La Roselada recibió a UD Las Palmas y Málaga CF con una sonada protesta en forma de pañolada por el arbitraje que sufrió el conjunto andaluz la semana pasada ante el Villarreal, algo que dejaba claro que Sánchez Martínez, el colegiado del encuentro, iba a estar vigilado con lupa. El Gato Romero apenas cambió su once respecto al Madrigal, introduciendo a Juankar en detrimento de Miguel Torres, mientras que Setién decidió poner toda la carne en el asador a pesar de la baja de Livaja y juntó todo el talento posible en la parte delantera del campo.

De esa manera, y con ambos equipos encadenando rachas complicadas cada uno en lo suyo, el encuentro se inició con los malacitanos queriendo tirar la puerta abajo con suma rapidez. Los de Romero eran los que manejaban la pelota y los que tuvieron las primeras ocasiones, aunque Javi Varas no había tenido que aparecer de momento. El Málaga intentaba hacer daño a Las Palmas en la salida de balón, siendo constante en la presión y evitando que tanto Roque como Vicente se sintieran cómodos. Eso evitaba que los amarillos construyesen con claridad, y es que los blanquiazules tenían muy vigilados a los hombres clave de la escuadra canaria.

La UD estaba un tanto irreconocible, dado que la presión del Málaga les obligaba a sacar varios balones largos para intentar llegar a la portería defendida por Kameni. Por ello, apenas se había visto a Viera o a Jesé durante el primer cuarto de hora, una cuestión que no le venía demasiado bien a los intereses de un equipo, el visitante, que tenía que ganar para no descolgarse en su lucha por Europa.

Sin embargo, en una de las primeras llegadas de Viera con balón en campo de ataque terminó en una falta peligrosa cerca del área andaluza. La pelota estaba centrada, siendo Lemos quien tomara responsabilidades después de clavarle un lanzamiento parecido al Valencia. El uruguayo se preparó y volvió a clavarla engañando a Kameni al mandarle el balón a su propio palo. Las Palmas se encontraba de ese modo con un tanto que le ayudaba a adelantarse en el marcador sin apenas haber hecho daño, era un gol que llegaba como agua de mayo y que obligaba a su rival a rehacerse.

Una tormenta blanquiazul

El Málaga se quiso levantar rápido, sin titubeos pero más pendiente del árbitro que de jugar. Una caída de Charles en el área llevaba a La Rosaleda a meter mucha presión al colegiado, algo que continuaría en los siguiente minutos. El Málaga tiró la casa por la ventana e hizo bueno su dominio tras el gol de Lemos Los malagueños volvían a la carga una y otra vez, siendo agresivos en todo momento y buscando con ahínco el empate. Y la igualada llegó con un centro-chut de Fornals desde la derecha que se fue envenenando hasta el punto de acabar dentro de la portería amarilla sin que Varas pudiera hacer nada. Los del Gato Romero se habían tirado a por la igualada y lo conseguirían tras buscarlo, merecerlo y cocinarlo.

En el cuerpo a cuerpo, el Málaga estaba mucho mejor. El tanto de Fornals sólo alimentó un poco más a los andaluces, que continuaron buscando la portería de Las Palmas sin cesar. Los amarillos, eso sí, se asomarían un poco más por los dominios de Kameni, pero eran los malacitanos los que llevaban el peligro real al verde. Un balón filtrado por Rosales le llegó a un Keko que tenía mucho campo por delante para correr. El ex del Eibar apuró la jugada hasta el final para fijar a los defensas y le regaló el gol a un Charles que sólo tuvo que empujarla.

Por fin se hizo bueno el dominio de un Málaga que no dejaba a la UD ser el equipo que quiere ser. Sólo Halilovic estaba siendo protagonista en el ataque amarillo y así era muy difícil.

El descanso tenía que ayudar a Las Palmas a recuperar sensaciones, pero el Málaga seguía dominando el encuentro sin ningún tipo de duda. Los centrocampistas amarillos estaban desaparecidos, así como los delanteros, pero Boateng tuvo el empate en sus botas cuando un disparo suyo que chocó en Camacho y se estrelló en el palo de la portería malagueña. La UD estaba intentando tomar cuerpo, queriendo calentarse desde la posesión, aunque un error grave de Lemos dejó a Fornals con camino despejado hacia la portería, obligando a Varas a aguantar muy bien en el uno contra uno y salvar a los grancanarios de encajar un tercer gol.

Esa jugada era el primer aviso de un Málaga que estaba jugando muy junto atrás, esperando con la caña preparada para hacer daño a la contra. Con esa premisa, Las Palmas encontró en la posesión su mejor aliado en un momento donde los espacios se contaban con los dedos de una mano. Aun así, el Málaga seguía haciendo daño y buscando otro gol que estuvo cerca de llegar con un cabezazo de Demichelis que se estampó en el larguero. Los amarillos no podían encontrar tranquilidad.

Setién no estaba nada contento y dio entrada a Mateo cuando todavía quedaba media hora por delante para sacar a un Halilovic que había sido de los que más lo habían intentado.

Una expulsión que abrió el partido

El Málaga bajó pulsaciones y los amarillos encontraron, otra vez, algo más de posesión y eso le daba vida cuando más lo necesitaba. No obstante una falta de José Rodríguez sobre Vicente acabó con el canterano del Real Madrid expulsado por doble amarilla. El partido cambiaba de nuevo y Romero tenía que darle la vuelta a sus planes. Con uno más, Las Palmas iba a tener más de veinte minutos para intentar la igualada cuando empezaba a dominar el encuentro desde el mimo de la pelota y Setién lo vio tan claro que quitó a Dani Castellano para darle entrada a Tana, colocando a un hombre más en el centro del campo que le diese más papeletas para el empate.

Los amarillos iban a por el partido sin ningún tipo, pero los minutos pasaban y sólo un par de cabezazos de Boateng habían inquietado algo a Kameni. La falta de claridad en los metros finales volvían a pasarle factura a los canarios. Las Palmas lo intentó, pero volvió a adolecer de falta de frescura La chispa y la genialidad no aparecía cuando más era necesaria, y eso que Las Palmas no dejó de intentarlo nunca. El equipo isleño naufragaba pero seguía fiel a su filosofía a pesar del resultado, a pesar de las necesidades. Cuando el encuentro entró en los instantes finales, la entrada de Javi Castellano al césped de La Rosaleda era otro intento de darle frescura al medio campo de los amarillos.

Las Palmas ensanchaba el campo, abriendo espacios y buscando unos huecos que no llegaban. El Gato Romero había colocado hasta seis defensas en el campo en busca de mantener la ventaja que tenía. La mala suerte se volvía a cebar con los de Setién y Javi Castellano se tuvo que retirar por unos problemas en la pierna cuando ya no quedaban cambios. Los grancanarios se volcaban como podían cuando el descuento hizo acto de presencia, algo que estuvo a punto de darle un gol con un disparo de Jesé que salió lamiendo el palo derecho de la portería blanquiazul.

Y eso sería lo último de un partido en el que Las Palmas volvió a caer por tercera vez consecutiva, en el que los amarillos fueron víctima de su falta de frescura y de su magia. Europa se aleja de las islas.