Este Sevilla tiene algo distinto. La casta y el coraje, emblema de su historia, se fusionó con el “dicen que nunca se rinde” para revertir ese gen perdedor en un gen fuerte, inquebrantable, ambicioso y luchador. La década dorada de títulos es un fiel reflejo del giro que ha dado la entidad de Nervión. Jorge Sampaoli ha conseguido ir más allá esta temporada, este Sevilla tiene algo que lo distingue de otros años. Cuando uno ve un partido del Sevilla nunca sabe cómo va a terminar.  Un cuarto de hora de acoso rival, una primera parte de espanto o un partido entero de mal juego, pero al final el aficionado rojiblanco sabe que algo va a pasar. El Sevilla nunca pierde la fe.

Las Palmas, Alavés, Betis y Deportivo de la Coruña ya lo saben. Los canarios dieron un recital en el Pizjuán, pero el arrebato final de los rojiblancos fue suficiente para dar la vuelta al encuentro en cinco minutos. Ante el conjunto vitoriano, a los sevillistas les costó abrir la lata y, nada más hacerlo, los de Pellegrino empataron en un córner. No pasa nada: toque de corneta, arreón final y Ben Yedder resuelve en el descuento. En el derbi, mal juego y tres puntos de dudoso merecimiento, mientras que ante los gallegos, cuando todo parecía perdido en la primera parte con dos goles en contra, el Sevilla se sacó de la chistera una gran segunda parte que volteó el marcador. Muchos ejemplos  esta temporada, sabes cómo puede empezar el partido, pero nunca cómo termina. El Real Madrid lo sufrió. Y desde ayer, Osasuna también.

Ya en los primeros compases de juego en El Sadar se pudo ver la peor versión del Sevilla. Aquella que recordaba mucho a la de Granada, pero sin la excusa de la Champions. Las bajas de Nasri y Vitolo fueron suplidas por Iborra y Jovetic. Sampaoli ya sabía que el césped iba a ser un hándicap importante y buscaba músculo y centímetros con el capitán sevillista. Sin embargo, el Sevilla no compareció en la primera parte. Prácticamente renunció a la construcción del juego y la estrategia del balonazo no surtía efecto.

El capitán, al rescate

La tragedia se mascaba en el ambiente. Osasuna estaba en su salsa. Balonazo, lucha, poco ritmo, una guerra cada balón dividido…los rojillos fueron creyendo en sus posibilidades y cuando Sergio León hizo el primero, más todavía. A pesar de ir por debajo en el marcador, el Sevilla no modificó su planteamiento inicial. Era incapaz de reaccionar, hasta que aparecieron Iborra y Jovetic, y entre ellos fabricaron el empate.

No obstante, ni el empate antes del descanso espoleó al conjunto hispalense que salió de nuevo sin las ideas claras. El choque entró entonces en una fase descontrolada y en ese terreno, la calidad debe hacerse notar. Iborra puso un poco de intriga al partido con un autogol, que él mismo se encargó de compensar con un cabezazo marca de la casa.

Como en el partido ante el Real Madrid, Sarabia volvió a salir de revulsivo y el encuentro comenzó a cambiar. Todos los sevillistas que estaban viendo el choque sabían que el mismo no acabaría en tablas, puede ser que Osasuna tenga la suya, pero lo más probable – pensaban los aficionados rojiblancos - es que la tengan los de Sampaoli. Y así fue. Desde la esquina, Sarabia bota un córner medido a la cabeza de Franco Vázquez y, con un leve empujón, el argentino se quita de encima a su par y cabecea sin oposición.

El guión del partido era escrito de nuevo por un sevillista. “Dicen que nunca se rinde”. Los 42 puntos acumulados en la primera vuelta son historia. Desde la capital empiezan a tomarse en serio al irreductible ejército andaluz. Quedan 19 partidos para soñar, pero esta vez el sueño es LaLiga. Ahí es nada.

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