Se cerró ya el telón del presente ejercicio liguero para el Valencia -aunque sigue disputándose el Mestalla el ascenso a la Liga 1,2,3-, y con ello, concluye un complicadísimo año el cual los ché solo deseaban que llegase a su fin. Las cosas no han funcionado por la ciudad del Turia, que ha visto a un equipo sin alma, que ha decidido que partidos disputar, y ante todo, que necesita mucho trabajo para el próximo verano.

Ayestarán, con el fantasma del descenso

Más que preocupante fue la situación del equipo a lo largo del primer tramo del curso. Y es que con bastante lío como la salida de Alcácer o la tardanza para incorporar a los defensas, se vio Ayestarán envuelto en un fuego cruzado. Y en un ambiente tenso, y con la afición en su contra, no fue capaz de generar un equipo compensado -tampoco sus sucesores-, que en los primeros partidos lo que realmente parecía era un candidato claro al descenso.

Cuatro derrotas seguidas en las primeras jornadas pusieron patas arriba la situación en Mestalla, preludio de lo que sería el año. Fueron meros espejismos los triunfos ante un Alavés y un Leganés que tardaron en arrancar, aunque un partido penoso frente al Atlético acabó con la pacencia. Ayestarán era cortado, tenía que dejar el banquillo de Mestalla.

Prandelli, más "fuori" del campo, que dentro de él

A pesar de que hay que elogiar la valentía y las ganas que tuvo el italiano, es innegable que el equipo no funcionó sobre el campo. Tras una victoria en el partido de transición con Voro al mando, le tocaba a Prandelli debutar ante todo un rival: el FC Barcelona. Se le veían buenas ideas e intención, cuando algo no funcionaba, trataba de cambiarlo, pero llegó un punto en que por si solo no podía hacer más.

No lograba ganar los partidos, como mucho llegaba a empatar y sufriendo. Además, ni siquiera con tres centrales logró que el equipo adquiriera un mínimo de solidez. La paciencia le aguantó lo que le aguantó, y tras varias ruedas de prensa bastante carismáticas y famosas, como la del "fuori", o la que hizo cargando contra Parejo, le hicieron ganarse al valencianista. Tras varios ridículos como la eliminación de Copa del Rey a manos del Celta de Vigo, acabó por decir "basta" el italiano, que anunció su dimisión en diciembre, cuando le comunicaron que no podrían fichar.

Voro, el reflejo de un valencianismo herido

Y con el tercer y definitivo técnico de la temporada, llegó el reflejo del propio valencianismo a la banca. Un querer y no poder fue la tónica constante durante la estancia de Voro como entrenador blanquinegro. Probó suerte con diversos dibujos, y realizando varias apuestas, entre las que destaca la de Carlos Soler. La llegada de Zaza, además, aportó frescura. El italiano llegó con ganas de comerse al mundo, y en el proceso, se ganó al valencianismo, con carácter, garra y sacrificio. 

Los resultados no acompañaron en los primeros encuentros con Voro al mando. Sólo una victoria ante el Villarreal dio algo que celebrar, pero pronto volverían a llegar las dosis de realidad. El Valencia ni vencía, ni convencía. Los jugadores, como ya se había matizado antes, parecían decidir cuando competir y cuando no. Sólo en unos pocos se veía un sacrificio constante, Soler, Zaza, Mangala... Derrotas como la goleada sufrida en Mestalla frente al Eibar (0-4), la sufrida en el Calderón (3-0) han hecho ver al mundo la realidad, mientras que el tirunfo ante el Madrid fue otro espejismo.

Ahora, con Marcelino ya confirmado como nuevo entrenador, llega el momento de cambiar las cosas en el Valencia. Este debe ser el año, no hay otra opción. La paciencia se agota en el seno del valencianismo, merecedor de mucho más que un equipo que arrastre el escudo.

 

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