Es complicado buscar una palabra que defina la temporada del Sevilla. Quizá la que mejor explique el curso completo sea el adjetivo “rara”. Porque, al fin y al cabo, ha sido así. Lo que parecía el comienzo de una película de Disney acabó siendo, por el contrario, una novela de Stephen King. De la felicidad absoluta al enfado absoluto. Un año que empezó muy alto jugando la Supercopa de Europa y peleando fuerte por todos los títulos. Se le ganó al Real Madrid para dar un golpe en la lucha por LaLiga. Por otra parte, el cruce de Champions con el Leicester parecía relativamente sencillo. Aún no hay nadie que encuentre una explicación completa para el bajón que pegó el equipo los últimos dos meses y medio. No solo se dejó de pelear por el título, sino que se perdió hasta el tercer puesto con el Atlético. Todo esto con un ambiente de crispación absoluto entre el entrenador y la afición.

Pero lo único absoluto en todo este resumen es lo siguiente: este ha sido el último proyecto de Monchi como director deportivo sevillista. Precisamente, el anuncio se produjo en uno de los peores momentos. Mientras el ámbito deportivo se desplomaba, el ‘León de San Fernando’ oficializó su marcha tras 17 años en el cargo. Era un secreto a voces que se venía mascando desde la época de José María del Nido, al que solo faltaba ponerle fecha. Lo único que faltaba para rematar un 2017 que nadie había pedido.

Sampaoli por Emery

La salida de Emery al PSG fue toda una sorpresaPara entender cómo ha transcurrido la temporada, hay que remontarse al pasado verano. Después de haberse alzado como un intocable en Europa, ganando su tercera Europa League consecutiva, el Sevilla había acaparado los focos del mundo entero. Obviamente, hubo muchos nombres propios. Salieron futbolistas tan importantes como Gameiro o Coke. Pero esto es casi habitual en Nervión. Lo que nadie se esperaba era que el PSG viniera de forma tan repentina a por Unai Emery. Al técnico vasco le propusieron un proyecto ganador que aspiraba a ganar la Champions, y no se lo pensó dos veces. Fue todo un mazazo, pero Monchi guardaba un as en la manga para evitar un bajón justo cuando surcaban la cresta de la ola.

El nuevo nombre para el banquillo no podía tener un cartel más internacional. Jorge Sampaoli, tras ganar dos Copas de América en dos años con Chile, decidió probar suerte en Europa. Todo el mundo sabía de lo que era capaz. Además, con él vino otro jugador mundialmente conocido como Samir Nasri. Este había pasado desapercibido en el Manchester City, pero guardaba un potencial que no tardó en demostrar.

La primera piedra

Como herencia de la anterior época, el nuevo Sevilla de Sampaoli tuvo la oportunidad de estrenarse en la Supercopa de Europa contra el Real Madrid. Pero aún era demasiado pronto. Cambiar de un sistema defensivo a uno totalmente ofensivo fue un paso que todavía no habían terminado de dar. Y aún así, le dieron mucha guerra al reciente campeón de la ‘Undécima’, que todavía estaba de vacaciones. De hecho, supieron reponerse al tempranero gol de Marco Asensio y llegaron al final del partido por delante en el marcador. Pero tuvo que llegar el minuto 93. Y con él, Sergio Ramos de cabeza para empatar y mandar la final a la prórroga. Finalmente, el Real Madrid se hizo con el trofeo gracias a un gol de Carvajal en el 119. Pero el conjunto hispalense había conseguido uno de sus objetivos: enseñar los dientes a Europa y advertir de su llegada.

La locura de empezar de nuevo

El comienzo de LaLiga no pudo ser más loco. Desde la primera jornada, el técnico argentino dejó claro que, con tal de ganar, le daba igual cuántos goles hicieran falta. El primer partido contra el Espanyol fue la gran prueba de ello. Hizo falta meter seis veces la pelota en la portería para superar los cuatro tantos del nuevo proyecto de Quique Sánchez Flores. Entre la pasión por el fútbol ofensivo y el destape en defensa, surgió una división de opiniones que exigía un término medio.  Es probable que el propio Sampaoli se diera cuenta y saliera en su búsqueda.

