Existe un fenómeno en el fútbol por el cual un solo jugador es capaz de canalizar todo el juego de sus diez compañeros, guiándolo y temporizándolo a placer. No se ve mucho, y cuando se ve no se le suele dar la importancia que realmente tiene.

Para poder hablar más cómodamente de estos extraños casos, se hará referencia a ellos como 'jugadores-brújula', haciendo alusión directa a aquellos artefactos que durante tanto tiempo han guiado a la humanidad.

¿Cómo saber cuándo estamos ante un 'jugador-brújula'?

Son varias las características que permiten reconocer a estas fenomenales excepciones, pero las más importantes pueden resumirse en dos: la enorme mayoría de jugadas empiezan, pasan, o ambas cosas, por sus botas, es decir, tocan muchas veces la pelota durante la construcción de juego de su equipo; la otra es algo más difícil de percibir -no por ello es menos importante- y puede formularse como que, si estos 'jugadores-brújula' no son capaces de entrar en juego con asiduidad, su equipo se pierde y no encuentra el rumbo en el partido. Resumiendo, son seres que siempre están en el lugar correcto a la hora de ofrecer una opción de pase y que, además, encuentran una y otra vez la manera perfecta de dar salida a ese balón que les ha llegado a sus privilegiados pies.

Bien, ahora que se conocen los atributos más significativos que les definen, es posible concretar un poco más y hablar, específicamente, de dos ejemplares de esta maravillosa raza. Los sujetos no están escogidos al azar entre el pequeño grupo que conforman estos privilegiados; son objeto de análisis porque el próximo domingo van a verse las caras en su hábitat natural, el césped de un terreno de juego.

Sus dos características son: la gran mayoría de jugadas pasan por sus pies y si no entran en juego su equipo se pierde

Hay que decir que entre ellos hay algunas diferencias notables, algo que es totalmente compatible con su familiaridad en lo referido a su condición de 'jugador-brújula', ya que estos no tienen por qué jugar en la misma posición, por ejemplo, aunque sí suele coincidir. En este caso, uno - el más joven - suele jugar algo más retrasado que el otro, ya que no tiene un compañero que le cubra las espaldas con la excelencia de la que goza el más maduro de esta especial pareja.

Ya es hora de ponerles nombre y apellidos: Manuel Trigueros Muñoz y Marcos Llorente Moreno. La casualidad suele ser caprichosa, y nos pone pistas delante de las narices para ayudarnos a distinguir a los seres a los que merece la pena atender de forma concienzuda. En este caso, dos paralelismos que saltan a la vista rápidamente: tanto el nombre como el segundo apellido empiezan por 'M' y, además, la cifra de 20 letras se repite en ambos casos.

Misma especie, diferentes matices

Marcos, o cómo salir del cascarón pareciendo un experto

Empecemos con Marcos, ya que su graduación como 'jugador-brújula' es muy reciente. En su caso, la terapia que le ha convertido en una de estas extrañas criaturas podría denominarse como de choque. La enorme competencia que existe en su club de origen le ha obligado a buscarse una salida temporal que le permita crecer como profesional de la canalización del juego, y el destino elegido ha sido un lugar muy al norte de la península que ha vuelto al lugar que le corresponde después de muchos años en la sombra. La ilusión es tremenda y los ojos que hay puestos sobre los jugadores son muchos: primer choque para un chaval de 21 años que nunca ha jugado en Primera División.

Además, el equipo al que ha llegado se encuentra plagado de nuevas caras como la suya, y la forma de jugar no está del todo clara, cosa que, para alguien como Marcos, que desempeña su tarea en el centro del campo, es altamente perjudicial y confuso: segundo choque para un jugador que lleva toda la vida ligada al mismo club, con la estabilidad en la manera de entender el juego que ello conlleva.

Marcos Llorente, defendiendo a Leo Messi. Imagen: Álex Gallardo (VAVEL)

Si a esto se le suma que las primeras plazas en las que tiene que actuar el joven llevan nombres como Camp Nou, Vicente Calderón o Ramón Sánchez-Pizjuán, el resultado es el tercer y último choque que conforma esta terapia agresiva de adaptación y madurez. De esta situación se puede salir de dos formas: hundido o reforzado, y Marcos eligión la segunda.

Cada fin de semana, los aficionados de un glorioso conjunto muy castigado por la historia reciente, pueden asistir al espectáculo de su camiseta número 6. Continuamente bien posicionado, llega a frenar la gran mayoría de los intentos rivales de entrar jugando por el centro, es una máquina de robar y recuperar posesiones, todo gracias al don de la ubicuidad. Y no solo eso. Con una claridad de ideas apabullante, es capaz de ser el único integrante de una línea intermedia entre la defensa y el mediocampo, haciendo de sí mismo un enlace irrompible entre dos mundos muy difíciles de engranar. ¿Quién si no iba a conseguir conectar la dureza de Alexis con la sutileza de Ibai?

