Porque en efecto, hay cosas que no cambian en este deporte, y en las tierras alfareras, las tácticas, tampoco.

Mr. Anquelotti 

En efecto, el tan querido Anquela fue el precursor del 4-1-4-1 en Alcorcón. Durante cuatro temporadas, el andaluz diseñó un esquema de juego que no demasiados equipos de la élite española estaban acostumbrados a utilizar debido a los buenos resultados que daban los habituales 4-3-3 y 4-2-3-1 motivados por los fantásticos Pep Guardiola y José Mourinho respectivamente. Gracias a dicha formación, en el tercer año, se hizo historia tras ganar al Real Madrid en la Copa del Rey con el famoso Alcorconazo, y en el cuarto año, el natural de Jaén consiguió el ascenso con los alcorconeros al vencer al Ontinyent aquél mítico 20 de junio de 2010.

Nadie dijo que fuese fácil, y además no lo fue. Los alfareros pelearon con uñas, dientes y alma para lograr el sueño de toda una ciudad. Un buen motivo fue la táctica tan interiorizada que tenía la alineación que casi cualquier alfarero de corazón aún la puede recitar de memoria: Juanma, Bermúdez, Íñigo López, Borja Gómez, Nagore, Alberdi, Fernando Béjar, Sergio Mora, Rubén Sanz, Borja Pérez y David Sanz. Estos once valientes defendieron el escudo como si ellos mismos lo hubiesen creado. En el césped de Santo Domingo la gente disfrutaba de lo lindo viendo cómo se compenetraban a la perfección y ponían en práctica los automatismos que Anquelotti, como ahora se recuerda al míster, les había infundado.

Anquela durante su etapa en el sur de Madrid | AD Alcorcón
Anquela durante su etapa en el sur de Madrid | AD Alcorcón

Y bien, ¿qué tiene que ver esto con el Alcorcón que se puede ver este 2018 si durante este recorrido ha habido varios técnicos al frente? Pues mucho. Es cierto que José Bordalás, Miguel Álvarez, de nuevo José Bordalás, Juan Ramón López Muñiz y Cosmin Contra han sido entrenadores de los amarillos en el periodo comprendido entre 2012 y 2016. Demasiados cambios y demasiadas ideas que no terminaron de cuajar a pesar de que en más de una campaña el equipo en cuestión jugase los inimaginables playoff dejando en ellos una actuación digna de destacar y admirar. Hasta que llegó Julio Velázquez, el precursor que ha traído de vuelta el 4-1-4-1 al sur de Madrid y que tanto gusta a la afición.

Vuelta a la razón de ser

Ante todo, hay que decir que ni siquiera Julio Velázquez ha tenido clara siempre la eficacia extrema de la mencionada táctica, pues en la temporada pasada, bien es verídico que cogió a un Alcorcón en severos problemas en la clasificación tras el desastroso paso de Cosmin Contra, cambió en los instantes finales la formación pasado a un defensivo 5-4-1, una variación en la que el mediocentro defensivo se adhiere a las posiciones de la zaga para crear un bloque compacto y a priori impenetrable. Funcionó, que es lo más importante. Salvó al equipo en la última jornada liguera y los alfareros se mantuvieron un año más en la fantástica Segunda División para seguir demostrando de qué pasta están hechos los valientes soldados del sur madrileño.

Pero de nuevo, fiel a sus principios y sabiendo a ciencia cierta los valores que impregnan a la Agrupación Deportiva Alcorcón, el técnico salmantino volvió a apostar desde las primeras jornadas por el tan repetido y no menos importante 4-1-4-1. Sin embargo, no funcionó en la primera vuelta liguera con la eficacia que se esperaba, aunque Julio Velázquez decidió mejorar cada vez más el sistema hasta que los jugadores lo tuviesen tan interiorizado como pasaba en la etapa de Anquela. Y las cosas hay que decirlas bien claras: lo está consiguiendo. El equipo no está en la zona alta de la tabla ni muchísimo menos, pero cada partido se está sintiendo más a gusto que el anterior y todo ello es mérito del míster.

