El mito de la Torre Bíblica parece hacerse Giralda, desde unos años a esta parte, le torre que asciende hacia el cielo no aparece ubicada en Babilonia, tampoco en Mesopotamia, sino Sevilla, en el Zigurat del Sánchez Pizjuán. La ciudad y la Torre apuntan hacia un triple sueño, a la puerta mítica de entrada de los hispalenses en la pradera verde del fútbol, su despegue definitivo, sus ansias por conquistar el cielo, un sueño impactante, espectacular, legendario e irrepetible.

El Zigurat de un sueño blanco y rojo, la cabeza que levanta el templo hacia la victoria, la torre, el Etemenanqui, el origen del mito, el viaje de la tierra al cielo del fútbol. Y es que la leyenda como suele suceder reposa en un poso cierto de absoluta realidad. Tan tangible como que en la temporada 2000/01 el Sevilla militaba en Segunda División y, que dieciséis años después, ha conquistado cuatro títulos de la Europa League (a la espera de disputar otra final en Basilea), dos títulos de la Copa del Rey (a la espera de jugar otra final), una Supercopa de España y una Supercopa de Europa; jugando además cuatro finales más. Un total de ocho títulos que podrían ser diez si sale vencedor en las dos inminentes finales que le quedan por disputar. Teniendo la posibilidad igualmente de marcar otro récord si conquista su tercera Europa League consecutiva, aunque para ello debería superar a un equipo con la entidad e historia del Liverpool. Será sin duda mágico vivir el ambiente de una final en la que el fútbol será canción, como es mundialmente conocido el Liverpool jamás caminará solo, pero tampoco lo hará el Sevilla, pues esa pretenciosa torre que se eleva lo hace con los acordes y el arrebato de una afición que siempre entona el aquí estamos contigo.

Nada de sumerios, acadios o asirios, sino sevillistas, pues a diferencia de lo que sucedió con el mito, en la reciente historia del Sevilla jamás hubo confusión pese a la multitud de idiomas que se entrecruzaron en el vestuario. Ni Setenta lenguas, ni setenta ángeles han podido con el Sevilla. Y esa es la verdadera magia de este equipo, de lo conseguido, de un trabajo bien planificado durante años, muchas más decisiones correctas que errores pese al riesgo asumido tanto en el traspaso y la contratación de jugadores como de entrenadores. Sin la magnífica organización del Sevilla no habría sido posible, sin la excelente labor de Monchi (cabeza visible y Dios Marduk de la Mesopotamia sevillista) y su equipo técnico, habría constituido prácticamente una quimera, pero uno de los grandes componentes del citado éxito corresponde a su afición. Pues fueron las voces sevillistas las que consiguieron que en el momento de la verdad solo existiera una voz, una lengua, una canción, que no es otra que la del himno del Sevilla; un equipo que dejó de hacer historia para convertirse en auténtica leyenda del fútbol andaluz. El Pizjuán es sin duda el Etemenanki, el templo del sol en la ciudad del oro líquido, en su cúspide se encuentra la Esagila -templo dedicado a Marduk-, que en el caso del conjunto hispalense se encuentra dedicado a la Europa League, competición de la que es auténtico dominador.

La rotundez, seguridad y permanencia, quizás hayan generado un sentimiento de soberbia similar a lo desarrollado en la metáfora bíblica, la enseñanza del mito de Babel. Interpretando como un viejo rabino el mito sevillista de Babel quizás parezca un sueño demasiado pretencioso para el ser humano, para el sevillista, pero como dicen las lenguas antiguas, la Giralda es una torre que presume orgullosa, y si existiera algún Dios seguro que estaría muy cerca de una ciudad como Sevilla.