Marcos Llorente ha pasado de un filial a ser el jugador más importante de un equipo de Primera División

Su entrenador, buen conocedor de que cuenta en sus filas con un 'jugador-brújula', adapta el equipo a él para potenciar sus dotes según las características del rival. Así, se le puede ver actuando solo o con la ayuda de otro jugador como Dani Torres o Krsticic, cuya presencia libera a Marcos y le permite desplegar su juego más cómodamente.

Manu y el bendito ejemplo a seguir

En el otro lado de la moneda se encuentra Manu, cuyo bautizo en esta categoría ya fue esbozado por un servidor casi un año atrás. Su irrupción ha sido mucho más progresiva, y ha contado con la estabilidad que otorga el saberse arropado por un club en el que se va a contar con una continuidad más o menos segura. Poco a poco, ha ido desvelando su verdadera identidad, con mejoras casi imperceptibles entre una actuación y otra, pero muy notables si ampliamos la vista y cogemos como medida base las temporadas.

El hecho de jugar al lado de Bruno Soriano es esencial en la mejora de Trigueros

Desde su salto al primer equipo, en un momento crítico en el que este se encontraba en Segunda División, se ha ido haciendo un hueco en una posición clave dentro de uno de los esquemas más reconocibles del fútbol en nuestro país. Siempre cerca del balón, Manu es la opción óptima a la hora de buscar una salida en situaciones de presión; su capacidad para saber qué hacer con la pelota en cada momento es algo fuera de lo común, y la aumenta con un don en los controles orientados, que le permite, con un solo movimiento, colocarse en la mejor situación posible y, si es necesario, deshacerse de la presión del rival.

Una de las cosas más importantes para su ascenso a este estamento, tan vital en el mundo del fútbol, ha sido la adición de un atributo cuya ausencia le hacía no ser un jugador del todo completo. Posiblemente, parte del mérito haya que dárselo a Marcelino García Toral, que confió en él y le mantuvo dentro de un sistema que, a priori, no terminaba de encajar con sus características. Hablamos del sacrificio defensivo y la inteligencia táctica, que ahora sí tiene y le permiten aportar mucho al equilibrio defensivo, una de las facetas más importantes en este Villarreal.

Manu Trigueros desplegando su capacidad defensiva. Imagen: PhotoSilver (VAVEL)

Mención especial hay que hacer aquí a uno de los 'jugadores-brújula' más perfectos en los últimos años de La Liga, y que sigue dando muchas tardes de disfrute con su maravilloso fútbol: Bruno Soriano Llido. Probablemente, sin este ejemplo al lado, Manu no habría alcanzado el nivel que presenta actualmente, porque no solo ha sido un espejo en el que fijarse, sino que es su complemento ideal. Cuando este coge la varita y se dedica a dibujar las jugadas para sus compañeros, aquel echa mano del mono de trabajo y baja al barro a contener las posibles amenazas rivales, y viceversa. El equipo solo tiene que dedicarse a seguir la senda que ambos trazan, confiando ciegamente en sus decisiones, para que el juego fluya con una efectividad pasmosa. Es lo que tiene contar con dos ejemplares en el mismo bando.

Demostrar vs consolidarse

Ambos llegan en un gran momento de forma, sin embargo, el último partido de Liga de uno fue radicalmente diferente al del otro. Marcos vivió la mejor actuación como 'jugador-brújula' de su corta carrera. Fue la perfección hecha centrocampista; repartió balones en largo y en corto, desbarató jugadas rivales y recuperó la posesión, rompió líneas de presión en conducción... incluso llegó a colgar algún centro al área cuando la necesidad apretó. Un recital.

Marcos Llorente hizo, contra el Espanyol, el mejor partido de su corta carrera en Primera División. Imagen: www.laliga.es

Manu, en cambio, fue objeto de un experimento por parte de su entrenador -que igual que en el caso de Marcos, intenta sacar lo mejor de él- que no le benefició en nada. Su posición se adelantó y dejó de tener que estar pendiente de las labores de contención, algo que, a priori, le permitiría desplegar todo su potencial creativo. Con lo que no contó el técnico fue con que eso suponía alejarle de las dos cosas más vitales para él: el balón y Bruno, su complemento en el campo. De pronto, Manu se vio en una zona en la que intervenía menos, y fue perdiendo protagonismo hasta que se mimetizó con el resto de jugadores; vivió un partido común, igual que cualquier 'no-brújula'.

Manu Trigueros, demostrando su calidad con el balón. Imagen: PhotoSilver (VAVEL)

El más joven, con su bautismo de choque, querrá demostrar en un lugar como El Madrigal que puede mantener el nivel ante cualquier rival y en cualquier escenario. Mientras que el aprendiz progresivo de Bruno, ya más que reconocido y capacitado para ser maestro, tendrá muchas ganas de volver a ser protagonista en el césped, de tocar y tocar esa esfera que parece parte de su cuerpo... de seguir siendo un 'jugador-brújula'.