Cambio de ases en el Tenerife. El conjunto tinerfeño  tuvo que remodelarse tras experimentar numerosas bajas en el mercado de verano. La plantilla notó un ligero bajón en cuanto a resultados, lo que se ha visto acrecentado en los últimos meses de competición.

Aquel equipo que en la 2016/17 asombraba por su facilidad goleadora, por sus rápidas contras, es historia. Las pretensiones de la directiva fueron claras: renovar pieza por pieza para no perder la esencia, para mantener la estructura de un equipo destinado a participar de nuevo en la primera liga de nuestro país.

Los nuevos fichajes ilusionaron a la afición, pero no están rindiendo al nivel esperado. Las actuaciones del equipo se enmarcan dentro de la media de esta siempre apretada Liga 1/2/3, donde es más sencillo tropezar que dar con la tecla. El problema es que el Tenerife debería pertenecer a ese reducido y privilegiado grupo de tres, cuatro equipos, que peleasen por las dos plazas de ascenso directo hasta el último suspiro.

Con 36 goles a favor es el séptimo equipo más goleador de la categoría. La pasada campaña acumuló 50 tantos, siendo el equipo que menos dianas generó de los siete primeros clasificados (acabó cuarto). Es evidente que goles totales y pegada son dos cuestiones que van íntimamente relacionadas. No es del todo así. El Tenerife no destacaba por cosechar goleada tras goleada, sino que su punto fuerte fue la facilidad con la que materializaba sus ocasiones. En apenas segundos montaba rápidos contragolpes casi imposibles de frenar, en un instante rompía el partido. Es justamente eso lo que ha perdido este equipo, el tan ansiado factor sorpresa. Amath era, sin lugar a dudas, el máximo estandarte de ese modo de entender el fútbol, un jugador de ida y vuelta, un extremo de quiebro. A día de hoy no hay un futbolista que marque realmente la diferencia, que tire del equipo. Quizás sea esa la tarea pendiente de directiva y cuerpo técnico.