Desde que Unai Emery dejase el banquillo del Valencia, la inestabilidad ha sido la bandera del club de la capital del Turia. Un proceso de venta dramático, duros golpes en lo deportivo y una desilusión deportiva tras otra, han marcado el devenir del equipo.

Tras la marcha del técnico vasco, el club blanquinegro apostó por la contratación de un exjugador que conociese la casa contratando a Mauricio Pellegrino, pero el fichaje del argentino no salió bien y Voro, actual entrenador, y Ernesto Valverde tuvieron que arreglar la temporada.

Finalmente, Valverde declinó la oferta de renovación debido a una mala planificación institucional y una falta de proyecto deportivo firme, que se sumaron a la oferta del Athletic de Bilbao, el club de sus amores. Con su marcha, el Valencia repitió la táctica y ofreció su banquillo a Miroslav Djukic, que no supo hacerse con el vestuario y acabó siendo cesado a mitad de temporada.

Juan Antonio Pizzi se hizo cargo del Valencia, lo remontó y se quedó a tan sólo unos segundos de meterlo en una final europea. Pero no fue posible y el club de Mestalla quedó fuera de Europa para la siguiente temporada.

Pizzi en un entrenamiento con el Valencia. | Imagen: www.valenciacf.com
Pizzi en un entrenamiento con el Valencia. | Imagen: www.valenciacf.com

En la nueva temporada, sin Pizzi, que no fue renovado por orden de Peter Lim, pese a haberlo merecido, y con Nuno en el banquillo de Mestalla, el Valencia tuvo un oasis deportivo, hizo récord de puntos en liga y se clasificó para la fase previa de la UCL. Mestalla volvió a ser un fortín y el Valencia volvió a ser un equipo a tener en cuenta.

Pero poco duró la alegría en las orillas del Turia. Pese a meterse en Champions eliminando al Mónaco, el Valencia volvió a las andadas. Perdió a su jugador clave en la temporada anterior, Nicolás Otamendi, y la campaña fue para el olvido. Nuno fue cesado, en su lugar llegó Gary Neville, que se convirtió en uno de los peores entrenadores de la historia del club, lo que le costó la destitución.

En su lugar se puso Pako Ayestarán, que formaba parte del cuerpo técnico del inglés, salvó al equipo y se quedó para comenzar la presente temporada, pero a los cuatro partidos del inicio, tras cuatro derrotas del Valencia, el vasco fue destituido y Voro ocupó provisionalmente su lugar, hasta que llegó Cesare Prandelli, que parecía que iba a solucionar los problemas del Valencia, pero el italiano se cansó de la actitud de los jugadores y de la ineptitud de la directiva y a los tres meses presentó su dimisión.

Voro cogió, una vez más, las riendas del Valencia hasta final de temporada, pero la actitud de los jugadores es totalmente la misma que con el italiano.

Dejando a un lado los técnicos que han pasado en los últimos años, los jugadores no se quedan atrás. Revoluciones de plantilla, fichajes inexplicables y pifias continuas. Este es el día a día del Valencia Club de Fútbol.

Desde la temporada de Nuno, con Otamendi, Mustafi, André Gomes, Parejo y Paco Alcácer, sumados a la bomba Negredo, que nunca llegó a explotar, el valencianismo vivió su último año con una plantilla competitiva.

La mediocridad de los fichajes, cobrados a precio de crack mundial, han condenado al Valencia a navegar a la deriva por las turbias aguas de la desidia y apatía.

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