Son el futuro y también el presente. En la ciudad del Turia no se habla de otra cosa. La magia de Carlos Soler y la velocidad de Toni Lato han enamorado a Mestalla. En una temporada en la que no se ha cumplido ninguno de los objetivos iniciales, el entusiasmo por triunfar y amor al club de los canteranos conforma un foco de energía para equipo y afición.

Soler, más asentado en el primer equipo suma ya 14 partidos como titular. Es indiscutible para Voro y el cantero ha devuelto al entrenador la confianza depositada en él, en forma de grandes actuaciones. Aporta orden al centro del campo y criterio a la hora de sacar el balón. Con su tranquilidad tan característica hace jugar a sus compañeros y cuando el balón está en sus pies, se palpa el peligro. Es capaz de crear una ocasión de gol de la nada. Además, cabe destacar el olfato goleador del centrocampista. Ha anotado 3 goles decisivos para el club. Villarreal, Leganés y Celta han sufrido su potente disparo.

Por su parte, Toni Lato ha entrado en el once titular estas dos últimas jornadas. Ya gozó de minutos la temporada pasada. Dejó atrás el banquillo para debutar frente al Rapid de Viena. Esta campaña ha contado con minutos frente a Osasuna, Granada y Celta. Contra este último ha jugado en Copa y en Liga,  pero el premio de la titularidad llegó para el de La Pobla hace dos semanas en el encuentro frente al Granda. El canterano aporta profundidad y velocidad al juego cada vez que corre la banda. Además se ha mostrado sólido y todo un seguro atrás a la hora de cortar jugadas y achicar balones.

En el partido frente al Sevilla, ambos fueron los futbolistas que más corrieron, evidenciando así su compromiso y hambre por triunfar en el equipo de sus vidas. Han ido avanzando y superando etapas juntos desde que llegaron al club de Mestalla siendo bien pequeños y también dan el salto a la élite del fútbol al unísono. Estas dos jóvenes promesas valencianistas crecen a pasos agigantados y el Valencia CF lo agradece, son la esperanza del club, que solo puede aprovecharse de la conexión tan especial que ambos tienen cuando coinciden en el terreno de juego.