Sin apenas tiempo para recomponerse de la sonrojante derrota en el Camp Nou, pero si para corregir los errores cometidos a nivel defensivo, el Sporting debe afrontar el trascendental duelo del próximo domingo ante el Depor, que promete ser dramático. Un choque a cara de perro, de esos que todo futbolista quiere jugar, de esos en los que poco importa el juego si tu equipo se acaba llevando la victoria, la Champions particular de los equipos modestos. La vida misma en 90 minutos que, como si de una película de terror se tratase, te mantiene en vilo hasta el final, con el miedo en el cuerpo, atado a tu butaca, angustiado, sin ni siquiera parpadear. 22 tíos corriendo detrás de una pelota, ya, claro…

¿Qué hace que el domingo te levantes de la cama  con una sonrisa de oreja a oreja? El único día de la semana en que puedes descansar de un curro que detestas y que apenas te sirve para pagar las facturas. ¿No tienes otra cosa mejor que hacer que ir a un campo de fútbol a sufrir como un perro por una sociedad anónima deportiva que lleva más de dos décadas "secuestrada"? Podría parecer triste, nada más lejos de la realidad. Ser del Sporting es un privilegio, un regalo de nuestros padres, de nuestros abuelos. Una herencia para nuestros hijos. ¡Tu fe nunca decaiga!

No sé si pocos o muchos entenderán estás líneas que hoy escribo, pero me reconforta saber que, el domingo, más de 25.000 almas acudiremos puntualmente a nuestra cita semanal con el club de nuestros amores, nuestra misa particular. Orgullosos de llevar en lo más profundo del corazón, grabado a fuego, al Real Sporting de Gijón. Y lo que es más importante, tengo confianza plena en que, a pesar de una hipotética y más que posible derrota, nos levantaremos más fuertes, honrando la memoria de aquellos que antes que nosotros cubrieron de sentimiento y pasión las humildes gradas de un estadio centenario como El Molinón. 22 tíos corriendo detrás de una pelota, ya, claro…