Había banquete, había baile. Era en Le Mans. La ciudad francesa acogía una nueva bonita velada con novedoso invitado. Las ya habituales multitudinarias invitaciones en suelo galo se vestían de gala para recibir a un nuevo comensal, en constante crecimiento se va haciendo mayor. Por esa razón acudió a la cita luciendo nuevo vestido y a la hora pactada, a las 21:00 horas.

La selección española se presentaba al banquete con fuerza y ganas de demostrar el crecimiento nacional ante una potencia mundial en esto del fútbol femenino. Era el contexto perfecto, el contrincante admirado, la fiesta indudable. Aunque el corazón lo intentó hasta el final, la resolución no varió ni un ápice. Francia, siempre Francia, volvía a ganar, haciendo gala de un gran ambiente tanto dentro como fuera del verde. Pero la preparación fue idónea. Aprendizaje, que es lo que importa.

Paños y poco más

Sandra Paños fue, sin duda alguna, el nombre propio del inicio de la velada. Durante el primer acto la guardameta española emergería como salvadora del equipo nacional merced a dos intervenciones dignas de las mejores del mundo. Primero, a MBock Bathy; después, a Abily con la inestimable colaboración final de la madera. Los reflejos felinos sacaban a relucir los cánticos de la grada en una fiesta bastante apagada en la primera parte, con muy pocas ocasiones y mucho juego táctico.

No en vano, España estrenaba vestido, un nuevo vestido que habrá que seguir trabajando. Jorge Vilda propuso ante un rival claramente superior una novedosa línea de cinco zagueras, al estilo Real Betis. Las intocables Marta Torrejón e Irene Paredes (inconmensurable), se verían acompañadas por una segurísima Andrea Pereira en el eje de la zaga. Leila y Marta Corredera se instalaban como carrileras. El centro del campo conocía el nivel francés, la potencialidad de esa vertiente. Por esa razón se cubrió la zona con tres futbolistas, entre ellas una Meseguer convertida en el bastión del equilibrio. Las talentosas Alexia y Amanda la acompañaron en la labor, no tanto para brillar como para trabajar. A destajo. Y arriba el talento corría a cargo de Vero y Jenni Hermoso, ambas también bastante requeridas en acciones no tan definitorias como compensatorias para amoldar el corte del vestido.

Vilda probó en Le Mans un esquema con tres centrales y dos carrileras

La contundencia, el sacrificio y la solidaridad protagonizaban el bloque, en ocasiones desenfocado por peligrosas pero desaprovechadas pérdidas de balón. Fue precisamente ese trabajo grupal, aunado a la vital ausencia de Amandine Henry, lo que provocó el colapso en el fútbol de salón local. Tanto las poderosas centrales Renard, MBock Bathy y Georges como las mediocentros Bussaglia y Abily sostenían el esférico continuamente, pero las ofensivas carrileras Houara y Majri no vislumbraban esos bailes cercanos al área contraria. Ni, por supuesto, sus futbolistas más diferenciales. La desconexión con la técnica de Thiney y la movilidad de Le Sommer evidenciaban la dificultad gala para encontrar esos suculentos espacios que siempre tan bien aprovechan. También muy desaparecida la potente Delie, referencia y peleada incesantemente con una defensa que terminó por amargarle el banquete. Francia presionaba altamente, recuperaba lejos de su sector más delicado, movía con paciencia… y ahí terminaba todo. Aunque Vero y Jenni estuvieron cerca de conexionar en alguna ocasión, lo cierto es fue a cuentagotas y con muchos metros todavía por delante. No era partido para eso.

Trueque de protagonistas

Si la primera mitad alzó como actriz principal a Sandra Paños, la segunda lo hizo con Eugénie Le Sommer. Por lo menos en su recta inicial. La atacante del Olympique de Lyon, peleona y móvil como siempre, saltó al terreno de juego con la intención de corroborar las últimas intentonas francesas de los últimos minutos previos a la reanudación. Y no tardó mucho en confirmarlas. Recuperación, apertura a una Abily que dejaba su parcela habitual para disfrazarse de acompañante y medido centro al segundo palo para un inapelable cabezazo de Le Sommer. Estaba visto, todos la esperaban. Una de las mejores bailarinas continuaba su show. 58ª diana con la camiseta nacional para una delantera de solo 27 años que ya acumula casi más goles (155) que partidos (174) con el campeón de Europa. Todo dicho, sobran palabras.

Le Sommer anotó su 58ª diana con la selección francesa para mantenerse como la tercera goleadora histórica

Y ahí Francia dio un paso al frente. Las locales, más cómodas y tranquilas con el marcador a favor, dilucidaron un tema mucho más favorable a sus intereses. Más posesión, más tranquilidad, más movimiento, más llegadas… y más intervenciones. Paños ya no estaba. Pero sí Lola. Es decir, los reflejos seguían copando los tres palos. Le Sommer una vez más y Le Bihan poco después de entrar en el campo propiciaron dos paradas más de mucho mérito. Sin olvidarse de la madera, que volvió a hacer su trabajo en un envenenado envío lateral de Houara.

También habría que destacar a Irene Paredes, a Doña Irene Paredes. La central ex del Athletic Club y desde este mismo verano enrolada en las filas del PSG se medía a jugadoras con las que compite en el campeonato doméstico. Aunque ya venía realizando actuaciones de nivel supremo desde muchos años atrás, la zaguera se coronaba con la elástica nacional ante un rival de nivel mundial. Tapándolo todo, apareciendo siempre y evitando pases claros, la vasca también bailó con estilo. Su ardiente discusión con otra de las mejores centrales del mundo, Wendie Renard, en un saque de esquina, para el recuerdo.

Intentonas con corazón

La Selección intentó mantener la redonda bajo su dominio, algo muy complicado estando Francia delante, y llegar con asiduidad a la meta defendida por una olvidada Bouhaddi. Los intentos fueron positivos; la realidad, bien distinta. Francia aguantó, cedió paulatinamente el esférico a España para salir rauda al contragolpe, y murió matando, como suele decirse. La entrada de frescura se notó en el ataque español, pero no lo suficiente como para poner en verdaderos aprietos a una de las favoritas a los torneos internacionales.

Así terminaba la mejor velada en la historia española. Con nuevo vestido, con nueva ilusión y con nueva intención de continuar aprendiendo para bordar nuevos diseños. Era un envite de nivel, de fútbol de salón, ante un contrincante que continúa afirmando su inherente mal: la puntería. Dos selecciones que buscarán seguir mejorando en bailes posteriores. Una para trazar el definitivo salto hacia el estrellato; otra, para seguir creciendo en un ya inevitable surgimiento del fútbol femenino español. Se esperan más envites, más invitaciones, más bailes, más conciertos… se espera más fútbol femenino de altos quilates.