Cuando hablamos del Villarreal, nadie duda del buen momento de forma que vive el club. Tras meterse entre los cuatro primeros clasificados el año pasado, y superando una crisis importante a principios de esta temporada, parece que no quiere abandonar la senda de los buenos resultados. Ya son 13 partidos ligueros sin conocer la derrota; están igualados a puntos con el vigente campeón -FC Barcelona-; y las nuevas incorporaciones están funcionando a las mil maravillas.

No obstante, existía un reto que aún no se les había propuesto a los castellonenses en el campeonato nacional, y este domingo lo superaron.
La visita de Las Palmas suponía una buena prueba para testear la capacidad de la plantilla; los de Setién llegaban a El Madrigal para enfrentarse a un Submarino que, con ese, iba a disputar tres partidos en una semana. La abultada victoria ante el Celta -el domingo anterior- y el meritorio empate, con remontada incluida, en Ankara -del que habían pasado menos de 72 horas- se antojaban como un handicap para los chicos de Fran Escribá. De hecho, él mismo había reconocido días atrás que la visita de los insulares era el partido que más le preocupaba de los tres.

El encuentro comenzó con el guión habitual de los partidos en El Madrigal: un Villarreal animado que intentaba crear ocasiones de peligro mediante el movimiento rápido del balón. Tras una doble ocasión de Dos Santos y Bakambu -el primero estrellando el esférico en la madera y el segundo consiguiendo marcar, aunque en fuera de juego- los canarios despertaron e intentaron sacudirse el peligro.
Así las cosas, llegó la realidad a un estadio demasiado acostumbrado a ganar. Tana prolongaba de espuela un balón colgado desde la derecha y Boateng se imponía a Mario para rematar acrobáticamente, obra de arte y 0-1. De pronto, los groguets descubrieron una nueva faceta del fútbol: tener que remar a contracorriente y guiar a los suyos hacia la remontada.

Boateng remata de forma espectacular el pase de espuela de Tana. Imagen: PhotoSilver (VAVEL)
Desde que comenzase la Liga Santander 2016/2017 hasta ese momento, no se había dado ninguna situación de desventaja en el marcador para el Villarreal, y la reacción no pudo ser mejor. El tanto del ghanés llegó hacia el minuto 31 y, desde ese momento hasta el final del encuentro, Las Palmas vivió un auténtico asedio.
Los últimos compases de la primera mitad mostraron a los visitantes lo que iba a ser el segundo periodo. Una constante de posesiones largas cerca de su área que les iban metiendo cada vez más atrás. El gol tardaba en llegar, pero la grada alentaba sin descanso y los jugadores no podían sino seguir intentándolo, y hubo recompensa.
Las continuas intentonas locales hicieron que, en el énfasis defensivo canario surgiera la descolocación. Roque Mesa quiso ayudar a repeler el peligro y se metió en el área persiguiendo a Sansone; el talentoso centrocampista se había salido de su ámbito para meterse en el de Nicola, que supo sacarle el penalti. Y llegó el empate.

Sansone transformando el penalti que supuso el empate. Imagen: PhotoSilver (VAVEL)
A la cabeza de los groguets allí presentes empezaron a venir las recientes imágenes de la remontada en suelo turco, haciendo crecer los ánimos de la parroquia amarilla. El monólogo continuaba, con algún tímido contraataque visitante siempre repelido por Asenjo, pero el balón no quería entrar en la portería de Lizoain.
Se acababa el tiempo, pero la afición no desistía y confió en los suyos. Bakambu lo sintió, peleó con entusiasmo -tanto que pudo cometer falta- un balón en la frontal que llegó a los pies de Roberto Soriano, quien dio en bandeja el momento de gloria al killer franco-congoleño. El estadio se vino abajo y los jugadores celebraron el gol con una intensidad que demostraba la importancia que tenía el conseguir ganar ese partido: el Villarreal había superado uno de los retos que tenía pendientes, demostrando que también era capaz de crecerse ante la adversidad.