23 de julio de 2016, estadio de Anoeta. El Villarreal se enfrenta a la Real Sociedad en un amistoso destinado a que los jugadores no pierdan ritmo de competición durante el parón veraniego. Cuando el partido lleva menos de una hora de juego, Cédric Bakambu adelanta al Submarino en el marcador... la vida sigue igual. No obstante, un golpe fortuito iba a cambiar las cosas.

El franco-congoleño se retira lesionado, y el diagnóstico revela una contusión en el vasto externo de la pierna derecha, nada grave. El tiempo de baja se va alargando y a su alrededor, se van sucediendo una serie de cambios en el club. Llegan jugadores de la talla de Soriano o Sansone, su compañero de batallas cae gravemente lesionado y el que parecía que era el capitán indiscutible del Submarino es despedido de un día para otro.

16 de octubre de 2016, han pasado 85 días desde aquel desafortunado golpe en San Sebastián. El Villarreal no conoce la derrota en las siete jornadas ligueras hasta entonces disputadas; Fran Escribá, su nuevo entrenador, se ha adaptado muy rápidamente al equipo y, además, dos tipos italo-alemanes con vidas paralelas están maravillando a la afición grogueta. El Madrigal recibe al Celta con un once en el que brilla especialmente el número 17, cuyo portador tiene ganas de demostrar que ha vuelto para recordar a la parroquia castellonense quién es y por qué le esperaban con tantas ganas.

El encuentro empieza difícil para los delanteros locales, el balón es de los vigueses y el Villarreal se centra, principalmente, en mantener el dibujo y evitar las ocasiones de gol. Sin embargo, cada vez que la posesión cae en pies amarillos, los dos arietes se mueven constantemente para dar opciones de pase a sus compañeros. El nombre de uno de ellos sale fácilmente, casi sin querer: Nicola Sansone; y es que es muy sencillo acostumbrarse a lo bueno. El otro despierta ilusión con cada esfuerzo físico que realiza… su nombre empezaba por B.

Apenas han pasado ocho minutos y uno de los de siempre, Manu Trigueros, ya ha hecho magia para dejar solo contra el portero a la otra mitad de la pareja italo-alemana, cuyo apellido no puede sino despertar simpatía en Vila-Real: Roberto Soriano remata cruzado y pone el 1-0 en el marcador.

El Celta quería reaccionar, pero tras unos escasos cinco minutos desde el primer golpe, Pione Sisto envía un balón muy comprometido a su guardameta, que se ve acosado por una camiseta amarilla con un 17 azul que no se cansa de presionar; su despeje es recogido de nuevo por el del apellido familiar, que no perdona, 2-0. Qué rápido es y cómo se sacrifica en la presión ese 17… era algo como Bakam…

Tras el segundo tanto, los de Berizzo siguen intentando llegar a la portería de Asenjo sin ningún resultado. Para colmo, cada balón que pierden significa una ocasión de peligro para su rival. Sansone y su acompañante se mueven mucho y muy bien y están volviendo loca a toda la defensa celeste.

En una de esas, cuando corre el minuto 38 de partido, el habilidoso Nicola recibe un balón en la medular con todo su equipo, excepto un jugador, metido en campo propio y, sin pensárselo dos veces, arranca la conducción vertiginosa hacia la portería contraria. ¡Pues sí que confía este chico en su compañero de ataque! Toda la zaga celtiña recula para intentar frenar el contragolpe, pero de pronto Cabral ve una sombra amarilla que le adelanta a toda velocidad, recibe el pase, se acomoda el balón y define con la sangre fría de un auténtico killer. El 3-0 sube al marcador y la grada lo celebra con una alegría que parece desmedida, teniendo en cuenta lo abultado de la ventaja, pero lo que realmente festejan es que ya se acuerdan del nombre que habían olvidado y de la importancia que tiene ese gol: Cédric Bakambu había vuelto.

Bakambu celebra su primer gol de la temporada, el mismo día en el que volvia a la titularidad. Imagen: PhotoSilver (VAVEL)
Bakambu celebra su primer gol de la temporada, el mismo día en el que volvia a la titularidad. Imagen: PhotoSilver (VAVEL)