El conjunto asturiano cuajó un buen encuentro que acabó perdiendo por tres goles a uno ante un Lugo que no perdonó de cara a portería, y que marcó probablemente, uno de los goles del año.

Los asturianos comenzaron el partido con hasta tres sorpresas en el once inicial, donde entró Xandao, por un Barba griposo, Isma como extremo y Moi Gómez, que acabó finalizando un buen partido, detrás de Michael Santos, así que Rubén Baraja fue a por la posesión del balón y a buscar manejar el ritmo del encuentro.

Un refrán que serviría para definir el partido del Real Sporting, es 'el que perdona, paga', principalmente en una de las jugadas que marcó el encuentro. El Sporting había llevado una excelente jugada colectiva hasta el área lucense, Carlos Carmona pudo convertirla en gol, pero la caprichosa madera lo evitó, y al contragolpe, el equipo local marcó un buen gol mediante las botas de Iriome.

Pero el Sporting ni mucho menos se vino abajo, siguió presionando y con el balón en su posesión, mismo guión que en el comienzo, pero la defensa y Juan Carlos, guardameta del Lugo pudieron frenar la tentativa sportinguista. Un puñado de ocasiones prometedoras que se fueron al limbo.

Con la segunda mitad ya comenzada el equipo reaccionó con la ayuda de Jony, pero siguió sin poder materializar las ocasiones hasta que el colegiado del encuentro no señaló la pena máxima. Fue el 10 sportinguista el que cogió el balón y lo introdujo en las redes gallegas.

El Sporting se vació en los minutos restantes del encuentro, aunque se quedó a medio camino y un fallo en defensa propició el segundo del Lugo tras un cabezazo de Jaime Romero. Pero Rubén Baraja no se acobardó y sacó todo lo que tenía, se quedó con defensa de tres y apostó a todo o nada.

Parecía que el equipo gijonés iba a por todas, pero una jugada puntual como tantas otras que se dan en los partidos de fútbol de todo el mundo marcó lo que quedaba de encuentro. El portero lucense saca desde tres cuartos de campo, y sin que nadie se lo espere, el balón coge una dirección peligrosa, y el Anxo Carro estalla de felicidad y a la vez incredulidad, al ver que el balón de su portero se metía en la portería de un Diego Mariño atónito que observa cómo se convertía en el verdugo de uno de los goles del año.