Nacho Cases, a pesar de no pertenecer a las filas del Real Sporting de Gijón, sigue siendo considerado uno de los grandes representantes del rojiblanco allá donde vaya. Un jugador que estuvo durante toda su vida entregado en cuerpo y alma a un equipo no puede ser olvidado de la noche a la mañana. Y mucho menos en El Molinón, lugar donde se respeta y se recuerda a los jugadores que dan la vida por el club. Como es, precisamente, y sin dudarlo, su caso.

A pesar de eso, este 2017 no fue un buen año para el gijonés, como tampoco lo fue para el equipo en general. Su inestable participación, acompañada de algunos fallos, quizá fueron los culpables de precipitar una marcha que parecía impensable para cualquier aficionado e incluso puede que también para algunos de sus compañeros de vestuario.

Fiel compañero y guardián del centro del campo junto a Sergio Álvarez, siempre fue un seguro de vida en su posición. Incluso cuando parecía que todo lo demás se derrumbaba, ellos dos fueron capaces de sobreponerse a las adversidades y conseguir un ascenso y una permanencia que parecían imposibles.

Este año las cosas no fueron como todos esperaban. A sus 29 años, abandonó el club asturiano con 21 partidos jugados y tan solo dos goles en toda la temporada. Son datos duros, tanto para él, como para la afición, pues su escasa participación no dejó que se luciese el que probablemente era uno de los mejores jugadores de toda la plantilla sportinguista en la temporada 2016/2017.

Precisamente por eso, resulta complicado aún en la actualidad, meses después de su salida, no verle entrenando en Mareo con sus compañeros después de 22 años haciéndolo. Por desgracia, ese es uno de los detalles más destacados de su año. Y es que precisamente este fue el año en el que perdió protagonismo y, lo que es peor aún para cualquier futbolista de cantera como él, comenzó a ser cuestionado por un gran sector de la afición. Perdió su rol en el equipo poco a poco y sus detractores no pararon de crecer en todo este proceso negativo.

Toda esta tendencia descendente tanto en el ánimo de jugador y aficionado, así como la llegada de los pésimos resultados ligueros, hicieron que el desencanto se asentase sobre la figura de Nacho Cases, hasta conseguir lo que a día de hoy ya es una triste realidad: puso rumbo al extranjero y, probablemente, para no regresar. O al menos como jugador rojiblanco.

Actualmente, se encuentra en Chipre, donde decidió irse después de abandonar el club que le vio nacer y crecer como futbolista. En agosto ya debutó con su actual equipo, el AEK Lanarca. Fue contra el Olympiakos de Nicosia, y estuvo acompañado de un viejo amigo y conocido de El Molinón: el guardameta Juan Pablo. Poco a poco, parece estar adaptándose al futbol de allí, mientras que el equipo va viento en popa a toda vela, como suele decirse, y es que está consiguiendo ser el equipo revelación de la liga chipriota, después de convertirse en una revelación, aunque por la calidad del club, era de esperar.

Por su parte, Cases consiguió, en datos de noviembre, jugar prácticamente todos los partidos de su equipo, por lo que él mismo ha colaborado, de primera mano, a llevar al liderato en aquella fecha, al Lanarca. Ha conseguido tomar parte en nueve de las primeras once jornadas ligueras, unos datos más que positivos teniendo en cuenta su reciente llegada a Chipre. Parece que las cosas no le están yendo nada mal al asturiano, y seguro que la gran mayoría de la familia sportinguista se alegra por ello.

Nadie podrá olvidar nunca las lágrimas de este tan querido como añorado canterano al pisar, por última vez, la sala de prensa de Mareo. Porque él representa todos los valores rojiblancos, y porque ha dado su vida por este club en miles de millones de ocasiones. Este ha sido el año de despedirle, pero siempre quedará en el recuerdo su eterno legado en el centro del campo de El Molinón. 

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