Wembley es una de esas lámparas que ni se empolva ni se fuga la magia que cual lapa se adosa a sus cavidades internas. Tiene ese componente místico y onírico que identifica a las grandes plazas. Ídem el Monumental de México, Maracaná, el Bernabéu o el Olímpico de Munich. Jugar en ellos sobredimensiona cualquier cita. La relevancia del amistoso del sábado no sólo apuntaba a la historia, también tenía carácter probatorio vinculante para la gran cita continental de selecciones. Y la práctica de la prueba evidenció los rasgos que -como arma de doble filo- menguan el rendimiento de nuestra selección. Y es que -en el seno de ´la roja´- se ha instalado un clima de sobrada confianza, defecto de autocrítica y superioridad retroactiva (la misma que -a la inversa- nos hacía menos competitivos antaño). No olvidemos que de la cima del mundo a estamparse contra el suelo hay dos palmos y medio.

Es indudable que España puede reeditar el título de campeón de Europa sin tocar ninguna pieza, hablamos de una generación inigualable y de un excelso nivel técnico. Es indiscutible que -hombre por hombre- estamos por encima de todas las selecciones, no en vano contamos con más de de un jugador top por posición, a excepción de los laterales. Ahora bien, el esquema del bonachón de Del Bosque nos está privando de algo hermoso y está facilitando que los rivales localicen la tecla para apaciguarnos y dañarnos.
 
Sin ´9´ referencia que fije a los centrales contrarios, y descargue para habilitar segunda jugada, son necesarios los movimientos de ruptura, sin y con balón. No hay un perfil de jugador en el once tipo de Del Bosque que cumpla esa misión. Fábregas es el más indicado, aguarda en el banquillo.Muniain sería un ciclón para batir línea, irá a los JJ.OO. Por tanto, o sujetas el caudal del juego de espaldas con Fernando Llorente, o imprimes una mayor velocidad sin balón a ese sistema de permutas. Pero ese no es el único problema, y al anterior se entronca otro de mayores consecuencias.
 
La posesión es la fuente de nuestro estilo. Tal afirmación ni se negocia ni se debe negociar. No hay otro modus operandi posible, pero sí distinta eficiencia en su gestión. No se sostiene por ningún lado que Busquets se descuelgue en fase ofensiva cuando contamos con los cuatros mejores centrocampistas ofensivos del planeta. Tampoco que Xavi sea receptor casi siempre por delante de la jugada, a veces de espaldas. Ni que Xabi y Busquets estén juntos sobre el césped cuando en parte solapan funciones y reducen una línea de pase. No basta con vivir de una transición defensiva de calidad cuando el potencial permite que la pérdida sea buena aún colocando –en fase ofensiva- otro efectivo más por delante del balón.
 
Estados de forma. Picos de rendimiento. Todo sabemos quién goza de un dulce momento y quién habita por cómoda inercia. Este anquilosamiento es una aguja que puede perforarnos sin compasión. Villa y Torres –a día de hoy- son más nombre que rendimiento. Silva debe ser incuestionable. También Xabi en detrimento de Busquets. Un once tal que así daría otra cara: Casillas; Arbeloa, Ramos, Piqué, Jordi Alba; Xabi Alonso; Silva, Xavi, Fábregas, Iniesta; Llorente.