Presentación de Julio Velázquez en Santo Domingo | AD Alcorcón
Presentación de Julio Velázquez en Santo Domingo | AD Alcorcón

Los problemas aparecían por las carencias en ataque, ya que, en la zaga, el conjunto amarillo ha contado durante toda su historia con defensores de calidad y experiencia más que demostrada. Por ello, el natural de Salamanca ha apostado por hacerse fuertes en la medular y comenzar a gestionar ellos mismos la posesión del balón, algo que durante la mayoría de las jornadas atrás no pasaba. Era todo lo contrario, el Alcorcón se caracterizaba por intentar defender el mayor tiempo posible sin contar con el balón y aprovechar algún esférico suelto al contragolpe. Pero no es un sistema eficaz a largo plazo. Julio Velázquez se ha dado cuenta de ello. Ahora los amarillos son otros. Se gustan, tienen la posesión, cambian el juego hacia las bandas, se sienten seguros atrás y por ello sacan jugadas todas las oportunidades sin recurrir al pelotazo. Es decir, que están volviendo los tiempos de Anquela, los que nunca debieron irse.

Benditas coincidencias

Lo mejor de todo, y la propia afición se está dando cuenta, es que se encuentran numerosas similitudes también, ya no solo por el 4-1-4-1 y el método de juego basado en la posesión, la influencia en las bandas con los carrileros, la importancia del mediocentro defensivo y la multitarea del hombre de ataque, sino también porque todos los jugadores que conforman el once tipo de Julio Velázquez tienen su parecido con los de Anquela. Manteniendo las distancias, por supuesto, pero todos y cada uno de ellos cumple un rol muy parejo.

No cabe duda de que Casto en la portería cumple de igual o mejor forma de la que lo hacía Juanma. De igual modo, Bellvís, David Fernández, Esteban Burgos y Laure ejercen tareas muy similares a las de Bermúdez, Íñigo López, Borja Gómez y Nagore, lo cual es clave para garantizar la estabilidad defensiva. Consiguientemente, Errasti emula a la perfección la función de centrocampista recuperador, equilibrador y puro de Alberti, todo un ídolo para la afición alfarera. Y en la sala de máquinas ocurre lo mismo, da igual que sea Toribio, Dorca, Álvaro Peña o Borja Domínguez dependiendo de las circunstancias necesarias, que la organización en la medular no deja nada que envidiar a la que realizaban Sergio Mora y Rubén Sanz, dos auténticas instituciones. En la banda tres cuartos de lo mismo. Mateo y Sangalli son dos auténticos titanes como lo eran Fernando Béjar y Borja Pérez. Arriba hay quizá alguna discrepancia más, pues ni Jonathan Pereira ni Álvaro Giménez son tan fuertes y delanteros puros como David Sanz, pero ahí es donde Julio Velázquez encuentra un arma distinta y no menos eficaz para apoyar en las bandas.

Celebración amarilla tras cerrar un partido | LFP
Celebración amarilla tras cerrar un partido | LFP

En definitiva, queda claro que pueden pasar los años que pasen, que en la Agrupación Deportiva Alcorcón tienen muy claro cuáles son sus bases y valores. Las del toque, la posesión, las carreras olímpicas en las bandas, los paradones bajo palos y los córneres mal sacados, algo gracioso, pero digno de mencionar y que cualquier fiel aficionado alfarero lo puede confirmar. Eso en el césped, fuera de él tampoco va a cambiar el caldito los días de frío, el sombrero de paja en verano y los amables cánticos cuando el portero rival saca de puerta. Porque eso es Alcorcón, un lugar humilde donde todo queda en familia sí y solo sí nada se toca. Porque he ahí el motivo de las sonrisas alfareras: lo clásico, en lo de toda la vida. En lo que funciona.