Fue un torbellino. Los chicos de Julen Lopetegui eligieron un escenario extraño para descargar su tormenta de fútbol. Son los caprichos inconscientes de esos jugadores diferentes que inexplicablemente a veces eligen un lugar inesperado para sacar ese repertorio que los caracteriza. Irónicamente, la selección llegaba con dudas, y abandonó el campo con una de las mejores exhibiciones de fútbol de los últimos tiempos. La peor noticia, que el buen aficionado a este deporte no asistiera en mayor número al Bilino Polje de Zenica. Es cierto que su selección cayó goleada, pero los causantes del estropicio en su contra forman un variopinto abanico que colorea el fútbol a sus anchas. Una conjunción de jugadores que en combustión convierten un encuentro en un momento único.

El triángulo en la medular

A pesar del ambiente frío y la pobre entrada en el estadio, la selección inició el encuentro con esa agilidad de balón que se pregona desde hace tiempo. Lopetegui volvió a apostar por un planteamiento claramente ofensivo, con un triángulo donde, defensivamente, Saúl Ñíguez era el vértice más retrasado y Sergi Roberto y Oliver Torres ocupaban las dos zonas de interiores, algo más adelantados. Una disposición que abriría un debate momentáneo, con el avance de la primera mitad

Krunic disparó desviado desde fuera, cuando no se llegaban ni a los dos minutos. Una acción que no mostraba la realidad del primer cuarto de hora, con una España dejando ya una de las mejores sensaciones en esta fase de clasificación y que podría haber obtenido su buen fruto si Muniain, tras una acción de rechaces cerca del área pequeña, no hubiese rematado al palo cuando podía haber definido con más practicidad.

Deulofeu y Carvajal se movían con agilidad y empuje, con y sin balón, por la banda derecha. Se palpaba que el equipo era demasiado alegre en su disposición, pero mientras se apreciasen esas diferencias en lo técnico, el equipo podía estar tranquilo. El catalán cedido en el Everton quitó el vaho de más de una lente u objetivo con una exuberante carrera en diagonal donde fue deshaciéndose de rivales al más puro estilo Cruyff. Más tarde también sería Garrincha. Con esa forma de conducir, el joven atacante parece acercarse más que nunca a la estilosa carrera del genio holandés.

Con esa forma de conducir, Deulofeu se asemeja a Cruyff

Pero Bosnia golpeó primero. Fue por ese controvertido vértice solitario del mediocentro. Una punta del triángulo que en ocasiones fue invisible, porque Saúl tendía una y otra vez a subir hacia tres cuartos de campo. En el 14, la selección perdió el balón en la medular. El del Rayo fue superado y ahí se abrió un continente para Prcic, que frenó y, desde la frontal, sacó un disparo colocado que se ajustó, aún más, al rozar en el talón de Sergi Gómez.

Dudas antes de la “tormenta”

Los quince minutos optimistas del inicio se tornaron en nubarrones de dudas que duraron también un cuarto de hora. En ese tramo, a la selección le costó circular como antes y las pérdidas convirtieron el encuentro en un peligroso ida y vuelta. Oliver Torres tenía menos presencia que nunca en la elaboración, y volvía a ofrecer esa imagen de jugador abrumado por el físico y la presión rival. Además, resbalaba con regularidad, como si la elección de botas no hubiese sido la correcta. Sergi Roberto tampoco estaba teniendo su día, y su peso en el juego era dudoso. Muniain había desaparecido completamente y Morata estaba lejos de todo.

Pero eso fue solamente un tramo, en ese segundo tercio de la primera mitad. Las nubes se irían finalmente cerrando y la primera descarga confirmaría las buenas sensaciones de un hombre, que llegaría desde la derecha. Un inadvertido Morata prolongó inteligentemente hacia ese costado, donde Deulofeu tiró de su manual más práctico: amago, arrancada y centro al área pequeña. Intentó rematar en el primer palo, pero fue Barisic, detrás de él, quien se introdujo el balón en propia meta. No fue la más bella, pero fue la acción que despertó los sentidos.