Durante las jornadas posteriores, la normalidad táctica se fue asentando y ya no era tan fácil marcar gol al Sevilla. Pero esto se convirtió en un arma de doble filo. Una mayor consistencia durante los partidos también empezó a alejar a los delanteros del gol. De hecho, los rojiblancos tardarían siete partidos en volver a anotar más de dos goles en un partido. Aun así, y jugando muchas veces en el filo de la navaja, fueron pasando las semanas y, casi siempre, sumando de tres en tres. Parecía un accidente, pero el conjunto hispalense se estaba metiendo en la parte de arriba. Se comenzó a resquebrajar una hegemonía que solo parecía poder disputar el Atlético de Madrid.

Buen estreno en Champions

El Sevilla inició la Champions con el temor de caer en fase de grupos como el año anteriorMientras iban sumando poco a poco en LaLiga, llegó la gran competición. Y no había mejor escenario para volver a la Liga de Campeones: el Juventus Stadium ante el que acabaría siendo subcampeón. La verdad es que no fue un gran partido del Sevilla, que se limitó a estar ordenado y a pasar como sea las embestidas de la Juve. De vez en cuando, Vitolo o Ben Yedder hacían el amago de inquietar a Buffon, pero casi todo consistió en estar atrás. Y lo hicieron realmente bien. Tan bien que pudieron sacar un empate a cero muy valioso en uno de los campos más difíciles. Fue, como quien dice, empezar con buen pie después de no pasar la fase de grupos en el año anterior.

Cuando el Sevilla de verdad asustaba

Después de empatar en el campo del Villarreal y del Juventus, y a pesar de la derrota en San Mamés, el Sevilla empezó a convertirse en un equipo a tener en cuenta para hacer grandes cosas. Tras un derbi descafeinado que ganó 1-0, llegó la primera gran piedra de toque en el campeonato nacional. El Atlético de Madrid visitaba Nervión tras un comienzo que no estaba siendo del todo bueno para los colchoneros. Efectivamente, las inercias se hicieron fútbol y los rojiblancos se alzaron por la mínima (1-0). Este partido supuso un antes y un después. Confirmaba lo que amenazaba por ser el Sánchez Pizjuán.

Quien sí salió bien parado de allí fue el Barça, solo dos semanas después. Aunque el Sevilla pudo merecer más, la pegada de la llamada ‘MSN’ fue suficiente para Luis Enrique. A pesar de la derrota, había quien se atrevía a colocar ya a los hispalenses como candidatos al título. Solo unos pocos puntos les separaban de la cabeza, con el Barça-Madrid por jugarse, y con el Sevilla esperando recibir a los merengues.

Paseo militar por Europa

Después de empatar en Turín, la Champions parecía esperar a un Sevilla pletórico. La posterior victoria contra el Olympique de Lyon terminó por confirmar las buenas sensaciones, aunque siempre se acababa los partidos sufriendo. La única noche tranquila fue la del 4-0 al Zagreb, todo lo demás fueron resultados con solo un gol de diferencia. Parecía hecho incluso el primer puesto hasta que la Juve se cruzó en el camino de las ilusiones. En un partido plagado de polémica y broncas, con una expulsión dudosa de Franco Vázquez, los ‘bianconeros’ impusieron su superioridad y vencieron.

Tocaba ir a Lyon a jugárselo todo. Los andaluces jugaban con gran ventaja, todo hay que decirlo. El empate les valía, e incluso una derrota por la mínima. En contra de su filosofía, Sampaoli preparó un partido absolutamente defensivo con Vitolo y Nasri como únicos hombres exclusivamente ofensivos. De hecho, el canario tuvo alguna ocasión para decantar la balanza del lado español. Con un final de infarto, fue el Sevilla quien acabó llevándose el punto necesario para pasar a octavos. Se sufrió por lo que parecía hecho un mes antes, pero el objetivo estaba cumplido.

