En el último partido de la primera vuelta, a falta del aplazado contra el Real Madrid en Mestalla, el Valencia se veía en inmerso en plena lucha para escapar de las plazas de descenso. En la jornada anterior se conseguía una victoria balsámica, como en muchos años anteriores contra el Espanyol, pero sería en la salida hacia el Estadio de la Cerámica donde el conjunto dirigido por Voro lograba no encajar ningún gol en un partido de liga.

En aquel partido del 21 de enero, el técnico de L’Alcúdia podía contar por primera vez con el esquema de juego que finalmente se asentaría. A saber, el once titular fue: Diego Alves, Cancelo, Garay, Mangala, Gayà, Enzo, Parejo, Soler, Munir, Nani y Mina. A partir, en gran parte, de este tridente en el medio del campo, el Valencia fue capaz de mejorar en su juego, con la irregularidad típica de esta plantilla, hasta alcanzar la salvación matemática.

El equipo ché acudía al derbi después de encajar la friolera cantidad de 33 goles en 17 partidos jugados, a casi 2 por partido. Por su parte, el Villarreal se mostraba como uno de los equipos más fiables como local de la competición tras perder únicamente contra el Alavés, empatar contra Barcelona y Sevilla y ganar a la Real Sociedad, Las Palmas, Atlético por 3-0 y al Celta por un contundente 5-0.

De esta manera, la clave del partido fue la gran primera parte que realizó el conjunto valencianista, en la que fue superior y dominó al equipo dirigido por Fran Escribà. A causa de esa seriedad y concentración llegó el primer gol en una gran jugada de Nani por la banda izquierda, quien acabó asistiendo a Carlos Soler que llegaba en segunda línea y de primeras batía a Sergio Asenjo con su pierna menos buena. Este gol suponía el debut como goleador del canterano, quien dos días antes era confirmado como jugador del primer equipo.

Seguidamente, continuando con esta dinámica positiva y fruto de la presión y del esfuerzo de Santi Mina, el joven delantero le robó el balón de los pies al cancerbero groguet y marcaba a placer el 0-2 en el minuto 42, que posteriormente sería definitivo.

Llegada la segunda parte, el Valencia continuó apretando y tanto Munir como Soler estuvieron a punto de aumentar el marcador. Sin embargo, a partir de la salida al campo de Samu Castillejo en el minuto 61, el Villarreal reaccionó y consiguió cerrar al Valencia en su campo, quien supo sufrir y defender el marcador hasta el final, a pesar de los intentos de Mario Gaspar y más tarde y de manera más clara, del tiro al palo de Alexander Pato (quien acabaría yéndose a la liga china).

Al final, este encuentro será recordado como el primero en que la sangría de goles se frenaba y como el primero del debutante Simone Zaza como jugador blanquinegre. Muchas cosas han pasado desde entonces y a día de hoy se piensa con ilusión en lo que puede llegar a ser la próxima temporada, pero antes de poner el punto y final, la afición valencianista quiere acabar con buen sabor de boca ganando un derbi que siempre tiene un significado especial, y ahora más todavía, teniendo en cuenta que también servirá de despedida como entrenador de Voro, quien se merece todos los reconocimientos posibles, pues él ha sido el gran artífice de la salvación de “su” equipo de toda la vida.

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