Deulofeu también tiró del manual más práctico: amago, arrancada y centro

Esa tormenta figurada comenzaba a arreciar sobre Zenica a modo de fútbol. España insistió otra vez con esa cadencia tan suya. Entonces, Sergi Roberto sí fue él mismo y arrancó desde el medio, con esa presencia. Vio el movimiento de Oliver hacia el área, eso que tanto le pide Simeone al extremeño, y allá que la mandó. El pase en profundidad le golpeó en el talón, y cuando parecía que la jugada acabaría sin incidencia, Kovacevic, desequilibrado, le devolvió el balón a un Oliver todavía en progresión hacia el marco. Casi desde el suelo, como una ironía de todos esos resbalones, se estrenó como goleador de la selección y le dio la vuelta al marcador.

Oliver hacia el área, eso que tanto le pide Simeone

Ya en el añadido, Deulofeu le dio su homenaje particular a Garrincha. Apertura de Sergi Roberto al extremo que, ante tres defensores, amagó y pisó la pelota con un nervio y control de la situación al alcance de unos pocos elegidos. Cuando parecía que no había salida, sin dejar de mantener el contacto con el balón, que estaba bajo sus tacos, deslizó el pie y con el interior tiró un caño espectacular y aceleró. Iba a pasar entre dos de los rivales, que finalmente le derribaron. El penalti lo transformó Morata y el de Riudarenas dejó una parte de lo que se completaría después.

Goleada, debuts y confirmación

Tres minutos corrían de la reanudación cuando Oliver estuvo a punto de hacer el cuarto, en una gran jugada de combinación entre Morata y Carvajal por la derecha. Luego lo intentó Bernat por la izquierda, aunque no encontró rematador. La selección tocaba y tocaba y variaba convenientemente la dirección de sus acometidas. Era una delicia en el manejo, y de los cambios de ritmo había un dueño. En el 53, Deulofeu arrancó en la medular. Dribló como una exhalación a un defensor y arrastró a otros dos. Encaró la portería y Jajalo solo pudo mirar la trayectoria del balón, que acabó en el palo.

Llegó el momento de los debuts y del chaparrón final para los bosnios. Al poco de ingresar, Darder tiró con mala intención desde lejos. El del Málaga ingresaba ya con ritmo. Pero fue el catalán el que provocó de nuevo el terror en la defensa. La secuencia fue larga y volcada en la derecha, desde donde intervinieron varios jugadores. Cuando parecía que se iba a perder la posesión, Morata se las arregló para abrir a banda desde la frontal. Allí, el hoy once, miró a su marcador a la cara y en un pestañeo éste dejó de verle. Cuando se dio cuenta ya había centrado y los intentos errados de despeje de Jajalo y de un zaguero bosnio los agradeció Muniain, que anotó y corrió a celebrarlo con el clásico salto y golpeo de pechos con su amigo del Everton.

Oliver Torres anotó el quinto tras un pase de Jairo Samperio, que también se estrenaba como Sub-21 y que se había situado en la punta del ataque. El sexto llegaría tras una acción dudosa, donde no se aprecia claramente que Morata fuera derribado, aunque el defensor se lanzara a la desesperada. Deulofeu, con justicia, lo lanzó y lo anotó. Un digno premio para su partido, que fue una demostración de que posee ese “carruaje” de jugador de clase mundial. Por si quedaban dudas, lo volvió a intentar, en otra carrera fulgurante en el 73 donde dejó atrás a defensores y portero, pero su tiro, desde una posición ya muy escorada, lo sacó un defensor en la línea. Y también lo buscó de gol olímpico. Una suerte que ya ha intentado en otras ocasiones.

Jairo se estrenó con la Sub-21 y se colocó en punta

También debutó Rubén García, que entró en lugar de Morata, y se mascaba el séptimo en todos los acercamientos. Pero no hubo más. No importó. La Sub-21 dejó una de esas exhibiciones de fútbol de calidad, con variantes, que no se ven asiduamente. En un escenario frío, que no invitaba a esa estética, se desparramó y fue un aluvión de buena cosecha. La selección tiene mucho fútbol, suma ya quince puntos en cinco encuentros y Deulofeu volvió a recordar todo aquello que viene anunciando desde que ingresó en La Masía. Obtuvo una de las notas más altas que puede recibir un jugador en la categoría, pero aún le queda un camino.

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Sobre el autor
Víctor Sancho Ferrer
Digamos que soy un periodista, especialista en fútbol, de dentro a afuera. Soy un ojeador global del balón pero conociendo primero mi propio medio: desde las categorías inferiores al fútbol de élite, y así luego me abro al mundo. Creo que si no eres capaz de valorar lo que tienes al lado, la opinión que te formes de lo que veas más allá de tus fronteras no será tan real.