La UD Las Palmas firmó uno de los capítulos más negros de su historia. Pese a ser superiores al Córdoba durante el partido, tener ventaja en el marcador y no pasar apuros en defensa, lo que ocurrió tras la invasión de campo en el minuto 91 de partido quedará en la memoria de los aficionados grancanarios. Lo que ocurrió en el minuto 100, tras reanudarse el encuentro por el parón, permanecerá en el recuerdo de los aficionados cordobeses.

El partido había sido un monólogo de Las Palmas que devolvió el dominio y asedio recibido en Córdoba y salió a sellar el ascenso desde el principio. Con Valerón por Vicente como única novedad, los amarillos dominaron y agobiaron al cuadro blanquiverde especialmente en la primera media hora de encuentro. Pese a que Juan Carlos apenas tenía que intervenir, Las Palmas asediaba insistentemente el marco cordobesista.

Fue a la media hora cuando empezó a asomar en ataque el cuadro de Ferrer, que necesitaba marcar, ya que el empate sin goles favorecía a los amarillos. Primero avisó Abel de falta y luego Pedro con tiro desviado, aunque respondió de inmediato Momo exigiendo la parada de Juan Carlos. Sin embargo, antes del descanso llegaría la ocasión más clara hasta entonces del partido. Nauzet Alemán se adentra en el área y su remate cruzado se encuentra con el poste de Juan Carlos.

Tras el descanso, la fiesta

Todo cambió tras la vuelta de vestuarios. Nada más iniciarse la segunda mitad, Aranda gana un balón en la banda aprovechando un error de Raúl Bravo y cede atrás, donde aparece Apoño para batir a Juan Carlos y poner el delirio en las gradas del Gran Canaria. Las Palmas por fin encontraba premio a su fútbol y acariciaba el paraíso de la Primera División. No obstante, la situación permanecía inmóvil para el Córdoba, ya que un gol les ponía por delante en la eliminatoria y les daba el ascenso.

El Córdoba tras el gol subió líneas y tomó más riesgos, pero lo único que encontró fue más desconcierto y un equipo canario que castigaba con fulgurantes contraataques que carecían de puntería final. Raúl Bravo salvó bajo palos un remate de Momo, luego Juan Carlos despejó un remate de Aranda; más tarde Vicente a punto estaba de aprovechar un mal despeje del meta visitante y finalmente Apoño se quedaba sin fuerza ni puntería tras ganar la espalda a la defensa para colocar su disparo.

Pese a todas las ocasiones marradas por los amarillos, el Córdoba seguía agotado físicamente y sin ideas para tratar de equilibrar el marcador. Los minutos pasaban y los aficionados que poblaron de amarillo las gradas del Gran Canaria se veían con el sueño cumplido, disfrutando de un gran partido de los suyos y con la seguridad de que quedaban escasos minutos para comenzar la fiesta del ascenso.

Los descerebrados tomaron protagonismo

Fue entonces cuando el fútbol quedó a un lado y tomaron protagonismo los energúmenos y descerebrados que buscaban su momento de gloria. Con los aficionados tomando posiciones para una invasión de campo, primero fue un adolescente el que saltó al terreno de juego buscando su minuto de fama. Retirado y reanudado el juego de inmediato, comenzaron a poblar las pistas de atletismo que rodean el césped del Gran Canaria una o dos centenas de aficionados que, pese a que quedaban dos minutos para el pitido final, poco les importó invadir el terreno de juego y obligar al colegiado a parar el encuentro hasta ser desalojados.

Tras siete minutos con el juego detenido y tras confirmar con la policía que se podía seguir disputando el encuentro, el colegiado reanudó el juego. En ese tiempo, el Córdoba encontraría el hueco que no había llegado durante todo el encuentro. Una falta lateral la aprovechó Raúl Bravo al segundo palo para ganar la espalda a los defensores, descentrados por el parón, y disparar a puerta. El remate lo detuvo en primera instancia Barbosa, pero no lo suficiente para evitar que Uli Dávila empujara el balón a la portería y convirtiera la fiesta en pesadilla, desatando la euforia en el banquillo cordobés.

Ese gol cerró el partido y la temporada en llanto para unas gradas que no se explicaban lo que acababa de ocurrir. Los amarillos, que habían mostrado una solvencia y concentración espectacular durante todo el encuentro, se desconectaron con el tumulto y en el minuto 100 vieron destrozado su gran partido por un grupo de energúmenos que no habían acabado de cubrirse de gloria.

Batalla campal para terminar

Tras el pitido final, el césped se convirtió en el escenario de una batalla campal. Los jugadores del Córdoba tuvieron que retirarse de inmediato para no ser agredidos; los de Las Palmas yacían incrédulos sobre el terreno de juego. Y mientras tanto, los que habían invadido el campo comenzaron a saquear neveras, intentar agredir policías y comenzar una batalla con los aficionados de las gradas, quienes lanzaban objetos a los responsables de que la fiesta se convirtiera en decepción.

Las lágrimas y enfado de los jugadores de Las Palmas al final del encuentro describen el esperpento vivido sobre el césped. El club amarillo firmó uno de los días más negros de su historia, el día que descerebrados que se hacían llamar aficionados acabaron siendo el mejor aliado del rival, un Córdoba que celebra su vuelta a Primera División 42 años después.

VAVEL Logo
Sobre el autor
Gerardo Mayor
Periodista grancanario. Amante del deporte y el coaching. Antes, en el Herbalife Gran Canaria; ahora editor en VAVEL, escribiendo además sobre Liga Adelante, UD Las Palmas y Herbalife Gran Canaria.