Esa circunstancia de estar peleando por Europa hizo que el Athletic iniciara su encuentro muy conectado, con más hambre y robando muchos balones en la salida de balón de una UD que, como de costumbre, salía dormida. Los vascos apretaban mucho y las ocasiones no tardarían en llegar, algo que no hizo reaccionar a su rival. De hecho, Mikel San José iba a abrir el marcador con un cabeza a bocajarro en un lanzamiento de córner en el que supo aprovechar los bloqueos de sus compañeros. La caraja volvía a hacer daño a los de Setién y, sólo un minuto después del primer tanto, llegaría otro jarro de agua fría para los grancanarios fruto, también, de esa enorme presión que los bilbaínos estaban exponiendo. El conjunto vizcaíno encontró petróleo en una falta al borde del área que Muniain lanzaría perfecta e inteligentemente por un lado de la barrera para batir de nuevo a Raúl.

En apenas ocho minutos, los males de Las Palmas le había costado dos goles en contra fuera de casa y eso le obligaba a remar contracorriente, algo que empiece a convertirse en una historia interminable lejos de casa. A pesar de eso, en una de las pocas oportunidades en la que los amarillos intentaron generar peligro iba a suponer un empujón en la afrenta tenían delante, y es que Pedro Bigas atacó con fe un balón que venía desde el córner para acortar distancias con un precioso cabezazo cruzado que lamió el palo antes de entrar. La locura se había hecho carne, curiosamente en un viernes santo, en forma de fútbol en un San Mamés que no paraba de cantar goles.

Tras el golpe sobre la mesa de Bigas, el partido bajó un poco sus revoluciones aunque el Athletic seguía intentando hacer daño desde su presión. A Las Palmas le costaba salir de su propio campo y el dominio de los vascos era bastante claro, una cuestión que volvería a darle una alegría en una cabalgada de Iñaki Williams. El extremo mandó el balón raso hacia el área y, allí, estaba un Aduriz que primero se topó con Raúl pero que después puso la pelota dentro de la portería desde el suelo con mucha fortuna, ya que el balón rebotó justo donde se encontraba el delantero.

Un Athletic a otra velocidad

En apenas veinte minutos, la montaña rusa amarilla no había parado de subir y bajar. El cuadro de Setién había encajado tres goles y había materializado uno dejando una imagen en la que el Athletic le había superado claramente. Los vascos no tuvieron piedad de una UD inerte y sin capacidad de reacción Otra vez, las revoluciones se relajaron un poco y la presión de los vascos ya no estaba siendo tan asfixiante. Eso hizo que Las Palmas pudiese salir un poco más cómoda desde atrás y, a partir de ahí, tuvo una ocasión bastante clara que Tana no supo aprovechar y otro cabezazo de Vicente que se paseó por delante de la portería de Kepa.

Sin embargo, los hombres de Valverde volverían a la carga con mucha contundencia. Las ocasiones vascas se sucedían y la presión hacia efecto de nuevo. La UD sollozaba, no se encontraba nada a gusto sobre el césped y el Athletic coqueteaba con el cuarto sin ningún tipo de duda. Muniain, San José y Aduriz lo intentaban una vez tras otra sin descanso, dejando a su rival muy tocado. Los rojiblancos atacaban tanto por izquierda como por derecha, tanto fuera como por dentro, y eso obligaba a Las Palmas a achicar agua como buenamente pudiese.

La realidad era que los amarillos estaban siendo un juguete en manos de un Atheltic que martilleaba sin descanso la portería de Raúl. En ese sentido, los grancanarios estaban deseando que el descanso hiciese acto de presencia con el único fin de dejar de recibir mamporros como si de un boxeador amoratado y moribundo se tratase. 

El descanso fue como un bálsamo para una UD Las Palmas a la que habían vapuleado por completo. Y de esa manera, Setién quiso sacar a Lemos del campo para colocar a David García a los mandos de la zaga, aunque eso, de primeras, no surtió efecto. El Athletic no quiso dar un paso atrás y siguió buscando goles durante esos primeros compases de la segunda parte, complicando la salida de balón una vez más. Pero aquello sería testimonial porque los amarillos conseguirían tomar algo más de cuerpo, jugando un poco más intenso y llegando más a campo rival. Había un poco de mejoría aunque todo se iría al traste pocos minutos después.

Otra cachetado en dos minutos

Macedo despejó mal y esa pelota le iba a llegar a Muniain para que el canterano del Athletic, con un zapatazo precioso, fusilara a Raúl sin titubeos. La mejor cara de la UD, por poca que fuese, se cayó del todo como un castillo de naipes y el partido volvía a demostrar que estaban siendo superados en todos los aspectos del juego. Esa premisa se tradujo en otra pérdida en campo propio de Dani Castellano que Mikel San José aprovechó para pisar área, fijar a Lizoain, y dejarle a Aduriz en bandeja un quinto tanto que era otra cuchillada más para Las Palmas. Ese gol dejaba claro otro naufragio más del cuadro canario lejos de su feudo.

La realidad reflejaba a un Athletic que parecía ir por detrás en el marcador, que buscaba sin descanso la portería de una UD totalmente groggy. Los errores de los hombres de Setién, en partidos lejos de casa, se acentúan de una manera tremenda, una cuestión que le ha pasado factura durante toda la temporada. Los amarillos no fueron capaces de igular la intensidad del Athletic Y es que el conjunto vasco desnudó a Las Palmas de una forma escandalosa, con Iñaki Williams haciendo un destrozo descomunal por una banda derecha y con un Muniain que hacia lo propio en la izquierda. No había ni un segundo de paz para los grancanarios.

A partir de ahí, el Athletic siguió buscando goles mientras que Las Palmas poco pudo hacer a pesar de los cambios y a pesar del afloje de los vascos a cuando restaba algo menos de un cuarto de hora. Momo, quien entró al césped por Mateo y que por contrato se ganaba una renovación por una temporada, tuvo una ocasión clara de acortar distancias con una vaselina que se marchó por encima del marco de un Kepa que, posteriormente, tuvo que sacar una mano salvadora para evitar otro intento de Livaja. Lo cierto es que la UD se estiró un poco con el paso de los minutos, pero ya no había manera de corregir un partido sangriento y carnívoro en pleno viernes santo.