Triple enfrentamiento con el Real Madrid

En toda temporada, enero suele ser un mes decisivo por varias razones. Para los equipos acostumbrados a llegar hasta el final en los torneos, supone el comienzo de jugar cada tres días hasta mayo. Por eso era importante coger inercia desde diciembre sacando buenos resultados, con goleadas fundamentales en Anoeta (0-4 a la Real Sociedad) y Balaídos (0-3 al Celta). Pero la Copa guardaba una bala de plata.

Jovetic marcó para ganar al Madrid de la forma que los blancos venían consiguiéndoloTras superar la primera ronda, el sorteo de octavos ofreció el primer gran cruce: Real Madrid-Sevilla. Dos equipos que habían ido más o menos parejos durante la temporada. Incluso habían hecho lo mismo en la Champions (clasificarse como segundos). Aun así, hubo una gran diferencia en toda la eliminatoria. Puede que esta fuera la primera gran decepción de Sampaoli en el banquillo sevillista. Su equipo no supo competir en ningún momento el partido de ida en el Bernabéu. Los blancos obtuvieron una holgada ventaja de tres goles y prácticamente lo sentenciaron todo. En la vuelta, el técnico argentino salió con un once realmente ofensivo, pero no sirvió para nada. Danilo y Asensio pronto volvieron a marcar la diferencia y a dejar sin opciones a su rival.

Con la eliminación de la Copa, tocaba afrontar el mismo partido pero en LaLiga solo tres días después. Se sumaron muchos factores: el resquemor de la eliminación, la anterior celebración de Sergio Ramos hacia la grada, la posibilidad de ponerse a dos puntos del líder… Prácticamente no quedaba más alternativa que ganar ese partido. Y así sucedió. Con el partido empatado en el minuto 91, Jovetic marcó un golazo para poner al Sevilla lo más cerca que ha estado este año del líder. El delantero montenegrino había fichado días antes para solucionar el problema del gol, y pareció resolverlo por momentos.

Y llegó el Leicester

El 22 de febrero fue un día decisivo en el resto de la temporada. Esa noche, el Sevilla dio un auténtico recital de fútbol contra un Leicester que todavía estaba planeando el despido de Claudio Ranieri. De hecho, el técnico italiano ni siquiera llegó a Inglaterra antes de que lo despidieran. El baño de juego ofensivo, orquestado por un Nasri pletórico y un Sarabia como nunca se le había visto. La noche perfectamente pudo terminar 5-0, pero fue todo lo contrario. Los goles llegaban muy a cuentagotas, cuando todos coincidían en lo importante de golear para visitar las islas británicas. El gol de Vardy en el 73, que hacía el definitivo 2-1, fue un auténtico mazazo. A pesar de la victoria, la confianza se había desplomado por los suelos.

Monchi: "El bajón ha sido más anímico que físico"La vuelta se disputó en el King Power Stadium el 14 de marzo, otra fecha decisiva. Los ingleses estrenaban nuevo entrenador, un viejo conocido de la casa como Shakespeare. Aunque venido a menos, el Sevilla volvió a hacer otro partidazo y tuvo oportunidades, incluso de penalti, para matar la eliminatoria. Pero el gol no llegaba. El hecho de que a la media hora el Leicester ya ganara generaba aún más dudas, y el 2-0 fue una bomba. Nadie se explicaba cómo se pudo perder esa eliminatoria, pero ocurrió. El Sevilla había sido mejor en los dos partidos y aún así no estaba en cuartos.

