"Esta no es la liga de Las Palmas". Cuando estas palabras son pronunciadas, la reminiscencia del último ascenso amarillo parece quedar lejos. La Unión Deportiva regresó a la liga de las estrellas para disfrutar y enamorar a propios y extraños. La simpatía que despierta el conjunto insular en el territorio nacional es consabida, y la filosofía canaria comienza a alcanzar límites insospechados. El pundonor mueve montañas, pero si se mezcla con inteligencia compone un cócter explosivo. 

El cuadro grancanario empezó el choque convencido, sabiéndose capaz de no repetir la debacle de Anoeta. Asumiendo el riesgo habitual de querer jugar el cuero desde atrás, Las Palmas no dudaba en practicar su armonioso fútbol de pases y una melodiosa presión en primer línea que asfixiaba la posesión del Real Madrid, estéril por momentos. Roque Mesa recibía entre centrales, marcaba el ritmo, pero Jonathan Viera y Tana creaban y encandilaban. La dupla de canteranos se impuso en zona de tres cuartos. 

La escuadra blanca, implacable en ataque, disponía de las mejores ocasiones. Hasta que una internada de Nacho acabó en el primer gol, obra de Marco Asensio. Los locales, lejos de caer en la telaraña merengue, se rearmaron con fuerza y pusieron el empate, a través de un colocado disparo de Tana. El mediocampista canario se ha destapado como goleador, marcando en tres de los últimos cuatro partidos (Sevilla, Real Sociedad y Real Madrid). 

La fe mueve marcadores

La segunda parte fue distinta. La Unión Deportiva, con empate en el electrónico, dejó de manejar la batuta y dejó la presión en manos visitantes. Los de Zidane tenían la urgencia de disolver las tablas si querían mantener la distancia de tres puntos con respecto al Barcelona, su más inmediato persecutor. Y así lo hicieron. Cristiano Ronaldo activó la maquinaria, pero la entrada de Benzema cambió el panorama. 

El oficio se impuso al vendaval blanco

El delantero galo marcó el 1-2, todavía con más de veinte minutos por delante. Quizá era la mejor noticia para los locales, que habían entrado en un profundo sueño del que tan solo el tanto madridista consiguió despertarles. Sin el desparpajo del pasado curso, sin las sinfonías de juego y calidad que habitúan, la Unión Deportiva sacó a relucir su otra cara. El carácter cobró más importancia y los amarillos demostraron qué debe tener un equipo de Primera, además de buen juego: fortuna. 

Araujo entró al terreno de juego, tras decidir Setién sustituir a Momo y mantener dos puntas. Apuesta ofensiva y arriesgada que, al igual que en Mestalla, dio sus frutos. El jugador argentino paró el tiempo, recordó el gol que, en esa misma portería, había desencadenado la ilusión de una isla. Dentro de esos tres palos terminó el balón que hizo posible el partido ante el Real Madrid. Como no podía ser de otra forma, en esa misma portería, aunque en circunstancias distintas, el atacante de Neuquén levantó al Estadio de Gran Canaria.

Volver a la senda triunfal

La última acción del encuentro a punto estuvo de hacer estallar de nuevo el júbilo. Una salida de Casilla pudo terminar en el 3-2, pero no hubo tiempo para más y el colegiado decretó el final del partido. Una semana que empezó de forma ruinosa concluyó con buen sabor de boca en el graderío grancanario. La próxima semana, eso sí, nueva oportunidad de regresar a la senda victoriosa. 

Las Palmas visitará Pamplona para jugar ante Osasuna, que pese a no haber comenzado la competición del modo ideal intentará desquitarse de sus malas vibraciones iniciales. Por delante, una semana para recuperar efectivos, comprobar el alcance de la lesión de Viera y continuar con el trabajo bien hecho.