Se pedía paciencia desde las oficinas del Ángel Carro, paciencia con un jugador que aún no había tenido su oportunidad lastrado por las lesiones. El tiempo pasó y el puma saltó al verde, su hábitat natural. Mario Barco aprovechó cada una de las oportunidades que Francisco le brindó. Esfuerzo como base del éxito, este podría ser el lema del jugador riojano.

Frente a la Cultural no fue diferente. Ante la prolongada baja de Polaco, Barco se perfilaba como el delantero titular del Lugo. En un partido trabado, donde las condiciones externas eran las peores, el cuadro rojiblanco tiró de repertorio y se sobrepuso a la adversidad.

Tras un primer acto gris, Barco iluminó al bando local en la segunda mitad, se echó el equipo a la espalda. En el 47 aprovechó la pifia de la jornada para adelantar al Lugo, Azeed siempre se acordará de su frustado remate a puerta vacía. En el 61 fusiló a Palatsi y puso el 3-0 en el marcador, para luego marcharse en el 67 con la sensación de haber cumplido su misión. Fue determinante.

Como bien lo definió el delantero del filial lucense, Fernando Cuadrado, Mario Barco es “un jugador que ha luchado mucho para estar donde está, un tío de la casa que se merece todo lo que le está pasando”, un auténtico portento físico con el olfato goleador del mejor nueve. No le pierden la pista desde San Mamés, donde ya militó dos temporadas, eso sí, en el segundo equipo.

A comienzo de temporada, Cristian Herrera era el favorito para ocupar la referencia ofensiva. Con la llegada de Polaco, las intenciones de Francisco cambiaron, y decidió retrasar a Herrera para hacerle hueco al punta argentino. Ahora la situación es aún más complicada, con la irrupción de Barco son tres los jugadores que pelearán por un solo puesto. Y aún falta la incorporación de Campillo, un fijo en la media punta. Complicada la labor de gestión que le espera a Francisco, una labor que sería deseada por todos los técnicos de la categoría de plata.