El equipo abdicó del tercer puesto

La dinámica en Liga ya venía siendo mala. Se empató en el campo del Alavés y en casa contra el Leganés, aunque realmente mereció perder ambos partidos. La derrota en Leicester remató los ánimos. Menudas expectativas para visitar el Vicente Calderón. Por primera vez, un equipo, el Atlético de Madrid, le rompía absolutamente todos los esquemas al Sevilla. Fue también la primera vez que se vio al Sevilla del resto del año. Nasri, tras borrarse en la Champions, pasó a convertirse en la sombra de un futbolista. Y a la estrella le fueron siguiendo poco a poco el resto de compañeros. En tres semanas, el Atlético había pasado de estar a ocho puntos del tercer puesto a tenerlo solo a dos. Y aun sería peor.

En total, los hispalenses estuvieron un mes y medio antes de volver a ganar un partido, un total de 6 partidos. Fue lo que tardó el Atlético en remontar la distancia de ocho puntos y ponerse cuatro por delante. Al Sevilla se le había acabado la temporada antes de tiempo. Sin Copa, sin Champions y con el tercer puesto cada vez más lejos. El único beneficio era que el Villarreal todavía estaba muy lejos.

Líos fuera del campo

A la afición todavía le quedaban malas noticias por sufrir. La primera de ellas fue la más dolorosa en años. Monchi, tras 17 años como director deportivo del club de sus amores, se despedía. Lo hacía una vez pasada la eliminatoria de Leicester. Según dijo él mismo, lo hizo por necesidad personal. El cargo le estaba quemando y era imprescindible cambiar de aires. Su destino fue la Roma, aunque su equipo se queda en Sevilla al completo. A pesar de ser una noticia que se venía rumoreando desde hacía muchísimo tiempo, el momento y la decisión pilló a todo el mundo por sorpresa.

Pero no fue el único lío de despachos. Poco después, empezó el ‘caso Sampaoli’. La AFA había despedido a Bauza y buscaba un sustituto que obrara el milagro de evitar la repesca del Mundial 2018. Tras la negativa de Simeone a abandonar Madrid, echaron todas las cartas al entrenador del Sevilla. Y este se dejó querer, provocando la cólera de toda la afición, que terminó por romper con él definitivamente. Ni siquiera los intentos de José Castro y del departamento de comunicación del club pudieron calmar los ánimos. Tanto Sampaoli como la propia AFA manifestaban continuamente su deseo de trabajar juntos.

Esto, sumado a la guerra entre los Biris y José Castro, enrareció el ambiente en Nervión. La gente solo pensaba en aspectos deportivos dos horas a la semana. Una vez terminaba el partido, algunos dirigían su cólera al palco, y el resto al banquillo. Es curioso que ni la derrota por 3-0 en el Camp Nou, que pudo ser mucho más abultada por lo visto en el campo, levantó mayores pasiones.

Con el Atleti cada vez más lejos y el Villarreal sin acercarse, solo quedaba que pasaran las jornadas y terminara la competición definitivamente. Se consiguió sacando, más o menos, buenos resultados que consolidaron la Champions. Tan solo hubo dos derrotas, ambas muy abultadas. Contradictoriamente, una de esas derrotas (4-1 en el Bernabéu) dejó mejor sabor de boca que algunas victorias. El equipo se mantuvo muy sólido y compitió a un buen nivel, con exhibición de Jovetic incluida.

Pero se acabó. Entre la marcha de Monchi y Sampaoli, y la llegada de Óscar Arias y Berizzo, es probable que el Sevilla del próximo año no se parezca en nada a este. O igual no es tan escandaloso el cambio. Hay que tener en cuenta que los dos argentinos tienen una filosofía de fútbol parecida, tirando al ‘bielsismo’. El ‘Toto’ ha dejado un gran recuerdo en Vigo, plantándose en las semifinales de la Europa League y haciendo auténticas hazañas contra Madrid y Barça. Lo que sí se espera es mayor estabilidad que en la época Sampaoli. Aunque la afición sevillista coincide en aprobarle, y con buena nota, es obvio que no será recordado con cariño en Nervión. 

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